jueves, 19 de octubre de 2023

"Papeles Escolares" Crónica de una revista escolar en el Boletín MENXIBAR HISTORIA.


 




La revista "PAPELES ESCOLARES" en el Boletín "MENXIBAR HISTORIA" de la Asociación de amigos de la historia de Mengíbar (Jaén)

Crónica de una experiencia de revista escolar en Mengíbar.

(1982/83)

Pedro A. López Yera

Antiguo maestro del Ceip. MANUEL DE LA CHICA y coordinador de la publicación.


Si hay un aspecto de la educación que siempre me ha interesado es el de la relación del aula con los

medios de comunicación, con la realidad circundante. Esa “aulas sin muros” a las que suele hacerse

mención cuando se intenta abrir el escenario educativo, o al menos se intentaba en tiempos en que

las redes y lo digital no nos habían invadido. En aquel tiempo que ya se antoja pretérito y casi

prehistórico, las comunicaciones se vestían de papel o, como mucho de línea telefónica que incluía

llamadas y, como avance tecnológico de última generación, el fax. Quizá de ahí el título de aquella

publicación que hicimos brotar del ansia investigativa y periodística de los chavales del Ceip. Manuel

de la Chica de Mengíbar en el ya lejano curso 1982/83. ¿Cómo habría de llamarse esta revista? Pues

lógicamente, PAPELES ESCOLARES. Casi sin medios mas que las vetustas multicopistas transmutadas

luego en fastuosas fotocopiadoras nos lanzamos a la aventura. Aquellos PAPELES ESCOLARES tenían

que superar el viejo cliché de boletín escolar con noticias del colegio para ser, dentro de la humildad

de la propuesta, y procurar ser algo más. Cercano y, a la vez, abierto. Distinto y, a la vez, tradicional.

Comprometido y, a la vez, capaz de acoger todas las vertientes que confluían, confluyen, en el acto

educativo.

No era la primera publicación escolar que impulsaba en mi todavía corta andadura docente. La fuerza

de esa juventud que luego añoramos ya me había hecho partícipe del Boletín escolar que publicaba

el Colegio Palacios Rubio de La Carolina y de la que luego sería todo un barco insignia como una de

las publicaciones escolares más longevas de la provincia y quizá de un ámbito geográfico aun mayor:

“Nuestra escuela” nacida en el Ceip. Nuestro Padre Jesús de Jabalquinto.

Pero volvamos a noviembre de 1982. La primera parada nos la proporcionó la visita del Papa Juan

Pablo II a España. Se convocó una especie de pequeño certamen colegial en el que participamos con

nuestro número “cero”, un extra bajo el lema “Un Papa para todos” que, inopinadamente, obtuvo

uno de los premios en liza. Allí comenzó la vocación periodística. En el EDITORIAL expresábamos el

deseo y el anhelo que nos impulsaba: “Esperamos que estos PAPELES ESCOLARES” que ahora nacen

inaugurados al hilo de tu presencia entre nosotros vayan afianzándose como aquello a lo que aspiran

a ser: una parte viva de esta escuela que crece con todos, que palpita cada día a nuestro lado

dispuesta a no dejar de ser la compañera callada que impulsa nuestros avances. …//… “Seguiremos

creciendo y viendo pasar calendarios año tras año…”

En aquella ocasión contamos con las palabras del entonces alcalde de la localidad, Antonio Barahona

y con el párroco, Miguel Medina, firma esta última que no podía faltar en una glosa a la figura del

Santo Padre.

El número terminaba con un fragmento del DESIDERATA que nos empujaba a esforzarnos a ser

felices. Y así, con la felicidad y el ánimo del buen comienzo seguimos trabajando para dar a luz al

verdadero número uno que llegaría enseguida, en la navidad de 1982. Y, claro, la alegría de la fiesta y

de las pequeñas vacaciones nos inundaba de espíritu navideño… “Vamos a ser felices, -decía el

Editorial-, abramos las ventanas para que con el frío de diciembre entre en nuestra vida el verdadero


espíritu de la navidad. ¡Esa es la meta! La noche se desvanece y amanece la paz. Bienvenida”. La

felicidad aparecía en la última página del número cero y abría el número uno. Toda una señal que

nos iba a iluminar en el camino del periodismo escolar. El número lo completaban cuentos navideños

de especial ternura a cargo de chavales del ciclo medio y superior, colaboraciones sobre la Historia

de Mengíbar y un poster central que marcaría la marcha de aquellos PAPELES ESCOLARES de una

forma intensa y que aun no sabíamos que iba a ocurrir. Se trataba de un verso de Gloria Fuertes,

concretamente la “Oración de andar por casa”, una especie de “Padre Nuestro” pasado por las

manos de la “poeta de guardia” como le gustaba ser llamada. “Padre Nuestro que estás en la escuela

/ y en el verdulero / y en el que pasa hambre / y en el poeta. No en el usurero”.

Acabaron las vacaciones navideñas y el nuevo año se nos puso delante. El EDITORIAL, de nuevo, nos

marcaba el camino: “Otro trimestre más. El tiempo nos ha ido sorprendiendo día a día, clase a clase,

trabajando contigo, escuela. Hemos ido descubriendo, paso a paso, que tras tus ventanas no está

solo ese patio en el que tantas veces nos hemos caído, ni tampoco la vieja calle que nos ha visto

crecer. No. Tú nos has enseñado que más allá de tus paredes discurre un mundo distinto, a veces

feliz, a veces no tanto, pero que se ha ido forjando dentro de nosotros a base ¿quién sabe? de la

tabla de multiplicar, del Orinoco, de Isabel la Católica, de los polígonos irregulares, de la goma de

borrar que olía a caramelo, de los versos para comentar, de los invertebrados o del boli aquel que

nos puso perdido de tinta el bolsillo de la camisa… (..//..) Las escuelas son los únicos monumentos

que no aparecen en las tarjetas postales, pero nosotros sabemos que no por eso se sienten tristes

porque saben que su lugar es mucho más íntimo y sencillo: el corazón de todos cuantos hemos

pasado por sus manos”. A la vista de este emotivo texto es fácil deducir cuál fue el lema de ese

número. Era “Gracias, escuela”.

