martes, 25 de julio de 2017

PRESENTACIÓN DE LA MEDALLA DE NUESTRO PADRE JESUS DE JABALQUINTO (DIARIO JAÉN)


Palabras para el acto de presentación de la Medalla dedicada a NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO por DIARIO JAÉN.

Pedro A. López Yera.

JABALQUINTO. 24.07.2017.

Buenas noches.

Una medalla, amigos y amigas jabalquinteños, siempre ha formado parte de ese pequeño legado que nuestras madres y abuelas han ido atesorando a lo largo del tiempo y que han jalonado nuestra vida: desde la medallita que nos colocaron en el bautizo pasando por la de la primera comunión, ha sido una costumbre muy popular llevar al cuello o prendida en un broche la imagen de nuestro patrón o la de esa virgen a la que encomendar tal o cual actividad diaria en petición de ayuda o de simple compañía reconfortante.

Y eso ha sido así en la mayoría de las veces más allá incluso de ideologías. Una medalla es un guiño a la tradición, a lo que nuestros ancestros nos han aportado con su vida y su experiencia. Una manera de sentirnos seguros en mitad de la vorágine del día a día aunque en muchas ocasiones ni siquiera hayamos sido conscientes de ello.

Hoy, en este acto entrañable, DIARIO JAÉN nos deja una nueva medalla, otro tesoro que guardar o que lucir, al que elevar una plegaria o al que sentir a cada paso latiendo al unísono con nuestro pecho. Y no podía estar dedicada mas que a Nuestro Padre Jesús.

Una imagen que lleva en su nombre la palabra PADRE y que, además, se nos muestra con el posesivo NUESTRO delante, despierta especiales sentimientos. Un padre nos quiere, nos alimenta, nos empuja a vivir, nos muestra el camino que hemos de aprender a seguir, nos ilumina en tiempos complicados, nos alienta cuando el desánimo aparece, nos mira y en esa mirada lo comprendemos todo. Y todo eso nos inunda cuando le recreamos en nuestro interior, pero también cuando le vemos procesionar, majestuoso en su dolor, con la galanura propia de quien arrastra una misión inconmensurable. A su paso nos sabemos más humanos y, quizá, nos olvidamos de todo eso que nos hace desviarnos del camino sencillo y ofrecer nuestra mano, nuestro hombro, a quienes caminan con nosotros.


Escribí hace justamente ahora veinte años -en un pregón de feria- a Nuestro Padre Jesús unas palabras que decían:  “Nos miras y sentimos tu mirada, Jesús. Incluso somos capaces de escuchar tu voz con el oído del corazón. Nos hablas directamente a lo más hondo de nuestro ser. Tu manto parece ir acogiendo a los jabalquinteños a tu paso. Los reflejos dorados, como avecillas que se posan quedamente sobre el regio tejido, son como guiños a quienes te esperan; como íntima confirmación a todo lo que te pide cada corazón cuando pasas junto a él. Solo hay que mirarte para olvidarse de las pequeñas cargas, de esos roces, a menudo carentes de sentido, que nos enfrentan y sentir dentro un chasquido, una llamarada –la tuya- que nos permita salir indemnes y sonreír al porvenir”

Con esta promoción de DIARIO JAÉN muchos jabalquinteños y jabalquinteñas te llevarán ahora no solo en lo más íntimo de su pensamiento sino que también lucirán con orgullo tu imagen junto a su corazón.  Quizá resuenen en sus oídos versos como los que te dediqué hace ya algunos años:



Cuan triste te presentas

a quienes esperan ansiosos tu salida.

Dolor transido en la mirada,

rictus adormecido entre la barba.



Hablan tus ojos de paz y de perdón

mientras pétalos de sangre llenan tus mejillas.

Cansado gesto arrastras en tu trono

Cruz en ristre, ajena pesadilla.



Sé que me miras cuando pasas

y en mi memoria lees cuanto ella guarda.

Y por tanto sabes de mi confianza

en tu cobijo fiel, firme esperanza.



Tiene tu frente espinas coronadas

símbolo ruin de burlas ensañadas.

Cada gota que tu sangre riega

abono es de comprensión calmada,

de mutua confianza, de fe ciega.



 Fueron versos del comienzo de mi andadura con los chavales de este pueblo al que ya considero casi como mío. Veinticinco años de enseñar y aprender con quienes ahora ya son ciudadanos “de pro” y cuya presencia me hace sentir de nuevo como en casa, como en aquella aula que compartimos y de la que todos nos llevamos algo positivo, ellos y yo. Al menos eso espero y siempre he vivido confiado en ello.


A la inmensa alegría de volver a Jabalquinto se une el orgullo de presentar esta medalla que ofrece Diario Jaén a quien agradezco el honor de haber contado conmigo para este acto en el que, bajo la presencia intangible de Nuestro Padre Jesús, contamos con la entrañable compañía de los miembros de la hermandad, de mi buen amigo Antonio García, fiel intérprete de la historia local y compañero de docencia, de nuestro alcalde Pedro, alumno inolvidable, de Lucia Vasco, alumna en el recuerdo, de Juan Espejo, alma mater de nuestro periódico local, de José Márquez, director comercial de Caja Rural   y, por supuesto, de ustedes, jabalquinteños todos.

Que la mirada de Nuestro Padre Jesús, ahora también desde la medalla que Diario Jaén nos ofrece, nos permita dilucidar hacia dónde dirigir nuestros pasos con la ecuánime sensatez de quienes se saben dueños de su destino. Un porvenir que, a buen seguro, contará con las páginas de diario JAÉN para proclamar logros y metas conseguidas.


Para terminar, permitidme que vuelva de nuevo a uno de mis poemas aparecido en aquellos “Versos al hilo de la Historia” que el Ayuntamiento editó en su día y que me sirve ahora para despedirme hasta otra próxima ocasión aunque como decía Ruyard Kipling “Nunca se dice adiós del todo; estaré con vosotros junto al horizonte”.

El verso tiene como protagonistas, como no, a Nuestro Padre Jesús y a su madre, la Virgen de los Dolores y, como ya se habrán podido imaginar, su título es EL ABRAZO.

Como es bastante largo y no quiero cansarles, este es un pequeño resumen:


Es tu madre, señor, quien te saluda

Con profundo dolor, atormentada,

María de los Dolores que te abraza

Enjugando su lágrimas. Cansada.



En tu camino de sangre hacia la muerte

Ella aparece de dolor transida.

