martes, 4 de abril de 2023

Un apunte poético de la SEMANA SANTA DE JABALQUINTO

 


APUNTE POÉTICO DE LA SEMANA SANTA JABALQUINTEÑA.

Pedro A. López Yera

La Semana Santa en Jabalquinto tiene ese sabor cercano, esa explosión de júbilo y dolor entremezclados con pinceladas de encuentro familiar. Nuestros pueblos viven de forma personal el paso de cofradías y penitentes por sus calles. Estos versos no son sino una ínfima expresión de lo que se vive, se siente, se disfruta en estos días. Jabalquinto, mecido siempre en su altozano, nos divisa y nos invita a no perdernos sus tradiciones y el cálido encuentro con sus gentes.

Empezamos el recorrido con una glosa a Nuestro Padre Jesús Nazareno, Patrón de los jabalquinteños.

 

A Nuestro. Padre Jesús.

 


Cuan triste te presentas

a quienes esperan ansiosos tu salida.

Dolor transido en la mirada,

rictus adormecido entre la barba.

 

Hablan tus ojos de paz y de perdón

mientras pétalos de sangre llenan tus mejillas.

Cansado gesto arrastras en tu trono

Cruz en ristre, ajena pesadilla.

 

Sé que me miras cuando pasas

y en mi memoria lees cuanto ella guarda.

Y por tanto sabes de mi confianza

en tu cobijo fiel, firme esperanza.

 

Tiene tu frente espinas coronadas

símbolo ruin de burlas ensañadas.

Cada gota que tu sangre riega

abono es de comprensión calmada,

de mutua confianza, de fe ciega.

 

De pronto el júbilo se torna en dolor. La Pasión empieza y nos deja transidos de ese sentimiento que llega tras cada esquina, por cada plaza.

 

El “Amarrado”

 


Amarrar no podemos esclavas almas

Que solo aspiran a salvar esencias.

Amarrar no podemos tu gesto dadivoso

Ni tampoco el ímpetu que ampara,

Que redime, que soporta en frágil equilibrio

Feroces maldades de universos sucios.

Mas te amarran con saña y sin sonrojo

Aquellos por quien morir anhelas.

Soga ensangrentada al aire del perdón.

 

Hay un momento sublime en que Madre e Hijo se encuentran, se miran, se transmiten todo lo que quizá las palabras no pueden ni necesitan expresar. Y se produce ese abrazo que produce ternura y, a la vez, desolación al saber que es una despedida.

 

El abrazo.

 


(En encuentro de Ntro. Padre Jesús Nazareno

y María Santísima de los Dolores de Jabalquinto)

 

Es tu madre, señor, quien te saluda

con profundo dolor, atormentada.

María de los Dolores, que te abraza,

enjugando sus lágrimas; cansada.

 

En tu camino de sangre hacia la muerte

ella aparece de dolor transida.

Cruza sus ojos contigo y desespera;

mas ella es madre y la esperanza abriga.

 

Semblante roto y húmeda mirada

de mujer ante un hijo; iluminada

por mil cirios de cera transmutada.

Cruel preludio de salvación humana.

 

Jesús, Nuestro Padre, ¿Qué sendero

tomar debiste al encontrarla?

Ahorrarle ese dolor te propusiste,

mas pudo más tu afán por abrazarla.

 

Madre, sufrir no debes por mi paso

hacia el fin que tengo establecido.

Las palabras del Padre solo sigo.

Pues de cruz forma adquiere mi destino.

 

Hijo, ¿Cómo has de morir ensangrentado

para cumplir divinas profecías?

Salva al humano género, mas dando

valor inmenso a tus terrenos días.

 

¿Cómo has de irte de mi lado,

mi hijo, Jesús, mi bien amado?

! Qué sola has de dejarme,

aunque ya todo el mundo esté salvado ¡

  

Abrazo de viernes santo, sazonado

de gargantas de vítores repletas.

Brazos de madre e hijo que se funden

mecidos al hilo sutil de las saetas.

 

Y al terminar, el corazón henchido

por las lágrimas acaso contenidas,

recibe sereno y placentero

la bendición del Dios allí reunido.

 

Semana Santa de pueblo a ti entregado;

Jabalquinto, a tu fervor rendido.

Sentimiento de amor por ti engendrado

en tus siervos ahora bendecidos.

 

Sigue Jesús el amargo sendero establecido

por la Divina Arquitectura del destino.

Mira María -pupilas doloridas-

a quien a nuestra vida da sentido.

 

Y en todos quienes han vivido

este abrazo de amor tierno y divino,

brota un ardor de fe, enardecido,

que ilumina por siempre su camino.

 

La sublime entrega por todos, el supremo sacrificio se ha consumado. Hay un silencio que llena almas y calles…

 

Santo entierro.

 


No rompe el silencio el latido del tambor

Y tampoco el sollozo quedo que tu garganta inunda.

El silencio digiere mil dolores que auscultan lágrimas

Mientras el lánguido paso añora una saeta.

Transida la mirada, enhiesto el soplo de corneta.

Madre que padece la presente ausencia

Con la exangüe visión de la muerte anunciada.

El prudente suspiro inhala inciensos

El camino asciende por el altozano

Derramando perdones, despertando almas.

Tambor y corneta, corazón y espíritu.

Madre e Hijo. Tierra y cielo.

Silencio dormido.  Despertar generoso.

 

Y ese despertar de la resurrección apaga silencios y destapa el futuro. Un domingo glorioso con el que insuflar aire al camino que aguarda…

 

El resucitado


 

Vibra tu mirada lanzada al infinito

Tras apartar sangre, dolor y losa

Del soplo terrenal apenas estrenado.

La eterna sonrisa suple, enhiesta y jubilosa

El tránsito salvador que, al fin, ofrece

Refugio y esperanza sin más duelo

Que la espera paciente del reencuentro.