sábado, 14 de febrero de 2015

Augurios eurochavistas



Existe la convicción, dicen, que el prefijo euro tiende a gafar aquellas acciones que se emprenden en su nombre. No existe el más mínimo soporte real que pueda atestiguar semejante afirmación pero si echamos la vista atrás encontramos algunos detalles que podrían sorprendernos. Allá por los setenta creció el llamado eurocomunismo en los partidos del gremio en Italia, España  y ¡¡Rumanía!! para impulsar otros modos de lucha. Algunos años después pude comprobar personalmente en un viaje por el país, meses antes de su ejecución, que el régimen de Ceaucescu no ofrecía a sus súbditos la más mínima calidad de vida. Tampoco los partidos comunistas europeos han tenido después grandes éxitos a sus espaldas.

Si nos centramos en nuestro país, hace varias décadas se trató de instalar EuroDisney en tierras catalanas. Líos sindicales y economías de montaña rusa enloquecida dieron al traste con la idea. Más cerca en el tiempo hemos visto deshacerse el imperio EuroVegas cerca de Madrid.  Decididamente anteponer “euro” a una empresa, idea o proyecto parece ser la mejor manera de hacerlo naufragar.

Hace apenas días, un alto cargo del gobierno venezolano se jactaba de que las ideas chavistas han prendido en Grecia y próximamente lo harán en España.  En resumen, que se planea un Eurochavismo en el que podremos –con “r”- resarcirnos de las golferías corruptas que han ensuciado nuestra democracia.  Los cantos de sirena, Ulises dixit, suelen ser espejismos que nos cuentan lo que ansiamos escuchar. Luego sucede como en Grecia: bolsas cayendo e inversores a la fuga. Prometer, quitarse la corbata o dejarse crecer el pelo no son marcadores de bonanza económica ni social.

Ante promesas que nos inflaman pero que tienen escaso margen de verosimilitud podemos caer en trampas de difícil resolución. Deberíamos tener los pies en la tierra. Nos hemos ganado a pulso un sistema, una forma de vida, un futuro que no merece estallar ante nuestras narices por meras elucubraciones eurochavistas. Todavía podemos votar sin las gafas de las promesas fáciles impidiéndonos vislumbrar el porvenir real. Esperemos que el prefijo euro siga haciendo honor a su fama.

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