Cruza sus ojos contigo y desespera;

Pero ella es madre y la esperanza abriga.



Abrazo de viernes santo, sazonado

De gargantas de vítores repletas.

Brazos de madre e hijo que se funden

Mecidos al hilo sutil de las saetas.



Y en todos quienes han vivido

Este abrazo de amor tierno y divino

Brota un ardor de fe, enardecido,

Que ilumina por siempre su camino.



Y ya solo queda disfrutar de esta medalla que DIARIO JAÉN, haciendo honor una vez más a su eslogan MAS DE LO QUE LEES, nos ofrece para mayor gloria de nuestro patrón NUESTRO PADRE JESÚS. Que él nos ilumine a todos.

Muchas Gracias.

LEVANTANDO LA MIRADA HACIA EL FUTURO. (EN EL DÍA DE LA MIASTENIA GRAVIS)



“LEVANTANDO LA MIRADA HACIA EL FUTURO. EN EL DÍA DE LA MIASTENIA GRAVIS”.



Cuando tu mente y tu cuerpo se ven, de pronto, sujetos a la extraña normativa que una enfermedad, rara por más señas, te marca como canon de vida, tu realidad se tambalea. Lo que antes tenías colocado en un lugar de preeminencia pasa, de la noche a la mañana, a serte casi indiferente. Los valores se te descuadran, corren y se esconden sin que seas capaz de situarlos donde siempre creíste que debían estar.



En ese momento en que tomas conciencia de que hay algo llamado MIASTENIA que te espera tras las puertas, te acompaña mientras caminas, te hace cosquillas si comes o simplemente respiras, la luz deja de estar sobre ti, como si el sol tuviera ya otro recorrido, como si no bastase con abrir los ojos –si la ptosis te lo permite- para ver la diplópica realidad  que te circunda.



Y así vives ignorando cuál será tu próximo movimiento, cuál tu sensación siguiente o qué podrás esperar al alba. Sueñas con algo en lo que apoyarte, algo o alguien que te plantee esas pequeñas cosas con las que seguir teniendo metas y que te empuje a saltar los obstáculos. Necesitas esa fuerza que te alce la mirada hacia el futuro que, quizá, has visto desmoronarse con el diagnóstico en la mano.



Descubres que tus propios anticuerpos te agreden y conoces a una amiga que ya nunca te abandonará llamada Miastenia Gravis. Se te caen los párpados, puedes ver doble o borroso y en poco tiempo se afectarán los músculos de las extremidades o incluso los respiratorios. Un calvario diluido con fármacos que no curan la enfermedad aunque ayudan a hacer desaparecer o controlar ciertos síntomas.

Si llegan el calor o el estrés, todo empeora. Si la actividad física aumenta, también. Y alrededor se va creando ese ambiente entre jocoso, lacerante o sarcástico que produce el desconocimiento: ¡que se te cierra el ojo! ¡Pero qué flojo eres! ¡Venga, hombre, que no se diga!

Se podría pensar que el hecho de que  una enfermedad rara te asalte es menos probable que acceder al premio gordo de cualquier lotería. Dicen las cifras oficiales que un seis por ciento de la población mundial está afectada por una dolencia de esas extrañas cuyos nombres ni nos suenan.  Unos tres millones y pico de compatriotas sufrimos alguna de las cerca de siete mil patologías raras, neurodegenerativas, autoinmunes y, casi siempre, incurables amén de curiosas, excepcionales, y singulares. 



La Miastenia Gravis es una enfermedad rara o de baja prevalencia que afecta aproximadamente a unas quince personas por cada 100.000 habitantes en España aunque el número de afectados va en aumento. Se trata de una dolencia autoinmune, crónica, que avanza a base de brotes espaciados en el tiempo, y relacionada con la destrucción de los receptores de la acetilcolina de la unión neuromuscular, produciendo debilidad y fatiga anómalas de los músculos voluntarios. Además de ese “cansancio generalizado” sus efectos más reconocibles son la caída de los párpados (Ptosis) con una visión doble añadida (Diplopía) y la dificultad para pronunciar ciertos sonidos (Afectación bulbar). Cuando se produce una agravación brusca de la musculatura respiratoria hablamos de una crisis miasténica. De pronto notamos una sensación de falta de aire (disnea) y aumenta el número de respiraciones por minuto con lo que aparece el nerviosismo, el aumento de la sudoración y el  pánico de no poder respirar. Obvio es decir que se necesita urgentemente atención médica en esa situación.

En la mayoría de ocasiones no existen unidades o centros médicos de referencia con personal especializado y tampoco demasiada voluntad de alcanzar tratamientos que nunca serán viables económicamente. En casos demasiado frecuentes los profesionales médicos se ven impotentes ante síndromes sobre los que poca o nula información se les ha proporcionado lo que impide un diagnóstico precoz.



Y, como cada año, llega el 2 de junio para recordar a doctores, afectados y sociedad en general que los miasténicos estamos ahí, que luchamos contra esa extravagante, caprichosa y excéntrica Miastenia y que pedimos atención, investigación y apoyo. Ojalá, como repetimos cada 365 días, esta celebración no fuera necesaria y contáramos con toda la ayuda que nos haría solventar todos los problemas que la enfermedad acarrea. Ojalá esa mirada que a veces nos cuesta tanto mantener “erguida” estuviera siempre enfocada hacia adelante, hacia la vida que merecemos. Que nuestra Miastenia no aparezca otra vez como esa rara avis que renace cada año para volver a hundirse en el olvido a las pocas horas.

Los miasténicos estamos aquí y te pedimos que, al menos, te informes sobre nuestra realidad. Ayúdanos a mirar hacia adelante.

martes, 28 de marzo de 2017

Josefina Manresa: El amor de Miguel Hernández.




Junto a un gran hombre siempre hay una gran mujer. Y Miguel Hernández no era una excepción. Aquí vemos a Josefina Manresa, su amor, sentada en un árbol, en aquel terrible agosto de 1936.