Y entre sus páginas se coló una sorpresa de enormes proporciones. Pensé en una sección que iba a

llamarse “Los recuerdos escolares de…”. El equipo de redacción nos reunimos para ver a quién

podíamos ofrecer ser quien abriera “el fuego” del recuerdo. No fue difícil. Como ya dije, el poster del

número anterior nos dio la pista. Llamaríamos a Gloria Fuertes. Así, sin anestesia.

El proceso de encontrar su número de teléfono fue complicado, pero allí estábamos una mañana con

el auricular pegado con fixo a un micro de un antediluviano casete para inmortalizar la voz, el

sentimiento y el recuerdo de la “porta de los niños”. Nos lo cogió enseguida. Su voz aguardentosa fue

como un remanso de paz, pero con gotas de incredulidad. Estábamos hablando con ella y su vida

escolar se estaba desgranando ante nosotros. Y nos dejó navegar por aquel colegio de monjas de su

infancia donde se discriminaba a las niñas según fueran “de pago o de gratis”, por sus travesuras con

Sor Pilar o su expulsión por tontear con la toca de una de las religiosas. A medida que hablaba nos

pareció formar parte de uno de sus versos: “Escribo en un periódico de niños y quiero comprarme a

plazos una flor natural”. El periódico -casi no nos lo creíamos- era el nuestro y la flor, aunque no

podíamos mandársela realmente sí que la transmutamos en ese beso emocionado que le enviamos

telefónicamente.

Gloria nos animó a leer y nos avisó de que una de sus ansias escolares era, precisamente, el de saber

leer enseguida. Con cinco años, decía, ya empezó a escribir cuentos. Eso nos asombró y nos hizo

despertar el gusanillo de coger el boli y dejar rienda suelta a la creatividad que siempre fue el

objetivo principal que mascábamos en la escuela.

El resto del número recayó, como siempre, en las ingenuas poesías, los interesantes cuentos, los

dibujos nerviosos, el humor -incluso con Mafalda como invitada- y las colaboraciones de personajes

locales y provinciales. La historia local tuvo un primer capítulo por parte de José Plata dedicado a la

enseñanza en Mengíbar y la entrevista central correspondió a Miguel Peinado, obispo de la diócesis.


Entre las noticias colegiales destacaba la puesta en funcionamiento de la Biblioteca escolar a cuyos

mandos me colocó la providencia no sé si divina. Ese contacto con los libros y con las propuestas de

animación lectora me marcarían para posteriores destinos. Pero esa es otra historia.

Por cierto, el 12 de febrero del 83 Mengíbar amaneció bajo una capa de nieve. Cosas que se olvidan y

que la amarillenta hemeroteca de nuestros PAPELES ESCOLARES nos acerca de nuevo en el recuerdo.

El número terminaba con un cuento que no recordaba haber escrito. Un relato de ciencia ficción que

acaecía en 3.016.

El curso había puesto ya su velocidad de crucero y el final se iba acercando. Junio era la fecha de

nuestro número tres. Adelantándonos al cambio climático dedicamos el ejemplar al medio ambiente.

Todo un despliegue de investigaciones y colaboraciones convirtieron a aquellos PAPELES ESCOLARES

en un estupendo monográfico en el que escribieron Juan Caño, director de la revista NATURA,

Concha Sáenz, directora general de Medio Ambiente y Juan Morales del Servicio de Extensión

Agraria. De nuevo el EDITORIAL marcaba la pauta: “Tenemos que tomar conciencia, ya desde la edad

escolar, de que la vida en esta enorme “naranja” azul depende de lo que todos y cada uno de

nosotros hagamos en su favor”.

Además, continuó la historia de la escuela en Mengíbar a cargo de José Plata y se completó el

número con un reportaje sobre Doñana y un estudio sobre la rueda de producción animal y vegetal

de Mengíbar realizada por los chavales del ciclo medio. El poster central nos dejaba el corazón

encogido. Era la conocida frase de Martin Luther King: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a

nadar como los peces, pero aun no comprendemos el sencillo arte de vivir juntos como hermanos”.

La sección de los recuerdos escolares recayó en este número en un genio del teatro: Adolfo

Marsillach. La llamada, aun la recuerdo con el ruido alrededor de los chavales en el recreo, la

contestó su mujer, Mercedes Lezcano, y me emplazó a un día posterior por compromisos del autor.

Llegado el momento fue el propio Adolfo quien descolgó el auricular y, con exquisita cortesía y

amabilidad, atendió mi petición de explicitar qué recordaba de años escolares, de su escuela y de sus

maestros. Una de sus primeras expresiones fue una frase que no he olvidado: “No me enseñaron a

amar la vida”. Así titulamos el artículo. Nos fue desgranando sus tiempos infantiles y aun me parece

escucharlos de su propia voz: “cuando estalló la guerra yo tenía ocho años. Tengo recuerdos

confusos de aquella época. Iba a un colegio Marista en Barcelona y allí hice la Primera Comunión.

Creo que la educación que recibí no fue buena. No guardo un recuerdo optimista del colegio, ni

probablemente de mí mismo. Era un estudiante bastante malo, o al menos regular, con tendencias

hacia las letras y con enormes dificultades con las ciencias, en especial era negado con las

Matemáticas. No me gustaba nada estudiar y solía escaparme a jugar al billar. Se me mezclan los

recuerdos: El Conde Ciano en Barcelona, el plato único, el Auxilio Social, las colas del tabaco… y eso

tan importante que se llama “el primer amor” y que, en mi caso, correspondió a la hija del director.

En aquel tiempo no me enseñaron a amar las cosas, la vida, ni a la sabiduría. Un sacerdote del colegio

intuyó mis dotes actorales y siempre me seleccionaba para recitar poemas”

Junio cerró las puertas del colegio y con ellas terminó mi estancia, breve pero intensa, en el colegio

Manuel de la Chica. Nuevos destinos, desafíos y proyectos me estaban esperando, pero los PAPELES

ESCOLARES siguieron su marcha, al menos unos años más. Podemos hacer un breve recorrido por

ellos gracias a Martina Criado, antigua alumna de aquel tiempo e impulsora de esta pequeña crónica

que me ha hecho volver a ser joven y estar rodeado de ella y de sus compañeros en un viaje en el

tiempo del que me siento orgulloso y agradecido. Los que estamos al otro lado del pupitre también

aprendemos de los que nos miran desde el suyo. Aprender es un verbo biunívoco de doble dirección.


