sábado, 19 de junio de 2021

Una doña Emilia "berlanguiana" (En el centenario de Luis García Berlanga y Emilia Pardo Bazán)

 


Con un sentido que casi podríamos calificar ya de entrada como “berlanguiano” los gurús de las efemérides nos han brindado este 2021 la celebración de dos centenarios que bien pudieran estar unidos por íntimas connotaciones de esas que beben de lo más característico de nuestra sociedad, de nuestra esencia.  Luis García Berlanga nacía el 12 de junio. Emilia Pardo Bazán moría el 12 de mayo. Todo ello en aquellos inicios de los “locos veinte”, en 1921 concretamente. Apenas un soplo del calendario impidió que coincidieran por estos lares. Aun así, con todos los perdones que fuera menester hemos de reconocer un cierto aire “berlanguiano” -volvemos al adjetivo- en doña Emilia. Siempre se dijo que fue muy adelantada en todo. También, por supuesto, en poder adherirse a la concepción que mucho más adelante impulsaría don Luis.

La Pardo Bazán se nos aparece como ferviente devota católica, pero al mismo tiempo como feminista bastante radical para los cánones de su tiempo. Y del nuestro. En su currículum encontramos además pinceladas carlistas, toques de antiliberalismo a pesar de sus orígenes y borbotones de libertad personal poco asimilados por sus contemporáneos. Nunca quiso identificarse profundamente con carlistas o liberales ya que se desengañó de lo que ambas posturas proclamaban. Eso de “pensar por decreto” nunca fue con ella. En alguna de sus entrevistas comentó, al hilo de lo que opinaba Virginia Woolf que “si no puedo ser una ciudadana activa, ni votar ni ser votada, no me pidas que me afilie a ningún partido”. También es de sumo interés recordar los consejos que recibió de su padre: "Mira, hija mía, los hombres somos muy egoístas, y si te dicen alguna vez que hay cosas que pueden hacer los hombres y las mujeres no, di que es mentira, porque no puede haber dos morales para dos sexos". Obviamente, doña Emilia siguió al pie de la letra esas sabias palabras paternas. En su obra “La Tribuna”, por ejemplo, narra el caso de una mujer en la fábrica de tabacos de La Coruña, líder de “las cigarreras” que lucha contra las largas jornadas laborales y los sueldos, siempre más bajos que sus compañeros masculinos.

Otro episodio bastante berlanguiano, por cuanto marca un punto de rebelde extrañeza en el momento, es aquel en que se vio inmersa en la compra de armas en Inglaterra para introducirlas subrepticiamente por la frontera de Portugal en favor de la causa carlista.

Su vida personal, separada, madre de tres hijos y escritora en un mundo de hombres le acarreó distintas inquinas. Ella afirmaba que "Me he propuesto vivir del trabajo literario no siendo dependiente y este propósito, del todo varonil, reclama en mí fuerza y tranquilidad". La sociedad no lo veía así y se recuerdan cancioncillas en extremo crueles como la que le dedicó un crítico literario: "Trasto viejo de desván, envuelta en polvo de rosas, mala madre, mala esposa, eso es la Pardo Bazán”.

Otra de sus obras, que pudimos disfrutar en el Festival de Otoño de Jaén hace unos años y que marca de nuevo su rumbo como defensora de igualdades entonces no puestas sobre la mesa, fue “Insolación”. En ella, una viuda se abre de nuevo al amor y doña Emilia nos coloca a hombre y mujer en el mismo plano para arremeter contra la doble moral sexual. En su vida privada también tuvo que hacer frente a las habladurías que conllevó su relación apasionada con Benito Pérez Galdós.

Doña Emilia no fue admitida en la Real Academia y se llegó a afirmar, en una soflama machista inaceptable, que no entró porque “su culo no cabía en el sillón”. Otra situación que si no fuera dolorosa podría formar parte de un amargo guion de Berlanga.

Don Luis incluye siempre en sus guiones, amén de la sempiterna cita austrohúngara a los eclesiásticos o los militares y toques de índole sexual o familiar. Y todos esos aspectos, salvo el jocoso histórico, nos podrían acercar a la vida de la Pardo Bazán. El director reflexiona en su obra, en voz alta y sin cortapisas -salvo cuando llegó el corte censor- sobre hombres y mujeres, sobre seres que, en el caso de ellas están privadas de libertades y en de ellos se ven arrastrados por el ambiente social al que parecen aplaudir pero que, en el fondo, también les crea inseguridades y dudas.

Doña Emilia podría entrar, y sin calzador, en esa definición de algo extraña, por su libertad y pensamiento, exagerada, por su forma de ser y ofrecerse como autora, con un punto esperpéntico quizá no buscado, inusual por su avance en el tiempo, pero posible y real. Y esas palabras, según algunos críticos definen precisamente lo berlanguiano en tanto en cuanto cala, crea sentido de cultura y es poroso impregnando al lector, al espectador, a la sociedad. España, dicen, es berlanguiana por naturaleza. Doña Emilia, no me cabe duda, también. Ese toque insólito para su época, esas contradicciones, ese punto humorístico y costumbrista son elementos esenciales para comprender un tiempo, para avanzar sabiendo las bases de las que se parte, para reconocernos a nosotros mismos.

Emilia y Luis nunca coincidieron, nunca pudieron mirarse, nunca intercambiaron ideas u opiniones. Pero el manto berlanguiano los une en estos centenarios que ahora celebramos. Doña Emilia, don Luis, que vuestras obras nos sigan guiando por el proceloso mar de la cultura, por el océano berlanguiano en el que nos reflejamos.

Publicado en DIARIO JAÉN el 20 de junio de 2021