Ella  dedicó toda su vida a cuidar el legado de su marido. Apenas convivieron unas semanas, pero el tiempo que pasaron juntos fue suficiente para que algunos aspectos de la vida del poeta sólo los pudiera conocer Josefina

“Mi querida nena”, “mi querida esposa, “mi querida Josefinilla”. Así encabezaba Miguel Hernández las decenas de cartas que le escribió a su mujer. Fueron muchas, tantas que su relación se podría considerar básicamente epistolar, ya que apenas convivieron unas semanas después del matrimonio y algunos días de permiso que el poeta tuvo durante la guerra. Se conocieron en 1933, formalizaron el noviazgo en 1934 y se casaron en 1937, pero Miguel pasó la mayor parte del tiempo lejos de casa: de viaje (Madrid, París, Suecia, Rusia…), en el frente y, finalmente, en la cárcel. Sin embargo, él le escribió prácticamente todos los días. Aquella mujer casta y sencilla, como los versos que le dedicó el poeta, fue su musa y su gran amor.

Este año se cumple un siglo del nacimiento de Josefina Manresa en Quesada, Jaén. Por eso no está de más recordarla. El gran espíritu de Josefina, que en un principio puede resultar incluso ingenuo, reside en los pequeños detalles: la vida cotidiana, los olores, lo que le gustaba comer a Miguel, el apuro que le daba a Josefina no saber cocinar. Josefina rememoraba cómo su abuela hilvanaba los bajos de los pantalones con el propio hilo de la tela, que la miseria llegó a ser tanta que había un hombre apodado Céntimo, o que nunca pudo quitar las manchas de pus y sangre de la ropa que Miguel llevaba en la cárcel, ya gravemente enfermo de tuberculosis.

Por cierto, ahora se publica de nuevo el libro de sus memorias:  Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández. No os lo perdáis.

Lo escribió en algo más de dos meses y le echaron una mano su hermano Manolo y su hijo Manuel Miguel. Josefina Era muy reservada con su vida íntima pero tenía una memoria prodigiosa por lo que sus amigos no dejaron nunca de pedirle que se animara a contar su vida. Le ayudó también la necesidad de enmendar muchos de los errores que fue encontrando en publicaciones y biografías del poeta. Josefina no escatima correcciones (y reproches) a quienes han publicado datos falsos o textos sin su autorización.

Josefina guardó con sumo cuidado todo lo que le había quedado de Miguel, sobre todo, manuscritos y cartas aunque dice que pocos objetos se pudieron guardar de Miguel ya que no tenía nada. También relata la odisea que supuso conservarlo todo en la durísima posguerra que le tocó vivir: era la viuda de un rojo y los registros de su casa fueron constantes. El legado del poeta de Orihuela llegó a estar escondido dentro de un saco, enterrado en el patio de la casa.

Josefina era sencilla, tradicional, católica y recatada, hasta los 15 años no tuvo “amigas de salir de paseo”. Algunas de los pensamientos de Josefina cuando era una joven costurera reflejan el clima de recato y beatería en que se educó. El punto de encuentro entre ella y el poeta fue su vitalidad. La forma de ser de Josefina encandiló a Miguel. Ella era muy simpática, graciosa y alegre aunque con el tiempo se hizo más taciturna y reservada. Su vida no fue fácil y se le fueron acumulando motivos para el duelo: su padre, guardia civil, fue asesinado al principio de la guerra; su madre, fallecía días después de su boda con Miguel; y en 1938, moría su primer hijo.

Después vino el encarcelamiento y la agonía del poeta. Como se habían casado por lo civil, tuvieron que repetir la boda por el rito católico, pocos días antes del fallecimiento del poeta, el 28 de marzo de 1942. La escena que describe Josefina de aquel segundo matrimonio es especialmente dura: Miguel no se podía mover de la cama y la boda se celebró con él tirado en un jergón. “Y así se fue Miguel al otro mundo: con todas sus ilusiones, con todos sus deseos, con toda su honradez y con toda su tristeza que solamente sé yo”. Josefina falleció en 1987.  


lunes, 27 de marzo de 2017

MIGUEL HERNÁNDEZ. 75 años.


He aquí dos niños en mitad del aparente orden que el fotógrafo impuso. Miguel y Ramón. Hernández y Sijé. Amigos. Compañeros. Transidos de dolor y de poesía serían después asaeteados por la historia de un modo u otro. Al final sus certificados de defunción hablan de bronquitis y tifus, tuberculosis y septicemia. Pero nosotros sabemos que por encima de la enfermedad, en especial de Miguel, hay otra capa de ignominia vestida de pena capital conmutada en dolencia crónica.

Aquí son niños con alma de niño y miran al frente con su maestro. Perdón, con su Maestro. Hay palabras que lo merezcan o no gramaticalmente deberían llevar siempre la mayúscula prendida en el ojal. Una es esa, Maestro. Otra es Poeta.

Y en esta foto ambas se dan la mano y la mirada. Nada de vivir “sin alas y oscuramente” como diría el verso. Nada que indicara “en la madrugada del tiempo” que se “hundiría en la noche” el niño que fueron. Aun quedaba en el tintero insomne el grito, aquel de “Que mi voz suba a los montes

y baje a la tierra y truene, eso pide mi garganta desde ahora y desde siempre”.

Y la vida les hizo bajar del estrado de la foto y lanzarse al agua sangrienta para ser “ruiseñor de las desdichas” “bravo como el viento bravo, leve como el aire leve”.

La lucha llegó apenas tras unas hojas arrugadas de almanaque y “mientras que te queden puños,

uñas, saliva, y te queden corazón, entrañas, tripas, cosas de varón y dientes” invitaron a “vivir

mientras el alma suene”. Al fin y al cabo, ya lo cantó Miguel, “aquí estoy para morir, cuando la hora me llegue pues varios tragos es la vida y un solo trago es la muerte”.

Pero todo cuesta, “el sudor es un árbol desbordante y salado, un voraz oleaje” y con él –decía- con su espada de sabrosos cristales, con sus lentos diluvios, nos hará transparentes, venturosos, iguales”. “El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve”.

Y la vida, el sudor, la sangre, el  amor... -“Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto que sea como el pájaro más leve y fugitivo?”- palabras que son hechos, piedras sillares, adoquines cuan cimientos de luz que nos hacen vislumbrar más allá de los corsés diarios a los que abrir deberíamos las costuras y ballenas: ¿Quién ha puesto al huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayo detuvo prisionero en una jaula?

Sí, Miguel. Sí, Ramón. Amigos de aula. Compañeros de verso. Camaradas de sangre. Amantes de sones y tañidos: “Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas”. El dolor y su manto vinieron  a vuestro encuentro y escuchamos un lejano tintineo de versos engarzados con lágrimas de orgullo: “Si me muero, que me muera con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, la boca contra la grama, tendré apretados los dientes y decidida la barba”.