Veamos. En diciembre de 1983 PAPELES ESCOLARES empezó una nueva etapa. Como a los hijos

cuando se emancipan, mi aliento seguía apareado con aquellas páginas en las que, tras una portada

de Kayser, palabras mayores, aparecía una aportación mía que sería mi última colaboración. La

presidía una coplilla que así rezaba: “Escritor, profe y poeta / aunque ausente, recordado / PALY

firmas tu receta / Por fundador de PAPELES / siempre estarás invitado. Y a continuación llegaban mis

“Coplillas navideñas al estilo de los romances de ciego” en las que los que entonces regían los dos

mundos, capitalista y comunista, Reagan y Andropov, se intercambiaban terribles “regalos” en época

de paz y amor sin especial éxito en cuanto a trasladar al mundo esa posible serenidad entre bloques.

“Dejadnos vivir a todos / sin misiles ni ansiedad / Que el sol nos siga alumbrando / la próxima

navidad”. Casi una premonición -quién lo iba a decir- de esta nueva guerra tras la invasión de Putin a

Ucrania.

Además de poema y narraciones navideñas de todos los niveles educativos, el número 4 se

completaba con una entrevista a Agustín Laínez, veterinario de la localidad y por otra entrega de la

historia local a cargo de Juan José Medina con el título “Memorias de un escolar de los años veinte”.

Recalamos en mayo de 1984 y tenemos frente a frente el número cinco de PAPELES ESCOLARES. Su

tema principal era la propia MENGIBAR. Un interesante documento de investigación recogía las

distintas empresas del entramado económico de la localidad, así como la ganadería y agricultura de

la zona dando una ajustada visión de cómo se desarrollaba el pueblo. Asimismo, se estudiaba el

crecimiento de la población desde 1910 a 1981 con datos contrastados por un grupo de alumnos de

5º. A título de curiosidad, según se recoge en el informe, por ejemplo, en 1980 se contrajeron 50

matrimonios, hubo 132 nacimientos y 42 defunciones para un censo de 8.336 habitantes. Estos datos

nos dan una idea de la intensidad y profundidad de la investigación realizada.

El trabajo continuó en el número 6 con otro reportaje basado esta vez en la evolución del clima en la

localidad. Este número llevaba como lema La Solidaridad. Varios poemas y textos de todos los ciclos

incidían en la importancia de ser solidarios incluyendo series de comics y dibujos.

A modo de revista de prensa se trabajaba sobre qué modelo de sociedad nos plantean los medios de

comunicación y cuál es la mirada con la que debemos ver, criticar e interiorizar, en su caso, nuestras

posturas al respecto teniendo en cuenta los posibles intereses de dichos medios, no siempre claros y

diáfanos. Precisamente el poster central, una idea que se mantuvo durante la práctica totalidad de

números editados, recordaba que “mientras el hombre aplaste al hombre tendré una herida en el

alma”.

La entrevista estaba dedicada a Francisco Torres, presidente entonces de la Hermandad de Donantes

de Sangre.

Mayo de 1986 es la fecha que se editó el número 7. Esta vez el tema era la educación para la Paz. La

portada nos presentaba a dos payasos con lágrimas en su pintada cara observando, caída en el suelo,

a la paloma de la paz que, exangüe, dejaba caer de su pico la rama de olivo. De nuevo muchos

alumnos y alumnas dejaron su impronta con textos, poemas y dibujos alusivos a la paz, a la no

discriminación y a ese sentimiento que nos une a los demás para poder construir un mundo mejor

para todos.

El poster central nos dejaba lo que es prácticamente un himno: “La muralla” de Nicolás Guillén. La

entrevista recogía las respuestas de Francisco Martínez Linares, médico de la localidad y jefe local de

Sanidad. Respecto a la sección de historia local, en esta ocasión le tocó el turno, en las páginas de

Ossigitania, a José Tomás Cruz Garrido, arqueólogo, que contó los orígenes de la localidad desde

tiempos de los iberos.


En la sección noticas se hacía mención a la visita del Defensor del pueblo andaluz, Manuel Conde

Pumpido para ver el estado de las construcciones en el Parque infantil.

Ha pasado un año y, en abril de 1987, nos encontramos con “Andalucía y el Guadalquivir” como lema

del número ocho de PAPELES ESCOLARES. Como es habitual, cuentos, poemas y dibujos dan forma a

trabajos sobre el río, su influencia económica y de todo tipo. Se da la circunstancia de que, semanas

antes de la edición del número ocho, se había desarrollado la Primera semana cultural del Manuel de

la Chica y muchos de los contenidos de las ponencias de dicha Semana se incluyeron en la revista.

Una de ellas correspondía a Vicente Oya Rodríguez sobre el Guadalquivir. También se incluyeron las

palabras del director de Radio Popular, Juan Antonio Ibáñez que además fue entrevistado por el

equipo de alumnos/as redactores y disertó sobre el flamenco y sus influencias.

Aprovecho, antes de continuar con esta crónica, para dejar constancia de mi aplauso y recuerdo al

claustro de profesores con los que compartí aula y experiencias durante mi paso por el Manuel de la

Chica. La noticia de constitución del Consejo Escolar que aparece en este número me ha hecho volver

a “tener cerca” de nuevo a María Dolores Lérida, directora en mi tiempo, Antonio Barahona, Miguel

Chica y Elvira, Pedro Milla, secretario, Pedro Cordero, Paqui López, Lucía Muñoz, Pilar Pérez, Ángel

Molina, Francisca Pancorbo y tantos otros a los que la memoria solo pone cara, pero me deja los

nombres aparcados en la orilla del tiempo. Gracias por aquel año que nunca he olvidado.

