Recorren las redes, refugio de
soledades confinadas en este tiempo de pandemia, mensajes de gentes de
variopintas edades que han descubierto unos y revisitado otros los viejos,
antiguos, añorados y vueltos a la vida programas de televisión que poblaron
nuestra época de tierna infancia y florecida juventud. Páginas como “YouTube” o
“RTVE a la carta”, entre otras, nos dejan husmear en los archivos audiovisuales
escondidos en lo más profundo de nuestro recuerdo. Al socaire de, por ejemplo,
el treinta aniversario de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente, acaecido
hace apenas semanas, muchos de quienes permanecemos recluidos por culpa de ese
“bicho coronado”, nos hemos acercado a sus programas y, al tararear su
archifamosa sintonía, nos trasladamos a otro tiempo en que la libertad no
estaba cercenada. Recorremos con él sierras y campiñas, cuevas y altozanos,
para sentir el aire en la cara, la tierra bajo los pies y el beso cálido de la
naturaleza en lo más íntimo. Pequeños placeres que ahora nos están vedados. De
“El hombre y la Tierra” a “Planeta azul”, Félix nos
dejaba pasear por un mundo que nos fascinaba y que, por tanto, generaba
audiencias millonarias en la tele-única del momento. Y para “otros mundos” esotéricos, nada mejor
que acudir al Doctor Jiménez del Oso y su “Mas allá”.
Además de Félix y de algún otro
divulgador como Miguel de la Cuadra Salcedo o Jesús González Green, por citar
solo a alguno de aquellos intrépidos aventureros periodistas que nos abrían un
universo físico, lejano y casi siempre inalcanzable si no fuera por el catódico
viaje, otros muchos programas nos dejaron honda huella en eso que se llama
“cultura” y que no siempre sabemos definir. ¿Lo eran las profundas entrevistas
de Soler Serrano en “A fondo”? ¿Y las tertulias vespertinas de
domingo a cargo de Fernando Fernán Gómez?
Alimento para el espíritu entonces
y ahora eran las múltiples escapadas teatrales que nos abría el escenario del “Estudio
1”, del “Pequeño teatro”, de “Cuentos y Leyendas”,
de “Ficciones” o el capitular despliegue de “Novela”
día tras día, semana tras semana, sin dejar de temblar frente a aquellas “Historias
para no dormir” de Ibáñez Serrador.
Sería imposible mencionar tantas
y tantas obras, tantos y tantos autores, que desfilaron por aquellas pantallas
de “glorioso blanco y negro” como diría Garci refiriéndose al cine. Nombrar solamente
“Doce hombres sin piedad”, “El conde de Montecristo”, “Casa de muñecas”,
Dialogo de Carmelitas”, “El alcalde de Zalamea”, “Crimen y castigo” “La vida es
sueño”, “El mercader de Venecia”, “Peribañez y el comendador de Ocaña”, “El
avaro”, “Don Juan” o “La muerte de un viajante” es dejarse en el
tintero a gran parte del imaginario teatral de nuestra historia tanto española
como mundial que se daban cita en la pequeña pantalla y agrupaban frente a ella
a familias enteras. Y no olvidamos a Mihura, los Álvarez Quintero, Arniches o,
ya más cercano en el tiempo, al inefable Alfonso Paso o el caricaturesco Álvaro
de la Iglesia, miembros ya de categorías más ligeras pero que abrazaban el
espíritu de aquellos que se sentaban ante las pantallas quizá para olvidar el
ambiente que les rodeaba en tiempos complicados.
Se diría que ahora ese abanico de
posibilidades está hurtado a los espectadores sencillos habiéndose trasladado a
las redes, aunque estas sigan otro tipo de prioridades más tendentes a la
diversión y al esparcimiento sin límites -nunca mejor, o peor, dicho- que, a
mantener, aumentar o favorecer un nivel cultural sano y adecuado.
Otra ventana a la juventud que el
COVID 19 nos ha abierto sin pretenderlo es la de aquella música que nos llegaba
de manos de los primeros entusiastas que buscaban en el Reino Unido, Francia o
EE.UU. las novedades que presentaban con un ojo puesto en la mano censora que
podía eliminar canciones con solo chasquear los dedos. José María Íñigo, luego
asociado a los programas espectáculo de entrevistas y actuaciones, fue uno de
los pioneros con aquel “Último grito” o “Ritmo 70”,
dirigido nada menos que por Pilar Miró. Aquel bigote significó mucho más que su
simple acepción de apéndice capilar para convertirse en marca identitaria de
otra forma de ver, escuchar y saborear la música de los sesenta y setenta antes
de llegar a su “Estudio Abierto” o a “Fantástico”. Tampoco
podemos olvidar y mucho menos dejar de revisitar, “Galas del Sábado”,
“A todo ritmo”, “Aplauso” y, en especial, “La
edad de oro”, escaparate ochentero de la movida madrileña, que difundió
las nuevas corrientes musicales y culturales emergentes siempre de la mano de
la recordada Paloma Chamorro. Para descubrir nuevos talentos ya se contaba con
“Gente Joven” mucho antes de OT.
Aquella nueva forma de entender
televisivamente la cultura arrasó también en el apartado infantil con “La
bola de cristal”, cada vez más reivindicada como germen de tantas otras
aventuras. Alaska, Pablo Carbonell, Pedro Reyes y tanto otros servían de coro a
los Electroduendes y a la siempre fiera “Bruja Avería”. Tiempos que nos ponen
la piel de gallina y los pelos erizados son solo recordarlos y ver cómo hemos
cambiado nosotros y el país. Muchos de aquellos contenidos no pasarían hoy el
rasero de lo políticamente correcto. Para otros, Torrebruno o Los Payasos de la
Tele son, asimismo, puntos de interés nostálgico que poder recuperar y volver a
ser niños con permiso del COVID 19.
La diversión tenía, por aquel
entonces, también su tinte cultural. Concursos como “Un millón para el
mejor”, “Las diez de últimas”, “El tiempo es oro” y muchos más entre
los que no podemos dejar de lado el favorito de la “muchachada” de la época: “Cesta
y Puntos” o el mayor de todos ellos “Un, dos, tres, responda otra
vez”, proveedor de coches y apartamentos en Torrevieja a buena parte de
la población concursante.
Todos estos programas, solo una
pequeña muestra de lo que la memoria atesora, están ahora disponibles para su
disfrute en este confinamiento obligado. Si el coronavirus ha hecho que la
naturaleza se libre temporalmente de nuestro acoso, también puede conseguir que
nos libremos nosotros de la bazofia que llena nuestros televisores. Hay
cachitos de tele clásica que nos pueden evadir de la telebasura imperante.
Bienvenidos sean.
Publicado en DIARIO JAÉN. 11.04.2020
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