Setenta y cinco años, Miguel, setenta y cinco, han pasado como soplos de madrugada sobre los olivares que tu verso elevó a las alturas. Setenta y cinco elegías como espejos de feria inocente.  Setenta y cinco paseos “vestido de esqueleto, durmiéndote en el plomo”. Y, sin embargo, ya ves, setenta y cinco golpes que no han dejado dormir nuestra memoria pues “no pudo con tu muerte la lengua del gusano” ni el olvido cruel, ni el inducido. “Muere un Poeta y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas” pero en el irredento baile de las neuronas despiertas, su verso renace en nuestro despertar. Día tras día. Año tras año. Setenta y cinco años y setenta y cinco más.  “Como si paseara con tu sombra, paseo con la mía”, Miguel. Déjame imaginar que alguna vez seré Poeta. Al fin y al cabo soy –fíjate- uno de esos “Andaluces de Jaén” a los que cantaste para que desatáramos nudos “sobre las piedras lunares”, para que fuéramos libres asomados a las lomas vestidas de olivares.

Por ti, Miguel. “Tu risa –tu verso- me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca”.

Traguémonos juntos la Luna.  
(Las frases entrecomilladas son versos de Miguel Hernández)    






jueves, 23 de marzo de 2017

¿Y si fuera verdad?



En mitad de la zarabanda en la que nos hemos sumido al descubrirnos virtuales descendientes de los atlantes que supuestamente habitaron nuestra tierra se han empezado a observar ligeros movimientos sísmicos que alteran el sosiego de nuestro día a día jaenero. ¿Y si fuera verdad? ¿Y si se respetaran los restos arqueológicos para construir la ciudad de la justicia en otro enclave? A pesar de que se han echado las campanas al vuelo la realidad es que todo se basa en buenas intenciones. Y de eso están nuestras alforjas llenas aunque a cada paso que damos suelen ir perdiéndose por algún extraño “bujero” inadvertido.

Tuvimos la genial idea de construir un funicular que nos conectara con el Castillo de Santa Catalina y la de dotarnos de un tranvía moderno y ecológico. Imaginamos que un Museo Íbero nos situaría en los mapas turísticos. Pedimos que la Catedral de Jaén fuera declarada Patrimonio de la Humanidad. Diseñamos varios centros comerciales al más alto nivel con marcas señeras y salas de cine de última generación. Pedimos que los trenes no nos abandonen. Nos apuntamos a la moda de los parques acuáticos. Soñamos con un merecido polideportivo. Y así podríamos ir enumerando empeños, antojos, anhelos y apetitos varios que han ido quedando unos por las cunetas del tiempo y prendidos con alfileres otros.

De vez en cuando suenan las trompetas, se inician obras, se cortan cintas, se escuchan aplausos, se expresan en voz alta lo que solo son elucubraciones y luego solo nos queda preguntarnos ¿será verdad?

A veces, incluso, se da comienzo a proyectos que ilusionan pero por algún extraño sortilegio quedan parados, abandonados, olvidados de un modo que parece exclusivo de esta tierra nuestra del Santo Reino. Y los que parecen llegar a buen fin lo hacen tras inusitados retrasos.

La verdad se mezcla con el deseo y  termina cediendo ante los escollos que alguna mano negra invisible o presentida nos presta a modo de perversa zancadilla. 

¿Cuándo vamos a levantar cabeza a pesar de todo? Que el dios Atlante (Atlas) nos ayude en esta titánica tarea de mantenernos firmes ante la desidia y el olvido. Hagamos verdad lo que soñamos. El futuro nos va en ello.

martes, 21 de marzo de 2017

Aquellos maestros...


Buscando por los vericuetos de las hemerotecas encuentro este añejo artículo de 1966, con más de cincuenta añitos a la espalda, firmado por Jaime Capmany en ESCUELA ESPAÑOLA. No me resisto a compartirlo por cuando mucho de lo allí mencionado podría aplicarlo a mi primera maestra, doña Purificación, y a mi profesor universitario don Alfonso Sancho. Si las letras -ajadas por el tiempo- os lo permiten, os recomiendo su lectura.

domingo, 12 de marzo de 2017

JAÉN, LA ATLÁNTIDA, LA DESIDIA Y EL OLVIDO.


JAÉN, LA ATLÁNTIDA, LA DESIDIA Y EL OLVIDO.