Y tras el recuerdo, el último número del que tengo noticia. Ya habían crecido los PAPELES ESCOLARES

y la vieja multicopista había devenido ya en imprenta con portada a todo color. Estamos en junio de

1990 y el contenido es una miscelánea variada con sugerencias de lectura, poemas, consejos para

acampadas, manualidades y fotografías de las actividades realizadas, algo que antes no se podía

hacer por la escasez de medios y la mala calidad de reproducción de los aparatos.

No me extenderé más por no hacer demasiado extensa esta crónica resumen de los primeros

números de PAPELES ESCOLARES que me enorgullece haber propuesto, coordinado y dirigido en

aquellos años ochenta que ya parecen perdidos en el tiempo. Han pasado cuatro décadas y los

chavales que entonces eran los redactores son ya padres y madres de familia con, probablemente,

hijos en el colegio. La vida sigue su marcha irrefrenable y los PAPELES ESCOLARES, en un momento

dado, se convirtieron en leyenda, en recuerdo, en papel amarillento anclado en la memoria. Años

después les nació un chaval que enarboló de nuevo la bandera de una revista escolar como medio de

comunicación de la comunidad escolar, LA VOZ DE MANOLITO, pero esa es ya, otra historia.

A todos, a todas, madres, padres, alumnas, alumnos, maestras, maestros, colaboradores ajenos,

patrocinadores, amigos y amigas que una vez formasteis parte de aquellos PAPELES ESCOLARES,

gracias de corazón. Aun hoy, tantos años después, mantengo cierto contacto con alguno de aquellos

niños y niñas: Adela Cazalilla, Ana Martos y Bartolomé Camacho, por ejemplo. Os sigo recordando.

Y, en especial un recuerdo a Martina Criado, una niña en 1983, alumna en mi aula de cuarto de EGB,

que ha removido esta historia y que, por ella, he vuelto a ser un poco más joven por unos instantes.

Gracias por acordarte de aquel maestro casi recién llegado a la docencia y por tener tan buen

recuerdo del año compartido.

martes, 4 de abril de 2023

Un apunte poético de la SEMANA SANTA DE JABALQUINTO

 


APUNTE POÉTICO DE LA SEMANA SANTA JABALQUINTEÑA.

Pedro A. López Yera

La Semana Santa en Jabalquinto tiene ese sabor cercano, esa explosión de júbilo y dolor entremezclados con pinceladas de encuentro familiar. Nuestros pueblos viven de forma personal el paso de cofradías y penitentes por sus calles. Estos versos no son sino una ínfima expresión de lo que se vive, se siente, se disfruta en estos días. Jabalquinto, mecido siempre en su altozano, nos divisa y nos invita a no perdernos sus tradiciones y el cálido encuentro con sus gentes.

Empezamos el recorrido con una glosa a Nuestro Padre Jesús Nazareno, Patrón de los jabalquinteños.

 

A Nuestro. Padre Jesús.

 


Cuan triste te presentas

a quienes esperan ansiosos tu salida.

Dolor transido en la mirada,

rictus adormecido entre la barba.

 

Hablan tus ojos de paz y de perdón

mientras pétalos de sangre llenan tus mejillas.

Cansado gesto arrastras en tu trono

Cruz en ristre, ajena pesadilla.

 

Sé que me miras cuando pasas

y en mi memoria lees cuanto ella guarda.

Y por tanto sabes de mi confianza

en tu cobijo fiel, firme esperanza.

 

Tiene tu frente espinas coronadas

símbolo ruin de burlas ensañadas.

Cada gota que tu sangre riega

abono es de comprensión calmada,

de mutua confianza, de fe ciega.

 

De pronto el júbilo se torna en dolor. La Pasión empieza y nos deja transidos de ese sentimiento que llega tras cada esquina, por cada plaza.

 

El “Amarrado”

 


Amarrar no podemos esclavas almas

Que solo aspiran a salvar esencias.

Amarrar no podemos tu gesto dadivoso

Ni tampoco el ímpetu que ampara,

Que redime, que soporta en frágil equilibrio

Feroces maldades de universos sucios.

Mas te amarran con saña y sin sonrojo

Aquellos por quien morir anhelas.

Soga ensangrentada al aire del perdón.

 

Hay un momento sublime en que Madre e Hijo se encuentran, se miran, se transmiten todo lo que quizá las palabras no pueden ni necesitan expresar. Y se produce ese abrazo que produce ternura y, a la vez, desolación al saber que es una despedida.

 

El abrazo.

 


(En encuentro de Ntro. Padre Jesús Nazareno

y María Santísima de los Dolores de Jabalquinto)

 

Es tu madre, señor, quien te saluda

con profundo dolor, atormentada.

María de los Dolores, que te abraza,

enjugando sus lágrimas; cansada.

 

En tu camino de sangre hacia la muerte

ella aparece de dolor transida.

Cruza sus ojos contigo y desespera;

mas ella es madre y la esperanza abriga.

 

Semblante roto y húmeda mirada

de mujer ante un hijo; iluminada

por mil cirios de cera transmutada.

Cruel preludio de salvación humana.

 

Jesús, Nuestro Padre, ¿Qué sendero

tomar debiste al encontrarla?

Ahorrarle ese dolor te propusiste,

mas pudo más tu afán por abrazarla.

 

Madre, sufrir no debes por mi paso

hacia el fin que tengo establecido.

Las palabras del Padre solo sigo.

Pues de cruz forma adquiere mi destino.

 

Hijo, ¿Cómo has de morir ensangrentado

para cumplir divinas profecías?

Salva al humano género, mas dando

valor inmenso a tus terrenos días.

 

¿Cómo has de irte de mi lado,

mi hijo, Jesús, mi bien amado?

! Qué sola has de dejarme,

aunque ya todo el mundo esté salvado ¡

  

Abrazo de viernes santo, sazonado

de gargantas de vítores repletas.

Brazos de madre e hijo que se funden

mecidos al hilo sutil de las saetas.

 

Y al terminar, el corazón henchido

por las lágrimas acaso contenidas,

recibe sereno y placentero

la bendición del Dios allí reunido.

