Junto a un gran hombre siempre hay una gran
mujer. Y Miguel Hernández no era una excepción. Aquí vemos a Josefina Manresa,
su amor, sentada en un árbol, en aquel terrible agosto de 1936.
Ella dedicó toda su vida a cuidar el legado de su
marido. Apenas convivieron unas semanas, pero el tiempo que pasaron juntos fue
suficiente para que algunos aspectos de la vida del poeta sólo los pudiera
conocer Josefina
“Mi querida nena”, “mi querida esposa, “mi
querida Josefinilla”. Así encabezaba Miguel Hernández las decenas de cartas que
le escribió a su mujer. Fueron muchas, tantas que su relación se podría
considerar básicamente epistolar, ya que apenas convivieron unas semanas
después del matrimonio y algunos días de permiso que el poeta tuvo durante la
guerra. Se conocieron en 1933, formalizaron el noviazgo en 1934 y se casaron en
1937, pero Miguel pasó la mayor parte del tiempo lejos de casa: de viaje
(Madrid, París, Suecia, Rusia…), en el frente y, finalmente, en la cárcel. Sin
embargo, él le escribió prácticamente todos los días. Aquella mujer casta y
sencilla, como los versos que le dedicó el poeta, fue su musa y su gran amor.
Este año se cumple un siglo del nacimiento
de Josefina Manresa en Quesada, Jaén. Por eso no está de más recordarla. El gran
espíritu de Josefina, que en un principio puede resultar incluso ingenuo,
reside en los pequeños detalles: la vida cotidiana, los olores, lo que le
gustaba comer a Miguel, el apuro que le daba a Josefina no saber cocinar. Josefina
rememoraba cómo su abuela hilvanaba los bajos de los pantalones con el propio
hilo de la tela, que la miseria llegó a ser tanta que había un hombre apodado
Céntimo, o que nunca pudo quitar las manchas de pus y sangre de la ropa que
Miguel llevaba en la cárcel, ya gravemente enfermo de tuberculosis.
Por cierto, ahora se publica de nuevo el
libro de sus memorias: Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández.
No os lo perdáis.
Lo escribió en algo más de dos meses y le echaron
una mano su hermano Manolo y su hijo Manuel Miguel. Josefina Era muy reservada
con su vida íntima pero tenía una memoria prodigiosa por lo que sus amigos no
dejaron nunca de pedirle que se animara a contar su vida. Le ayudó también la
necesidad de enmendar muchos de los errores que fue encontrando en
publicaciones y biografías del poeta. Josefina no escatima correcciones (y
reproches) a quienes han publicado datos falsos o textos sin su autorización.
Josefina guardó con sumo cuidado todo lo
que le había quedado de Miguel, sobre todo, manuscritos y cartas aunque dice
que pocos objetos se pudieron guardar de Miguel ya que no tenía nada. También
relata la odisea que supuso conservarlo todo en la durísima posguerra que le
tocó vivir: era la viuda de un rojo y los registros de su casa fueron
constantes. El legado del poeta de Orihuela llegó a estar escondido dentro de
un saco, enterrado en el patio de la casa.
Josefina era sencilla, tradicional,
católica y recatada, hasta los 15 años no tuvo “amigas de salir de paseo”.
Algunas de los pensamientos de Josefina cuando era una joven costurera reflejan
el clima de recato y beatería en que se educó. El punto de encuentro entre ella
y el poeta fue su vitalidad. La forma de ser de Josefina encandiló a Miguel.
Ella era muy simpática, graciosa y alegre aunque con el tiempo se hizo más
taciturna y reservada. Su vida no fue fácil y se le fueron acumulando motivos
para el duelo: su padre, guardia civil, fue asesinado al principio de la
guerra; su madre, fallecía días después de su boda con Miguel; y en 1938, moría
su primer hijo.
Después vino el encarcelamiento y la agonía
del poeta. Como se habían casado por lo civil, tuvieron que repetir la boda por
el rito católico, pocos días antes del fallecimiento del poeta, el 28 de marzo
de 1942. La escena que describe Josefina de aquel segundo matrimonio es
especialmente dura: Miguel no se podía mover de la cama y la boda se celebró
con él tirado en un jergón. “Y así se fue Miguel al otro mundo: con todas sus
ilusiones, con todos sus deseos, con toda su honradez y con toda su tristeza
que solamente sé yo”. Josefina falleció en 1987.