Hoy, dentro de ese pequeño –muy pequeño, casi diminuto- terremoto que las teorías de Georgeos Díaz-Montexano, experto en Atlantología y responsable del documental de National Geographic sobre Marroquíes Bajos, producido por James Cámeron, en el que defiende su teoría de que la Atlántida podría tener raíces en nuestro Bulevar de Jaén, el diario JAÉN, de la mano de Manuela Rosa Jaenes le dedica una amplia entrevista. Insiste en ella Georgeos en afirmar que este yacimiento es un lugar único en el mundo.
¿Cómo nos quedamos? Pues como jaeneros que somos, igual. Poco nos animan esos descubrimientos. Como tampoco nos anima o nos enerva que nos quiten conexiones ferroviarias, que el tranvía se oxide paulatinamente en su olvido culpable o que nuestros aceites se vean destronados por otros con más “mala idea” por decirlo de algún modo. En Jaén somos así. Ya se sabe.
Dice Georgeos que “de todos los poblados del Calcolítico hallados hasta la fecha del tipo de recintos circulares y fosos, Marroquíes Bajos es, de momento, el único donde se ha podido probar que se excavaron fosos de mayor profundidad que fueron preparados para contener agua” Y eso significa que “coinciden con los diseños urbanísticos de la civilización Atlántica —según vemos descrito en el Critias de Platón—, de tal forma que se alternaban con espacios inter-fosos como anillos de tierra sobre los que se asentaban viviendas y otro tipo de edificaciones. De todos los poblados de recintos y fosos, solo el de Marroquíes Bajos parece haber tenido un diseño circular concéntrico casi perfecto, como si hubiera sido trazado al compás. Exactamente eso es lo que se dice de la capital de Atlantis en el mismo texto del Critias o el Atlántico”.
Y ahora vas y lo cuentas. Claro que como es en Jaén donde se oye, pues que, nada, que por un oído... y por otro...
Otra apreciación del Sr. Díaz-Montexano que debería ponernos los pelos como escarpias: “Si esta ciudad Calcolítica de Marroquíes Bajos hubiera sido hallada bajo las aguas del Atlántico, cerca de Cádiz o Huelva, o incluso bajo las arenas o marismas de Doñana, al igual que sucedió con Troya, nadie dudaría hoy en día, ni siquiera en las Universidades de mayor prestigio, de que se trataría de la misma ciudad que inspiró la leyenda histórica de la Atlántida” . La zona de “Marroquíes Bajos sería una capital del interior de la llanura Bética, una ciudad hermana de la metrópolis de Atlantis que estaría en el Atlántico. Puede incluso que Marroquíes Bajos, o la Primigenia Jaén, fuera la capital de alguno de los diez reinos de la Atlántida que se describen en el Critias, aunque no podamos saber cuál de ellos exactamente”.
Ya con solo leer semejantes afirmaciones le dan a uno ganas de sentirse “atlante” y de darle un abrazo de oso al amigo Georgeos sin pararse mucho a rumiar algunos comentarios descalificatorios al respecto. Que haberlos, haylos. Continúa nuestro “ángel custodio de la historia” afirmando que... “pobre del político, funcionario, científico o arqueólogo que intente oponerse a lo que el pueblo está exigiendo, que el sitio de Marroquíes Bajos sea definitivamente salvado de la especulación urbanística moderna y, acto seguido, reconvertido en un verdadero bien socio-cultural en un legado que debe ser conservado y trasmitido a las nuevas generaciones, con independencia de que haya tenido que ver, o no, con las bases históricas que dieron origen a la leyenda de la Atlántida”
Todo ello, claro, lo afirma porque no nos conoce. No sabe de la desidia que nos atenaza, de la desgana con que observamos lo nuestro, de ese “mirar hacia otro lado” que nos caracteriza. Como bien afirma Juan Espejo en su crónica, el único elemento que nos ha permitido poder seguir observando esos restos es, sola y exclusivamente, la falta de “dineros” –típica expresión jaenera- con los que levantar y construir sobre ellos. Por una vez habrá que bendecir la denostada crisis si nos ha permitido, al menos por un tiempo, poder disfrutar de estos recuerdos de nuestro pasado remoto.
Los viejos atlantes giennenses se habrán removido en sus olvidadas tumbas mientras sueñan con feroces excavadoras que revienten su paz y su legado. Pero el peligro persiste. Necesitamos saber que nuestros hijos, nietos o descendientes podrán acercarse a su propia historia asomándose a este yacimiento y que no quedará sepultado entre anodinas construcciones que, desde luego, no perdurarán.
Yo quiero ser un descendiente de los atlantes. ¿Y tú?
(Por cierto, quiero agradecer a Georgeos Díaz-Montexano, su amable mensaje relativo a mi anterior publicación sobre el tema)

Jaén y la Atlántida.

LA ATLÁNTIDA ESTABA EN.... JAÉN.
Eso dicen, al menos, los de National Geographic en un documental producido por James Cameron, el de Titanic, basado en las investigaciones de Georgeos Díaz-Montexano. La reconstrucción de lo que sería la primitiva Jaén en lo que ahora conocemos con el Bulevar es verdaderamente fascinante. Se afirma en el documental que este yacimiento, este lugar, podría ser tan importante como las pirámides de Egipto. Sin embargo, como está en Jaén -un lugar perdido entre no se sabe qué pliegues de la historia y de... la geografía, lo que ha despertado en algunos miembros sesudos de la comunidad ¿científica? es que es..."una tontería". Desde luego, así nos va. Hoy se hacen eco de la noticia los periódicos locales como mi querido DIARIO JAÉN pero, seguramente, poco recorrido tendrá la historia ya que el terreno está a la espera de que pase la crisis para que se construya en él tapando y volviendo a esconder -cuando no a destruir- una importantísima parte de nuestra historia. Como ejemplo, en ese yacimiento se han encontrado más de 60.000 objetos de distintas épocas. Todo un lujo que Jaén no parece siquiera estar dispuesto a disfrutar ni a ofrecer a nuestros escasos visitantes. Una lástima.

sábado, 11 de marzo de 2017

El tiempo...


¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?

Que uno tiene que buscarlo y dárselo...

Que nadie establece normas, salvo la vida...

Que la vida sin ciertas normas pierde formas...

Que la forma no se pierde con abrirnos...

Que abrirnos no es amar indiscriminadamente...

Que no está prohibido amar...

Que también se puede odiar...

Que el odio y el amor son afectos...

Que la agresión porque sí, hiere mucho...

Que las heridas se cierran...

Que las puertas no deben cerrarse...

Que la mayor puerta es el afecto...

Que los afectos, nos definen...

Que definirse no es remar contra la corriente...

Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja...

Que buscar un equilibrio no implica ser tibio...

Que negar palabras, es abrir distancias...

Que encontrarse es muy hermoso...

Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad...

Que saber todo de todos, es curiosidad malsana...

Que nunca está de más agradecer...

Que autodeterminación no es hacer las cosas solo...

Que nadie quiere estar solo...

Que para no estar solo hay que dar...

Que para dar, debemos recibir antes...

Que para que nos den también hay que saber pedir...

Que saber pedir no es regalarse...

Que regalarse en definitiva no es quererse...

Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos...

Que para que alguien sea, hay que ayudarlo...

Que ayudar es poder alentar y apoyar...

Que adular no es apoyar...

Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara...

Que las cosas cara a cara son honestas...

Que nadie es honesto porque no robe...

Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo...

Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte...

Que se puede estar muerto en vida..

Que se siente con el cuerpo y la mente...

Que con los oídos se escucha...

Que cuesta ser sensible y no herirse...

Que herirse no es desangrarse...

Que para no ser heridos levantamos muros...

Que sería mejor construir puentes...

Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve...

Que volver no implica retroceder...

Que retroceder también puede ser avanzar...

Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol...

¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?



El tiempo nunca será tu enemigo.

Tenlo siempre como aliado.

No llores por lo una vez hiciste.

Hazlo por lo que dejaste en el camino.



Siempre hay tiempo para que todo florezca.

Siempre tendrás tiempo para ser tú.





(N. Paredes. Adapt.)










Nuestra fuerza, tu fuerza: En el día de las enfermedades neuromusculares.