 

Semana Santa de pueblo a ti entregado;

Jabalquinto, a tu fervor rendido.

Sentimiento de amor por ti engendrado

en tus siervos ahora bendecidos.

 

Sigue Jesús el amargo sendero establecido

por la Divina Arquitectura del destino.

Mira María -pupilas doloridas-

a quien a nuestra vida da sentido.

 

Y en todos quienes han vivido

este abrazo de amor tierno y divino,

brota un ardor de fe, enardecido,

que ilumina por siempre su camino.

 

La sublime entrega por todos, el supremo sacrificio se ha consumado. Hay un silencio que llena almas y calles…

 

Santo entierro.

 


No rompe el silencio el latido del tambor

Y tampoco el sollozo quedo que tu garganta inunda.

El silencio digiere mil dolores que auscultan lágrimas

Mientras el lánguido paso añora una saeta.

Transida la mirada, enhiesto el soplo de corneta.

Madre que padece la presente ausencia

Con la exangüe visión de la muerte anunciada.

El prudente suspiro inhala inciensos

El camino asciende por el altozano

Derramando perdones, despertando almas.

Tambor y corneta, corazón y espíritu.

Madre e Hijo. Tierra y cielo.

Silencio dormido.  Despertar generoso.

 

Y ese despertar de la resurrección apaga silencios y destapa el futuro. Un domingo glorioso con el que insuflar aire al camino que aguarda…

 

El resucitado


 

Vibra tu mirada lanzada al infinito

Tras apartar sangre, dolor y losa

Del soplo terrenal apenas estrenado.

La eterna sonrisa suple, enhiesta y jubilosa

El tránsito salvador que, al fin, ofrece

Refugio y esperanza sin más duelo

Que la espera paciente del reencuentro.

 

domingo, 20 de febrero de 2022

Y el SONETO se hace DESPEDIDA. En recuerdo y homenaje a don JOSÉ LUIS QUERO, Cronista de MANCHA REAL.


 

Cuando alguno de estos sonetos mancharrealeños brotaban del recuerdo y se instalaban junto a la egregia imagen del templo que nos ha visto crecer, la noticia de la marcha hacia palcos celestes de don José Luis Quero me hace recomponer espíritu y lágrima para dejarme llevar no ya por la tristeza de la pérdida sino, además, por el perfume de la historia, por el aroma de las aulas que infundieron, bajo su paso, ese “aprender a vivir” con que los Maestros crecen, crecemos, junto a niños y niñas que se miran en nuestros ojos y nosotros en los suyos.

 

Cuando el recuerdo se hace soneto, las palabras se riman acaso por encanto y el dejarnos llevar por el dulce dolor de la nostalgia de lo vivido se agrupa milagrosa y metódicamente haciéndose verso, dándose a la luz del adiós.

 

 

Marchas ya, ligero de terrenales pesos,

Hacia la gran crónica que bien

con esa bonhomía y saber que nos regalas

Rememorando de la historia mil sucesos.

 

Fue tu pueblo motivo de embelesos

Del cariño acogido que apuntalas

Con tu sapiencia ungida por las alas

Del trabajo bien hecho sin excesos.

 

 En el recuerdo, José Luis, guardamos

Tus palabras, tu trato ¡gran fortuna!

Pues tu saber muy dentro atesoramos.

 

De esta tierra tu paso rescatamos

Y con dulce perfume de aceituna

Un beso en el adiós hoy te enviamos.

 

 

Nos dejaste mil y un estudios, muchas crónicas e infinidad de artículos escritos, hablados, comentados y entonados con tu incansable trabajo. Y en ellos descubrimos esa Mancha Real que se asoma a la historia y nos marca el camino. Dejémonos acariciar por estos clásicos versos de secular factura, que nos llevan a sobrevolar pequeñas pinceladas de nuestro devenir. Tres imágenes, los ancestros, el nacimiento y el porvenir, que solo son una foto fija, un retazo inanimado de los avatares por los que nuestra tierra, nuestro pueblo, Mancha Real, pasó y que nos hicieron como somos.

 

 

 

 

En paleolíticas hornadas fue habitada

Allende festones de la historia

En el albor de posterior victoria

La tierra de Soguero antepasada.

 

En broncíneos milenios abarcada

Surgen sin traba alguna disuasoria

Firmes, ansiosas de alcanzar la gloria,

Huestes Romanas rozando la alborada.

 

Musulmana tendencia hay en la huella

Que, en Peñaflor, mudada en alquería,

Tornasolada brilla cual si fuera estrella.

 

Béticos, quizá bajo celeste crucería

Amanecimos un día sin merma o mella

Siendo ya para siempre Andalucía.

 

…………………………………………………

 

No hubo de enajenar locura

Juana, la reina castellana,

Cuando a Carlos propuso firme y llana,

La Manchuela fundar, gran aventura.

 

Dando fin la Reconquista, tarea dura,

Bien siguió la Manchuela, cuan samaritana,

Defendiendo caminos, veterana,

En esas lides de ambición futura.

 

En premio a mil desvelos aguerridos

Es Felipe II quien ¡oh, gran querencia!

De villa le otorga nombre y recorrido.

 

Y con él se intentó la independencia,

Con el puñado de reales consabido,

De un Jaén que no aceptó sentencia.

 

……………………………………………………….

 

 

 

 

El soplo de la crónica, anhelante,

Nos acerca de un monarca la presencia

Que para siempre nos dejó en herencia

Un nuevo nombre de aquí en adelante.

 

Felipe IV, en gesto relevante

Renombró con acierto en una audiencia

A esta villa de singular cadencia

Siendo ya Mancha Real en lo restante.

 

Nos obliga nuestro regio apellido

A caminar por los siglos bien altivos

Pues con él la historia nos ha ungido.

 

Y al futuro miramos, raudos, vivos,

Con los ojos y cuerpos extendidos

Hacia ese porvenir bien merecido.

