domingo, 16 de enero de 2022

El Señorío de Jabalquinto. Versos al hilo de la historia.

 


El Señorío de Jabalquinto: Versos al hilo de la historia.

 

Cuatro torres de castillo,

de sillar recio y hollado,

divisan tu andar, tu historia,

tus siglos de lucha y miedo,

de conquista, de recelo…

 Dos aguas mojan y arropan

De Iznadiel el esplendor.

Ya sube el Guadalimar,

ya baja el Guadalquivir,

mientras prendidas transportan,

en su antiguo devenir,

las voces de mil batallas,

ruido de espadas en alto,

sangres moras y cristianas,

gotas de historia en el agua,

Dios y Alá, luchas paganas.

Fernando, -el Santo llamado-,

Sigue tierras conquistando.

Arrasa las de Estiviel

y hasta de Espeluy los campos.

 

Amanece el siglo trece,

-Mil doscientos veintiséis-

Y en Jabalquinto aparecen

Las huestes de aqueste rey.

 

 Una torre musulmana

coronaba nuestro cerro

cuando Fernando llegó.

Y, con de la espada, el hierro

A la cruz la convirtió.

Ya dos siglos han pasado

por las piedras del castillo;

batallas y escaramuzas

a su sombra han sucedido.

 

Llega a Jabalquinto un día

el señor de Villafaña:

-Abrid, que soy don Fernando,

de todos Corregidor.

-Abrid, que soy buen amigo

del Condestable de Iranzo.

 

Tras la muy recia muralla,

protegido y bien a salvo,

 se lamenta don Fernando

mientras a las puertas llega

Pedro Girón a buscarlo.

 

 Cuando el asedio es más duro

van las fuerzas flaqueando

mas en el justo momento

en que Girón va ganando

a Jabalquinto se acerca

con sus huestes, cabalgando,

el amigo de Fernando,

don Miguel Lucas de Iranzo.

 

Mil cuatrocientos setenta

Llega ya en el calendario.

Es don Juan de Benavides

Del castillo el propietario.

 

Viene a visitarle presto

un poeta -su pariente-

que en las letras españolas

tiene lugar preeminente:

 

Jorge Manrique una tarde

a Jabalquinto se acerca.

Su padre, recién perdido,

algún verso le ha inspirado.

Palabras duras, con brío

que comparan a la vida

con toda el agua de un río

que muere al llegar al mar

mezclada con otras gotas,

sin notarlo, casi en paz.

 

 Pasea Manrique, el poeta,

por las calles recoletas

que Jabalquinto le ofrece

con cuestas y plazoletas,

jardines y miradores

y ese valle que lo abraza

como arrullo de galán

en el talle de su amada,

oliendo a olivos en flor

en una noche estrellada.

 

Mil seiscientos treinta y seis

marca trasiego de gente.

Jabalquinto, -el señorío-

pasa a los de Benavente.

 

 

Se acaba aquí el esplendor,

La piedra bruñida al sol.

Bajo el sueño de los siglos

queda el castillo sin voz.

 

Los devaneos de la historia

y su injusto devenir

han apagado la llama

de tu cálido sentir.

 

Han nacido tras tus piedras

generaciones enteras

Pero tú, viejo castillo,

sigues en ellas dormido

viendo crecer y morir

y nacer de nuevo al viento

a quienes pueden al fin

devolverte el sentimiento.

 

Por tus estancias vacías,

por tus recios almenares,

es la historia quien pasea

-gentes de ayer, principales-

llamando nuestra atención

tras ajados ventanales.

 

De medieval fortaleza

luego a palacio trocaste

mas por nombre no hay cuestión

ya que dentro de nosotros

tú sabes que bien quedaste

de nuestra historia bastión.

 

 Con palabras de Manrique

que holló feliz nuestros campos

nos hemos de interrogar:

¿Do acaban los señoríos?

¿Dónde sus pompas y fastos?

¿Sobreviven a la historia?

¿Nos miran ya sus blasones

tras sillares desgastados

arcos, pilastras, balcones?

 

La nostalgia del pasado

no ha de hacernos olvidar

que la vida continúa

con su lento caminar.

 

El antiguo Gebal Quantix

sigue erguido en la distancia

haciéndose ver, altivo,

con galanura y prestancia.

 

Y aquí estamos sobre él,

-raza viva y orgullosa-

sintiéndonos renacer

al alba clara y gozosa

que con cada amanecer

bien en verso, bien en prosa,

nos hace recuperar

del pasado tantas cosas.

 

 El presente que nos toca

traernos ha nuevos futuros.

Ya no de viejos blasones

sino de esfuerzos seguros.

 

Jabalquinto bien merece,

como en los siglos de antaño,

renacer de sus cenizas,

emerger, alzar sin daño

sus voces y sus pesquisas

para a todos recordar,

desde su cerro calmado,

la aspiración de sus gentes

de escalar nuevos peldaños.

 

Sandoval y Benavides,

Pedro Girón, Benavente,

flotan ya como jirones

muy dentro de nuestra gente

pero con el mismo ardor

que impulsó sus aventuras.

En Jabalquinto se mira

hacia una meta segura:

Recuperar el lugar

que por siempre hemos tenido;

salir juntos de una vez,

de esta larga noche oscura.

 

 Y hasta aquí este recorrido

por tierras y señorío

de un Jabalquinto que vibra

por encontrar el camino

que nos lleve hasta el final

de un porvenir merecido.

 

¡Por la historia! ¡Por la vida!

¡Por lo que hasta aquí nos trajo!

¡Por nuestra tierra querida!


Pedro A. López Yera


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