Un día más en que las enfermedades neuromusculares, del grupo de las llamadas raras o de baja prevalencia,  llaman a nuestra puerta. Nos suenan a algo ajeno, a dolencias que solo afectan “a los otros” pero estamos equivocados. En cualquier momento podemos encontrarnos con un diagnóstico que lleve escrito palabras como MIASTENIA GRAVIS, DISTROFIA MUSCULAR, ESCLEROSIS MÚLTIPLE O LATERAL AMIOTRÓFICA, por no citar las casi doscientas enfermedades de este tipo que existen y aumentan cada poco tiempo.

Como afectado de una de ellas imagino que cada día en que las “celebramos” alguien, en un laboratorio, nos regalará con ese “Eureka” que asociamos a los inventores gritando su éxito, un remedio que nos aleje de ellas, que mejore al menos la calidad de vida.  Pero no suele suceder. Los músculos, los nuestros y quizá los tuyos que lees estas líneas, deciden dejar de reaccionar ante el estímulo cerebral o se declaran “insumisos”  al no recibir señales del  nervio que debería empujarles cotidianamente. Algunas neuronas en nuestro cerebro quizá se olvidan de su capa de mielina y observan como los anticuerpos deciden atacarte sin recordar que eres “de los suyos”.  Pequeños detalles insignificantes quizá para los legos pero que pueden impedirte caminar, centrar la visión, respirar en ocasiones, moverte con un mínimo de firmeza, sonreír o, incluso,  tragar bebidas o alimentos.  Una enfermedad neuromuscular tiende inmovilizarte en el más amplio sentido. No solo físicamente sino que, además corres el peligro de aislarte y ser aislado por desconfianza o desconocimiento.  Te miras en los ojos de los demás y no descubres siempre esa comprensión que desearías. ¿Qué te queda? Al principio, quizá, la desesperación, el firme convencimiento de que has ganado un premio en una lotería en la que no llevabas ningún décimo y que, además, no hay demasiada ganas en las farmacéuticas de lanzarse a investigaciones poco rentables en tanto en cuanto los pacientes no somos multitudinarios.

Por todo eso, uno de los objetivos de esta celebración es la integración de los afectados y de sus familias en los distintos ámbitos de la vida: enseñanza, formación profesional, laboral, social y actividades de ocio.  Deben potenciarse los canales de información y los sistemas de ayuda y hacer valer nuestra fuerza. Esa que a veces nos falla pero que es la base sobre la que construir el futuro, el nuestro y el de la sociedad que no siempre se da por aludida. El empuje de esa fuerza no hace que nuestra crónica dolencia mejore pero algo crece dentro de nosotros sobreponiéndose a las guerras intestinas de las neuronas y sus impulsos musculares sabiendo que si una persona sueña, es solo un sueño, pero si muchas personas sueñan juntas, es el inicio de una nueva realidad.  Ojalá que hoy, DÍA MUNDIAL DE LAS ENFERMEDADES NEUROMUSCULARES, muchos sueños se hagan efectivos. Tú puedes colaborar. Infórmate. No solo está en juego nuestro futuro. Quizá también lo esté el tuyo.

(El día de las enfermedades neuromusculares se celebra el 15 de noviembre, fecha en que se publicó este artículo en DIARIO JAÉN)

Aniversario del 11 M: Amarga memoria.

11 M. Un momento en el que dejar fluir la mirada hacia atrás, duele. Quiebra equilibrios que suponíamos atenuados por el calendario. Hiere memorias. Revienta abscesos que dormían con la pus enclaustrada. Escarba en las cenizas compartidas. Alborota ideas y esparce sentimientos. Las palabras no bastan. El dolor las retuerce como hierros candentes. Las aplasta y dota de color sangre. Las flores se marchitan al entrar en contacto con el recuerdo. Hoy fuimos. Hoy somos. Hoy seremos. 11 M. Una fecha que nos sobrevuela. Un rumor que nos despierta una y otra vez. Un aire frío que no sabe de primaveras ni conocerá nuevos otoños. El sabor del polvo expandido, explotado, dilatado, propagado con átomos disueltos en odio, sigue mortificando gargantas. Las nuestras. Los árboles se mecen al son de la remembranza y sus hojas escupen rabia mientras sueñan con aires maldecidos. O malnacidos.
Las plegarias se entretejen con las lágrimas y germinan de nuevo fijando su horizonte en celestes firmezas. 11 M. Una cizaña en mitad del cultivo al amparo de la paz. Un costurón que apenas cicatriza. Una herida que mana desconsuelo.
Hoy, amigos y amigas, permitidme que mire hacia atrás y hacia arriba al mismo tiempo. Arriba es adelante. Adelante es concordia. Concordia es suplicio acunado en esperanza. Esperanza es futuro.
Ya ahí seguimos. A lomos de aquel tren que soñaba con el destino.
Dos "unos" y una "M" es una suma cuyo resultado podemos conjugar. Vamos allá.

Mi vieja Olivetti Valentine.

Hoy me ha dado por recordar mi vieja Olivetti Valentine. Un "fósil" que guardo como un tesoro aunque hace mucho tiempo que fue sustituida primero por una máquina eléctrica y luego por el ordenador. En realidad mientras fue mi instrumento de trabajo para los trabajos escolares y mis primeras incursiones en la docencia nunca la consideré una pieza de museo pero cuando la vi expuesta en un viaje a Nueva York en el  MOMA y también en el Museo de Artes decorativas de Madrid supe que aquel regalo de mis padres cuando acabé de aprender mecanografía en una sórdida academia de verano es un tesoro en toda la extensión de la palabra. La Valentine, como podéis ver en la foto que os adjunto, es un famoso modelo de máquina de escribir portátil lanzada por Olivetti por primera vez en 1969. A mi casa llegó en los primeros setenta aunque ni mis padres ni yo mismo sabíamos entonces que fue diseñada por Perry King y Ettore Sottsass y que acabaría convirtiéndose en un clásico en la industria del diseño.
Estos dos "padres de la criatura" decidieron que el diseño también debía ser sensual y excitante y para ello adoptaron para la maquina el color rojo de la bandera comunista, de la sangre y de la pasión.
Los carretes se ajustaban con unos vistosos botones de color naranja que contrastaban con la carcasa.
Todo un lujo que de vez en cuando desempolvo y admiro mientras me veo a mi mismo escribiendo en ella. Una vez me ofrecieron dinero por ella. Pero sigue conmigo.

Arriba el telón en Jaén.


Hubo un tiempo muy lejano en que, según se recuerda, las compañías de teatro de gira “por provincias” recalaban habitualmente en nuestro Jaén. Pero no lo hacían solo en época de feria o, posteriormente, en fechas en las que el festival de otoño era una joya que relucía en nuestros escenarios.