 

……………………………………………………………

 

No podemos dejar en el olvido a Vandelvira y su paso iniciático por nuestro pueblo. Ese diseño, esos sillares dormidos en la historia, frutos dieron después, siglos en ristre. Pero aquí guardamos su esencia primigenia, su camino inicial, su sabio empuje…

 

 

Esa fachada que recorre tu vista

De Vandelvira da sobrada cuenta

Pues su mano fiel se representa

En la iglesia de San Juan Evangelista.

 

Genial aporte del genial artista

Pues es su sobrio toque quien sustenta

La singular esencia que instrumenta

Su justo matiz renacentista.

 

Continuaron en tiempos posteriores

Ventura Rodríguez, Juan de Aranda,

López de Rojas, sus fieles seguidores.

 

Y el resultado, como la historia manda,

Grandioso se presenta, pues creadores

De tal calibre Mancha Real demanda.

 

Como el rumor de la Historia, así, mayusculado, como bien defendería don José Luis Quero, quizá nos deje el ánimo abrumado, dejemos que otro rumor, el del agua que corre entre la ropa mezclado con el cántico cómplice de las mujeres que nos dieron la vida y el futuro, nos llene también de melosa ternura. Próxima parada, Las Pilas.

 

Rumor de mil aguas jabonadas

En el redil de lavadero presas

remondan ajuares, mil remesas,

pero añoran escapar albañaladas.

 

Ajuares de olivar, telas ajadas,

Entre sudor de manos inconfesas

Al agua regurgitan sus empresas

Entre manos ateridas y llagadas.

 

Las Pilas, recuerdo de mil cantos,

De confesiones, sueños y rumores.

Quizá también de reprimidos llantos.

 

Lavar atuendos, adecentar olores,

Disimular cansancios sacrosantos.

Trasiego de miradas sin rubores.

 

 

Y los elementos rugen luchando por emerger, todos a una. La Tierra hecha historia fue el primer soplo del verso dedicado. Llegó el Agua en el remanso de la ropa fruncida en el sudor aceitunero. Y pugna el Fuego por acercarse a iluminar conciencias. Una llama prende ya la Falla Mancharrealeña. Las pavesas del tiempo nos sobrevuelan. O quizá hacen que el reloj se detenga y nos espere.

Un apunte personal: No he olvidado las sabias palabras y el justo consejo de don José Luis cuando me correspondió el honor de pregonar las fiestas de la Hoguera, la Falla, de Mancha Real hace unos años. Siempre agradecido a su amable cercanía.

 

La furia contenida de la llama ardiente

En Falla primigenia se transmuta

Pues es nuestra tierra quien disfruta

De esa única hoguera bien presente.

 

Ese fuego que acaso nunca miente

Desdibuja en cenizas impolutas

Actualidades bufas en corchos y virutas

Cuan pavesas tornadas en simiente.

 

 

Las manos del artista bien definen

Mascaradas de agravio redimido

Cual efigies que al fiero calor gimen.

 

Y en su postrer y cálido bramido

Chanza y reflexión unidas lamen

Esa herida común que las ha unido.

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Aun nos falta asomar mirada y huella a los alrededores de Mancha Real, a esos parajes, paisajes, senderos, miradores y altozanos desde los que divisar la naturaleza y encontrarnos, quizá con ese que somos y que no siempre sabemos hallar en el cotidiano devenir.

 

La huella del paisaje se hace ojo

Ante el paso indemne del camino.

Sendero adelante, con buen tino

La Peña del Águila te guiña de reojo.

 

El cielo, el universo, azul y rojo,

desde Almadén cuan buen felino

alcanzar pudieras pino a pino

si el esfuerzo te impones con arrojo.

 

Sierra, cumbre, nieve coronada

Y del crepúsculo adicta sierva.

He ahí la tierra a ti postrada.

 

Al fondo una altiva ola ensoñada

Que a la oliva dormida ya le enerva

pues de aceituna se sabe ya preñada.

 

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Y, para terminar, un versito que podría haber salido de uno de los muchos niños y niñas que pasaron por el aula de don José Luis Quero. Palabras de cariño infantil, de admiración y de respeto hacia el Maestro que marcó caminos y guio pasos en la apasionante carrera por saber, aprender, crecer…

 

 

Se nos va nuestro Maestro,

Nos deja huella aquel “profe”

Que nos empezó a enseñar

Lo difícil que es la vida

Si no aprendes a soñar,

A alcanzar lo que pretendes,

A criticar, indagar,

Apurar condicionantes,

Elucubrar soluciones,

Investigar y ser fuertes

A la hora de asentar

Lo que íbamos a ser luego

Tras sus clases, su cariño

Y su empeño por forjar

A unos nuevos ciudadanos

Que pudieranse enfrentar

A los envites del mundo

 Sabiendo siempre parar

Los malos augurios vanos

Que nos suelen esperar

A la esquina de los años

Cuando miramos atrás.

Don José Luis, gracias mil

Por ser siempre aquel Maestro

Que nos enseñó a vivir.

 

Nos vamos dejando al Maestro, al Cronista, al Hombre, bajo la sombra de esa torre vandelviriana de San Juan Evangelista que rige los minuteros de nuestra historia mancharrealeña. Que el universo te acoja, te mime y te asigne un aula celeste con una ventana desde la que puedas seguir viéndonos. Cuídate. Cuídanos.

 

 Texto: Pedro A. López Yera

Imagen: Dibujo de Juan E. Latorre. 

Febrero 2022. (Publicado en DIARIO JAÉN el 20 de febrero de 2022)

 

 

 

 

domingo, 30 de enero de 2022

Del morado al amarillo. Cinco facetas de un arcoíris janero.

 



La publicación por parte de DIARIO JAÉN de cinco libros que ahondan en distintos aspectos de nuestra ciudad y provincia me he impulsado a dedicar esta crónica a sus autores, a quienes han creído en la idea y a nuestro periódico provincial por fomentar la cultura.

Vamos allá: 

Cuando me he acercado, más de una vez, a mi quiosco habitual -un saludo a Inma e Israel- en busca de esos cinco libros editados por nuestro Diario JAÉN, mi pregunta siempre era:  - ¿Tenéis ya los libros de colores?

