El Señorío de Jabalquinto: Versos al hilo de la historia.
Cuatro
torres de castillo,
de
sillar recio y hollado,
divisan
tu andar, tu historia,
tus
siglos de lucha y miedo,
de
conquista, de recelo…
De Iznadiel
el esplendor.
Ya sube
el Guadalimar,
ya baja
el Guadalquivir,
mientras
prendidas transportan,
en su
antiguo devenir,
las
voces de mil batallas,
ruido
de espadas en alto,
sangres
moras y cristianas,
gotas
de historia en el agua,
Dios y
Alá, luchas paganas.
Fernando,
-el Santo llamado-,
Sigue
tierras conquistando.
Arrasa
las de Estiviel
y hasta
de Espeluy los campos.
Amanece
el siglo trece,
-Mil
doscientos veintiséis-
Y en
Jabalquinto aparecen
Las
huestes de aqueste rey.
coronaba
nuestro cerro
cuando
Fernando llegó.
Y, con
de la espada, el hierro
A la
cruz la convirtió.
Ya dos
siglos han pasado
por las
piedras del castillo;
batallas
y escaramuzas
a su
sombra han sucedido.
Llega a
Jabalquinto un día
el
señor de Villafaña:
-Abrid,
que soy don Fernando,
de
todos Corregidor.
-Abrid,
que soy buen amigo
del
Condestable de Iranzo.
Tras la
muy recia muralla,
protegido
y bien a salvo,
se lamenta don Fernando
mientras
a las puertas llega
Pedro
Girón a buscarlo.
van las
fuerzas flaqueando
mas en
el justo momento
en que
Girón va ganando
a
Jabalquinto se acerca
con sus
huestes, cabalgando,
el
amigo de Fernando,
don
Miguel Lucas de Iranzo.
Mil
cuatrocientos setenta
Llega
ya en el calendario.
Es don
Juan de Benavides
Del
castillo el propietario.
Viene a
visitarle presto
un
poeta -su pariente-
que en
las letras españolas
tiene
lugar preeminente:
Jorge
Manrique una tarde
a
Jabalquinto se acerca.
Su
padre, recién perdido,
algún
verso le ha inspirado.
Palabras
duras, con brío
que
comparan a la vida
con
toda el agua de un río
que
muere al llegar al mar
mezclada
con otras gotas,
sin
notarlo, casi en paz.
por las
calles recoletas
que
Jabalquinto le ofrece
con
cuestas y plazoletas,
jardines
y miradores
y ese
valle que lo abraza
como
arrullo de galán
en el
talle de su amada,
oliendo
a olivos en flor
en una
noche estrellada.
Mil
seiscientos treinta y seis
marca
trasiego de gente.
Jabalquinto,
-el señorío-
pasa a
los de Benavente.
Se
acaba aquí el esplendor,
La
piedra bruñida al sol.
Bajo el
sueño de los siglos
queda
el castillo sin voz.
Los
devaneos de la historia
y su
injusto devenir
han
apagado la llama
de tu
cálido sentir.
Han nacido tras tus piedras
generaciones
enteras
Pero
tú, viejo castillo,
sigues
en ellas dormido
viendo
crecer y morir
y nacer
de nuevo al viento
a
quienes pueden al fin
devolverte
el sentimiento.
Por tus
estancias vacías,
por tus
recios almenares,
es la
historia quien pasea
-gentes
de ayer, principales-
llamando
nuestra atención
tras
ajados ventanales.
De
medieval fortaleza
luego a
palacio trocaste
mas por
nombre no hay cuestión
ya que
dentro de nosotros
tú
sabes que bien quedaste
de
nuestra historia bastión.
que
holló feliz nuestros campos
nos
hemos de interrogar:
¿Do
acaban los señoríos?
¿Dónde
sus pompas y fastos?
¿Sobreviven
a la historia?
¿Nos
miran ya sus blasones
tras sillares
desgastados
arcos,
pilastras, balcones?
La
nostalgia del pasado
no ha
de hacernos olvidar
que la
vida continúa
con su
lento caminar.
El
antiguo Gebal Quantix
sigue
erguido en la distancia
haciéndose
ver, altivo,
con
galanura y prestancia.
Y aquí
estamos sobre él,
-raza
viva y orgullosa-
sintiéndonos
renacer
al alba
clara y gozosa
que con
cada amanecer
bien en
verso, bien en prosa,
nos
hace recuperar
del
pasado tantas cosas.
traernos
ha nuevos futuros.
Ya no
de viejos blasones
sino de
esfuerzos seguros.
Jabalquinto
bien merece,
como en
los siglos de antaño,
renacer
de sus cenizas,
emerger,
alzar sin daño
sus
voces y sus pesquisas
para a
todos recordar,
desde
su cerro calmado,
la
aspiración de sus gentes
de
escalar nuevos peldaños.
Sandoval
y Benavides,
Pedro
Girón, Benavente,
flotan
ya como jirones
muy
dentro de nuestra gente
pero
con el mismo ardor
que
impulsó sus aventuras.
En
Jabalquinto se mira
hacia
una meta segura:
Recuperar
el lugar
que por
siempre hemos tenido;
salir
juntos de una vez,
de esta
larga noche oscura.
por
tierras y señorío
de un
Jabalquinto que vibra
por
encontrar el camino
que nos
lleve hasta el final
de un
porvenir merecido.
¡Por la
historia! ¡Por la vida!
¡Por lo
que hasta aquí nos trajo!
¡Por
nuestra tierra querida!
Pedro A. López Yera
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