En aquel tiempo pudimos ver clásicos antiguos y modernos, de Moliere a Antonio Gala (Imborrable la memoria de su trilogía de la libertad en el viejo y añorado Asuán) por poner un mínimo ejemplo. Pero, ¿acaso ha desaparecido nuestra ciudad del mapa teatral de España? Se da la dolorosa circunstancia de que obras de renombre se han podido ver en Úbeda o Cazorla pero no en la capital. ¿De qué ha servido construir el Infanta Leonor? (Algo también muy discutible es el lugar donde se erigió, pero ese es otro tema).

Últimamente solo alguna compañía, que se diría perdida por esos caminos y que por eso apareció por aquí o algún musical de renombre se han acercado a nuestros “espacios escénicos” y hablo en plural por no despreciar al humilde Darymelia que vegeta alimentado por espectáculos familiares o certámenes infantiles.

Posiblemente se achacará a la famosa e irredenta crisis el hecho del total abandono teatral –y de otros aspectos de la cultura como el cine- en nuestra tierra. Y algo de razón puede que haya en tal afirmación pero sospecho que hay bastantes más circunstancias que impiden a Jaén estar en el circuito teatral a pesar de que las instalaciones del Infanta Leonor permitan montajes de todo tipo. ¿Se preocupan nuestros políticos de atraer esas propuestas teatrales? ¿A qué “maestro armero” hay que dirigirse para elevar nuestra más ardorosa protesta?

Y todo ello por no mencionar la venta de entradas. Por alguna extraña razón que se me escapa, rara vez se pueden adquirir las localidades por los canales de venta de internet y hay que hacer cola en taquilla llueva, nieve o haga calor al más añejo estilo “medieval” mientras confías en que quien te atiende elija por ti una buena ubicación.

Alcemos la voz aunque no sepamos ante quien.  Luchemos por situar a Jaén en la ruta de los escenarios teatrales. Que se levante el telón. Pero el nuestro.

El espíritu del Calatayud sigue entre nosotros.


 A pesar de los avatares, las historias, las pesadillas y alguna que otra piedrecilla en el camino, el espíritu del "Ramón Calatayud" vive. Y por él brindamos.

El "Ramón Calatayud" ¡¡¡Vive!!!


A lomos de un caballo imaginario

Cabalgando entre  libros y cuadernos

Marchan del Calatayud las huestes

En busca de horizontes sempiternos.



Calado el sombrero hasta las sienes

Abierta la sonrisa y la esperanza

Abrazamos el porvenir que, acaso,

Nos espera, feliz, en lontananza.



Del Calatayud guardamos buen recuerdo

Anotado entre las hojas sueltas

Que hacen crecer los calendarios

Como vientos allende las veletas.



Y seguiremos cabalgando, creciendo,

Viviendo y recordando

Una infancia que creció al amparo

De ese cole al que seguir queriendo.



Pedro A. López

Isabelita Marfil. In memoriam.


ISABEL MARFIL CASTILLO. IN MEMORIAM.



Isabelita, nuestra tía, la última representante de un tiempo complicado y feroz, nos dejó hace unos días para volver a reencontrarse con Juan, su marido, y con sus mellizos. Unos niños que la dejaron cuando eran aun bebés en aquella vorágine de tiempos inhumanos en que el país trataba de balbucear de nuevo tras la sangre de una guerra fratricida. Pero su amor de madre apesadumbrada aun habría de pasar por otra terrible experiencia: la de no volver a serlo por obra y gracia de algún desafuero médico nunca aclarado.

Isabelita y Juan se refugiaron en una Barcelona industrial acogedora de gentes como ellos, llegados en busca de mejores horizontes y primero en Sarriá y luego en Santa Coloma, hicieron hogar y futuro sin dejar de pensar en esta tierra suya siempre añorada. Todos los veranos y celebraciones atravesaban "Renfe a través" todo el país para reencontrarse con los suyos hasta que a finales de los ochenta, llegada la jubilación de Juan, acarrearon con todos sus bártulos para instalarse definitivamente en “su” Jaén. Y ahí empezó una nueva etapa en nuestra historia en común. Una relación íntima, intensa e inmensa que sufrió un golpe con la marcha de Juan hace unos años (2.002) y que intensificó aun más la unión con Isabelita. Se fueron también sus amigas de Santa Coloma con las que mantuvo la amistad por encima de la distancia a base de teléfono y de aquellas cartas que transportaban entonces sentimientos en lugar de facturas. Se fue perdiendo su universo conocido pero se abrió un inconmensurable espacio sideral en el que ella vivía rodeada de esa magia en la que los recuerdos son tan vivos que parecen regresar a tu lado. Sus padres, su marido, sus niños, iban y venían del más allá al más acá en un intercambio fluido de cariño y amor y le empujaban a mantenerse a flote en un mar en el que a ella le asustaba mucho sentirse naufragar. Isabelita cayó un día por la escalera quizá en busca de alguien que pareció llamarla. Su cadera primero y todo su cuerpo después no resistieron el envite y su alegría se fue apagando como la llama que ya no tiene cera en la que prender. Isabelita se fue finalmente a ese escenario para el que llevaba algún tiempo atesorando la "entrada". Y nos dejó con la congoja puesta, con el espíritu retorcido, con la constancia de que el verso de Manrique es tan real como la vida, o quizá como la muerte misma.

Claro que quizá, ese cuerpo tranquilo entre tules blancos no era Isabelita, solo su pálido reflejo. Ella era algo distinto. Sus ojos no se han podido apagar de ese modo. Brillan aun. Lo sé. Y su sonrisa franca sigue flotando también sobre el oxígeno que respiramos. Noto todavía el tacto de su piel cansada sobre mis manos y me parece que podría acariciar su pelo coquetamente virado en chocolate. Apenas quedaba espacio en su calendario para el noventa cumpleaños. Apenas un suspiro más y hubiéramos celebrado una vuelta más de las manecillas de su vida. Pero el mecanismo decidió fallar.

Isabelita acaricia ahora las caritas trémulas de sus mellizos, que la han acompañado, junto con Juan, en su último sendero. Y nota la mejilla de su compañero junto a la suya. Isabelita sonríe y trata de enjugar nuestras lágrimas. Isabelita se diría feliz. Quizá nosotros deberíamos serlo también recordándola.