Se han hecho esperar. Han tardado, pero llegaron, vaya si llegaron. Todo un arcoíris jaenero en el que caminar a la búsqueda de ese tesoro que, como bien dice la leyenda, está esperándonos en el etéreo, ignoto y quimérico lugar donde la luz nace o se pone, donde los colores se funden con esa gota de lluvia huidiza que les dio la vida amancebada con el sol renacido sobre los olivares.

Me apropio de aquel título del recordado Manolo Summers, años sesenta en ristre, que fue “Del rosa al amarillo”; aquella historia de dos niños y de dos “maduritos” que trastabillan con el amor naciente a descubrir (el rosa) o el renacido allende el tiempo (el amarillo) y me deslumbro con ese refranero de José Sánchez del Moral (el morado) y el hilo de vida de Capi Aceytuno (el amarillo) pasando por el infierno de Antonio Morales (el azul), los linces en Rajudna de Magdalena Rodríguez (el verde) o el olivo desnudo de Manuel P. Perálvarez (el naranja).

Sí. Ya estamos en camino “del morado al amarillo”. No hay rosa en las portadas, pero eso no nos interrumpe sendero ni lectura. La senda es apetitosa y derrama color, calor, amor y entrega así que “allá vamos”. Nos esperan emociones y traslados entre universos paralelos, perpendiculares, tangenciales y deliciosamente poéticos. Del infierno al ascensor ansiado, del ojo del lince a los alrededores del Escarchalejo, del lejano latido de una guerra al sonido cercano de los dichos que nos suenan a hogar, del lápiz hecho verso a la tecla vestida de columna diaria, del cuento al texto novelado y todo con ese JAÉN musculoso, “mayusculado” por recrear el slogan publicitario, que nos sobrevuela dejándonos el dulce sabor de sabernos suyos y el amargo regusto de sentir el abandono secular que nos atrapa en el giro inmisericorde de la historia pasada, cercana y actual.

Como dice el verso en los “Sótanos del infierno”, “cuando quise vivir, intenté nacer” y ahí nos encontramos, naciendo a un Jaén distinto en el que “no sé ya quién eres ni quien soy por no saber siquiera dónde estoy”; un Jaén con “diecinueve nombres” pero poco apellido tal y como leemos en “Hablemos como Jaén”. Se afirma también tras esa portada morada, que “en el mercadillo de la vida se vende hasta el alma” y en ello estamos. Vendiendo esfuerzo, escalando posiciones para intentar resurgir y dejándonos, sí, el alma, para que Jaén tenga lo que merece, lo que siempre ha debido tener, lo que nunca debimos dejar en el arcén de la historia a merced de alimañas que solo en su propio beneficio miraron, miran y mirarán si no se les pone freno y se reconducen pasos, huellas y futuros. Las estocadas no siempre vienen del lado oscuro, contrario y enfrentado. En un “quinto sin ascensor” tenemos la glosa de esas “puñaladas fraternales”, los “agujeros negros”, “las ratas” o el “coche oficial para ir a hacer pis”, todo un horizonte que sería distópico si no estuviera prendido a la rabiosa actualidad, esa por la que no pasa el tiempo y permanece estática cambiando de protagonistas, pero inmóvil y sin soluciones.

Quizá como en el “Bosque de los linces” necesitamos que nos salven. Y debemos empezar cada uno de nosotros a conseguirlo. Nadie descenderá de los palcos celestes para “sacar las castañas del fuego” -volvemos al refranero de Sánchez del Moral- sino que hay que poner manos a la obra sin dilación. Hay que poner las mayúsculas a Jaén, hay que auparlo al espacio en el que moverse en igualdad de condiciones que los de la vecindad. Un personaje de “Olivo, torso desnudo” frente a un mapa colgado en la estación “buscó Jaén para orientarse” y esa misma situación parece que se repite en algún que otro ámbito. No estamos seguros de que en ciertas instancias se sepa dónde está Jaén ni tampoco a qué aspiran sus gentes, ni sus tierras, ni el océano de olivos que se les antojan transparentes… “y los mares de olivares perdieron el verde…” “no me dejes sin luz” …

Otra ronda en los círculos de los “Sótanos del infierno” nos marca a fuego que “el libertador no existe. Es el hechicero que descubre nuestros miedos” Abramos, pues, los ojos, las manos, el paso y descubrámonos como adalides de un tiempo a conquistar, de un mañana en el que los que nos han de seguir, los que nacieron de nuestra propia sangre, vivan con mayúscula en un Jaén mayúsculo. Los hechiceros hemos de ser nosotros y no con magias abracadabrantes sino con pulsiones justas, íntegras y compuestas con un fin común. Emprendamos un viaje que ya, lejos de ser iniciático, se asemeje más a una avanzadilla de conquista de libertades, esencias, horizontes y prosperidad.

Subamos, como el protagonista de “Olivo, torso desnudo” en ese tren que nos acerque a la realidad que debería envolvernos y busquemos obviar “las voces tristes que el corazón me manda” para “llegar, llegar y llegar, más y más”. ¡Ay, Jaén! ¿quién te enseñó el olvido?

Libros. Colores. Versos. Cuentos. Vivencias. Del morado -color jaenero por excelencia- al amarillo del sol andaluz. Al fin y al cabo, hablamos del amor a la tierra. En ascensor, en tren, en palabras, en letras, de rama en rama, asomados a la infernal sima, vestidos de refrán oliendo a poema, buscando libertades, soñando futuros. Cinco libros que destilan Jaén, que lo refundan, lo ensalzan, lo rumian y nos lo enfrentan con ese amor, insisto, con el que comenzamos al estilo de Summers. Un espejo a veces deformante, a veces cruel, a veces certero que nos devuelve nuestra tierra, nos la descorcha, nos la presenta y nos permite ahondar en cada uno de esos recovecos en los que encontrarnos, encontrarla y hacernos uno en la lucha por conseguir esas “mayúsculas” que merecemos. Una apuesta por esa cultura cercana, de “andar por casa”, que nos hace descubrirnos de otro modo, con otros ojos, a toda marcha hacia un Jaén que no puede esperar más. Como se afirma en una de estas páginas que comentamos, “la cultura, engrandece; la incultura, empequeñece” y Jaén, nuestro Jaén, tiene vocación de grande. Hagámoslo crecer. Juntos. Unidos.

jueves, 27 de enero de 2022

La señorita Purificación Iturrioz

 


- ¡Mamá!, ¡mamá!... Me recuerdo gritando desconsoladamente al verme solo, por primera vez, frente a aquella mujer, aquella señorita, alta y delgada, de rostro afilado, cabellos color rubio oscuro y vestida con una bata blanca.