Apaciguaremos el dolor, superaremos el bache, miraremos hacia arriba y hacia adelante mientras Isabelita, cuyo único premio fue, aparte del calor y el amor de los suyos, un disco dedicado en Radio Barcelona. Una canción de las que hacían llorar en tierra extraña y que ella, ahora, tararea libre, superando tiempos y distancias.

Adiós, Isabelita. No apagues nunca tu sonrisa.

Mariena Gaitán. Maestra en los Cielos.


MARIENA GAITÁN. IN MEMORIAM.
Cuando alguien que ha dedicado su vida a que florezca la de los demás nos deja,  algo especial se nos rompe dentro. Mariena, ese torbellino de acción, cariño y entrega, ha emprendido el viaje hacia otras aulas celestes en las que ofrendar su magisterio tierno, elegante, vivo, puro. Es imposible no echar la vista atrás y recordarla entre sus párvulos como una “Mama Grande” salida del más feliz de los cuentos. Su verbo era veloz, tanto como su mano al extenderse. Su manera de enfrentarse a ese difícil universo en que unos pequeños habitantes acaban de romper el lazo atávico con sus mamás para descubrir que la escuela es ya su segunda casa, estaba anclado a la vida sin falsos o melosos disfraces. Mariena enseñaba a vivir con todo lo que eso conlleva. Pero no solo a sus alumnos de Infantil. También a quienes compartimos con ella aula, labor y amistad.

Hay un eco que no se apaga tras el paso de Mariena por nuestras vidas. Hay un hueco dentro de nuestra conciencia de maestros que ella supo llenar y ese halo que desprendía, esa familiaridad, esa sonrisa franca, no nos han de abandonar mientras el faro del recuerdo nos mantenga alerta.

Difícil será no escuchar tu voz ni encontrarte por los pasillos del Colegio. Ese del que jubilaste tu trabajo pero no tu esencia. Tus amigos del Ramón Calatayud, como los de otros centros por los que dejaste esa huella que te caracterizaba, te sabemos a la puerta del  cielo de los buenos maestros dando lecciones al santo portero y, por supuesto, organizando todas y cada una de las estancias del Paraíso apenas segundos de haber tomado posesión. Así eras. Así eres. Un vendaval de los que zarandean conciencias y de los que, tras su paso, una calma reflexiva y autentica te invita a pensar, a decidir, a ser mejor.

El dolor de tu marcha, la lágrima furtiva y el corazón encogido que sé que notas en nosotros, no ha de entristecerte, Mariena. Ve hacia esa luz cuyo resplandor sé que nos devolverás de la misma forma que nos quisiste. Sé feliz en el eterno sendero que ya estás recorriendo. Nosotros te prometemos serlo también. O al menos intentarlo.

Seguro que las miradas de tus muchos alumnos, sus manos, sus caras, van prendidas en tu retina, en tu cerebro, de forma indeleble. Hoy, creo que lo sabes, no lloran por dejar a su madre tras la reja del colegio. Lloran por ti. Por su “seño”, por quien les abrió las puertas a esa vida que existía más allá del calor de su hogar. También en ellos quedará guardada tu huella, tu paso, tu sonrisa.

Gracias por todo lo que nos diste, por lo que compartiste con nosotros, por ser nuestra amiga, por querernos. Por ser como fuiste.
Que un alumno, en la flor de la edad, nos abandone, es algo que llega muy dentro. No fue la primera pérdida pero sí muy sentida ya que perteneció a la primera hornada de mi llegada a Jabalquinto en 1980. Rufi, mi recuerdo siempre.

RUFI CUERVA SÁNCHEZ. IN MEMORIAM.

Cuando hace apenas unos días tuve un emocionado recuerdo para algunos de mis antiguos alumnos jabalquinteños ya fallecidos por distintos avatares de la vida, que es la que nos lleva inexorablemente a terminarla cuando ella decide, no sabía que tal día como hoy tendría que hacerme eco de la partida de Rufi Cuerva. Llegué a compartir con ella y con sus compañeros de apenas seis años un aula en la que la recuerdo tímida, frágil, cariñosa siempre, resistiéndose a dar algunos pasos de baile en aquellas tardes lúdicas de primero de EGB en las que todo sabía diferente. Rufi casi se escondía entre las piernas de su maestro, las mías, o bajo las mesas con tal de no moverse al ritmo del “Juntos” de Paloma San Basilio muy en boga en aquellos primeros años ochenta.

Luego crecimos ella y yo y se lanzó, ya superada aquella primigenia timidez, a presentar las macrofiestas de fin de curso –de dos días de duración en muchas ocasiones- aportando al guión que le escribí un especial desparpajo y una mirada penetrante que te hacía partícipe de su alegría.

Entre sus primeros pasos y el término de la escolaridad obligatoria paseamos, vía premio educativo, por la vieja Francia, por las instituciones comunitarias de Estrasburgo, por el bohemio París y Rufi, siempre atenta, siempre sonriente, era esa alumna que se hace querer y que, tiempo después, me presentó a su bebé recién nacido –tuvo dos hijos- en una calle de su Jabalquinto natal en la que se cruzó conmigo.

Me vienen ahora a la memoria, cuando nos ha dejado tras una lucha inmensa y sin desánimo, las charlas con su madre, las aventuras con su hermano Leandro, las mil y una anécdotas de tantos años compartidos en el colegio…

Por regla natural deberían ser los alumnos quienes se despidieran de sus “profes”. Lamentablemente en ocasiones sucede al revés como en el caso de mi buena y recordada Rufi. Pero sé que ahora mismo, liberada de lo sufrido, se asoma al cielo de las buenas chicas, de las estupendas alumnas, de las esforzadas madres, de las personas humanamente tiernas y nos sonríe como ella sabía hacer. Pon un poco de orden, Rufi, en esa aula nueva a la que te has trasladado. Algunos compañeros tuyos campean ya por ella y quizá te necesiten. Nosotros te echaremos de menos. Sé que tú también a nosotros.

Como han comentado muchos de tus compañeros parece muy injusto que te hayas ido ahora, con la juventud a flor de piel, con la sonrisa puesta, con la pupila llena de las miradas de tus hijos y de tu familia, con el calendario lleno de días sin tachar. No. No debe serlo pero así sucede.

Gracias por todos los días que compartimos en aquellas aulas, por tu buen ánimo. Quién sabe si algún día volveremos a bailar aquel “Juntos” y ya, seguro, no te esconderás bajo la mesa. Cuídate, Rufi. Cuídanos.