Mi madre salía por la puerta tras haberme dejado en la Escuela unitaria de Santa Lucía, en la Tolosa de principios de los sesenta. Miré alrededor. Era una sala enorme, rectangular, con ventanales grandes con marcos de metal pintado de verde.

Mi primera lección no vino de la mano de la maestra. Cuando me calmé, ella me acerco, de la mano, hasta un grupo de niños sentados en corro en unas sillas junto a las ventanas. Y me dejó allí, para mi sorpresa, quizá como oyente de la clase que los alumnos mayores daban a los pequeños. Aquel primer día aprendí que el mundo está dividido en dos partes: el verso y la prosa. Por algún extraño sortilegio del destino, mi primer recuerdo escolar tiene que ver con la literatura.

Un compañero me miró y me dijo: - Pedro, ¿los periódicos están escritos en verso o en prosa?

Tragué saliva y miré al suelo tratando de descubrir en el entarimado de madera una grieta por la que escapar, pero en aquel instante, una luz se hizo dentro de mi inocente cabecilla: ¿No eran versos esas oraciones que mi madre me enseñaba? Sí. Pues entonces, a pesar de que nunca había oído la palabra “prosa” supe que, en efecto, los periódicos debían estar escritos así.

Tras ese inicio llegó la cartilla de la “a” de araña, la “i” de iglesia, como no podía ser de otro modo en aquel tiempo, el “mi mamá me mima” y, poco después, el “Parvulito” de Álvarez.

Mientras tanto, el tiempo pasaba ensimismado entre la recogida de sellos usados para el Domund, las colectas con las huchas de cabeza de negritos, indios y otras razas supuestamente pobres y necesitadas, las diapositivas de los misioneros que nos visitaban y las mañanas de sábado yendo en fila hasta un lateral de la Parroquia para la catequesis.  

El edificio de la escuela, un clásico ejemplo de la época, solo consistía en dos aulas grandes separadas por un vestíbulo con un despacho en el centro, dos pequeños vestuarios, un servicio y una habitación tipo almacén. Todo estaba repetido ya que el ala derecha era para los niños y la izquierda para las niñas.

A ambos lados del edificio las paredes se estiraban hasta formar dos frontones, equivalente vasco, en aquel entonces, a los campillos de futbol habituales por aquí en las escuelas.

La señorita, la maestra, se llamaba Purificación Iturrioz y, siempre lo he dicho, supo abrir en mi todas y cada una de las capacidades que probablemente traía de fábrica y hasta las que solo ella hizo germinar. Siempre tuvo la palabra justa, el mimo a punto, la sonrisa adecuada –no melosa-, el trato cariñoso y la firmeza exacta. Muchas veces la recuerdo lidiando con aquella manada de niños de todas las edades y me descubro añorando, mil años después, su capacidad de trabajo. Es en ella, desde luego, en la que siempre he basado mi actividad posterior docente. Y, a buen seguro, es a aquella Purificación Iturrioz a quien debo mi vocación.

En una de las paredes del aula había varios armarios de madera con puerta transparente. Y, en su interior, con ese olor característico del papel, se atesoraban los libros, la biblioteca de consulta que diríamos ahora. Había otra en la habitación almacén y eran esos volúmenes los que podíamos llevarnos a casa. En la estantería, por el contrario, habitaban las enciclopedias, los libros de imágenes, esos que, con un cierto halo de prohibido, por cuanto solo la maestra podía abrir con llave la puerta de cristal, me atraían sobremanera. Aun hoy, rememorando aquellos instantes, vuelvo a oler el perfume que te inundaba cuando la señorita giraba la llave y abría las puertas acristaladas.

Tampoco puedo olvidar el aroma, entre agrio y dulzón, que emanaba de la leche en polvo americana que, día tras día, teníamos que beber.

La propia maestra, subida a una silla, removía una enorme cazuela que colocaba previamente sobre la estufa de leña que presidía el centro del aula.

Y nosotros, en fila, íbamos alzando nuestro vaso para que ella, con un cacillo, nos lo llenara. ¡Cuántas nauseas me provocaba aquel líquido blanquecino!

Doña Purificación es, para mí, la maestra con mayúscula. Nadie posteriormente ha podido llenar su hueco, a pesar de que con los muchos traslados familiares visité varias escuelas después.

Lástima que nunca puede agradecer a mi MAESTRA lo que hizo por mí, lo que despertó en mi interior. El último recuerdo que tengo de ella, aparte de un beso en la mejilla, fue un recorrido hasta la estantería de los libros. Mi madre ya le había avisado de que nos trasladábamos a Andalucía y ese era el último día.

Veo la llave y escucho el ruido de la cerradura al abrirse. La señorita me mira, me sonríe y me dice: Quiero regalarte dos libros, Pedro, para que te los lleves contigo como recuerdo de todos nosotros. ¿Cuáles quieres?

Y yo, emocionado, casi como ahora mientras lo recuerdo, paseé mis ojos humedecidos y mis dedos temblorosos por los aromáticos lomos de aquellos volúmenes que me habían acompañado tantas veces. Elegí una enciclopedia de Dalmau Carles (distinta de la cotidiana de Álvarez) y un fascinante ejemplar de “El mundo de los animales”.

Durante mucho tiempo me acompañaron hasta que una mudanza –otra- los perdió para siempre.

Si Doña Purificación Iturrioz me está viendo, que seguro que sí, desde el cielo de los buenos Maestros, quiero que sepa que muy probablemente toda mi vida hubiera sido diferente sin su ayuda y que quizá no me hubiera dedicado a enseñar tratando de imitarla, aunque sin conseguirlo del todo.

Gracias, MAESTRA.

Pedro A. López Yera