viernes, 28 de febrero de 2025

DESENMASCARA LAS "RARAS" (EN EL DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS CON ENFERMEDADES RARAS)

 Hoy, 28 de febrero, se celebra el DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS CON ENFERMEDADES RARAS y ahí me tenéis brindando con el cóctel de pastillejas al que mi "amiga" MIASTENIA GRAVIS me ha hecho aficionarme.




Este año el lema es DESENMASCARA A LAS "RARAS". Os dejo unas reflexiones al respecto.
Desenmascara “las Raras”
Dicen que al encontrarnos con el adjetivo “raro” nuestra mente emite ciertas señales que nos hacen detenernos, como en aquella nave Nostromo del film Alien (1979). Luego, dependiendo de cada uno, la reflexión llevará a algunos a comprometerse, a luchar, o bien, seguramente por falta de información al respecto, a dejar pasar el momento y mover la cabeza con aire de pasiva compasión.
En el terreno de la salud, lo raro afecta a más de veinticinco millones de personas en Europa (alrededor de tres millones en España), por lo que quizá deberíamos replantearnos el término. Afectan a menos de 5 de cada 10.000 personas y son casi siete mil esas “raras” que, para colmo, aumentan en una peligrosa progresión de más de cinco al día. ¿De verdad hablamos de algo “raro”?
Hay personas que caminan junto a nosotros por la calle e ignoran que son portadores de una de esas enfermedades. Hay personal sanitario que ignora en muchas ocasiones las características de las mismas y ello conlleva errores de diagnóstico en un elevado porcentaje que, afortunadamente, va disminuyendo, pero no a la velocidad deseada. Hay grandes farmacéuticas que ignoran ciertas investigaciones para nuestras enfermedades ya que no les son rentables económicamente.
Si miramos las estadísticas parece que TODOS somos RAROS en una u otra medida. Sí, ya sabemos que la rara es la enfermedad, pero… ¿qué cambia eso en nuestra percepción del mundo? Ser raro conlleva otra característica esencial: Ser ÚNICO. Ser DIFERENTE. Y por ello necesitamos que se nos apoye, se destinen recursos para desarrollar nuevos fármacos, se investiguen los procesos neurológicos que, generalmente, las producen y se nos oferten ayudas públicas que eviten los efectos de ese más del sesenta y cinco por ciento de casos en que lo raro deviene en invalidante. ¿No tenemos el mismo derecho que los demás a llevar una vida plena, integrada, sencilla y normalizada? Queremos disfrutar de una calidad de vida adecuada. Queremos que se nos respete, se nos informe, se nos tenga en cuenta como seres únicos y diferentes que somos.
A la luz de ciertos eventos, esperemos que no puntuales, una estrella mediática, un político, una personalidad relevante alzan su voz. Se crean años dedicados a las enfermedades raras, maratones de espectáculo televisivo, call center dispuestos a recaudar ayudas de personas de a pie, se publican especiales de prensa…Todo parece florecer y las ilusiones se impulsan, se enervan y nacen sonrisas de esperanza. Sin embargo, cuando los focos se apartan, el famoso cobra su caché y los medios tienen ya otras noticias a las que atender, se corre el peligro de que la esperanza se torne espejismo, que lo que iba a ser un impulso sea solo un empujón sin mayor trascendencia. La lucha no puede detenerse cuando el telón del fasto cae y se apaga el aplauso. Tenemos que seguir. Por nosotros. Por los demás. Por los que sufren sin saber qué les sucede. Por los que sufren al saber su diagnóstico. Por aquel que ignora lo que le sucede y que puedes ser tú, amigo lector.
Empezábamos hablando de Alien. Quizá nuestra lucha se parezca en cierto modo a la de la tripulación de aquella nave vagando por el espacio. “Nadie puede oír tus gritos”, decía la publicidad. Esperemos que nosotros, con nuestro empeño, consigamos no estar solos y hacer que nuestra voz se oiga por el mundo. Un mundo que también es único y que tiene que contar con nosotros.
Hoy, 28 de febrero, celebramos el DÍA MUNDIAL DE LAS PERSONAS CON ENFERMEDADES RARAS. Lee la prensa, ve la televisión… Todos te lo dirán de forma machacona. Pero no lo olvides, lo importante, como siempre, empieza mañana. Apóyanos. Tú también eres raro. Y único. Así que… “desenmascara “las raras” como dice la campaña de este año de FEDER.

miércoles, 12 de febrero de 2025

Andrés de Vandelvira y sus sueños...

 



Heme aquí de nuevo. Ya me conocéis. El paso de los siglos no ha hecho sino acrecentar mi recuerdo. Si. soy Andrés de Vandelvira y mis "sueños" circulan entre vosotros con la misma potencia que cuando me despertaba ansioso por seguir trazando iglesias, catedrales, ermitas, palacios o puentes. Mis sueños, plasmados en pergaminos -no sé cómo llamáis a esos materiales en los que escribís- parecen salidos de mi boca, plasmados por mis manos y dictados por mi mente ya despierta por siempre.

Las tierras de Jaén e incluso aquella en la que vi la luz por vez primera han vuelto a dejarme pasear por ellas, a disfrutar de nuevo con sus paisajes, con el latido y el aliento de quienes me visitan, recuerdan y rememoran. Y por todo ello agradezco una y mil veces a quienes se dejaron abducir por mi espíritu. Dirigí la magistral mano de Juan Eduardo Latorre para dibujar mi legado y manejé las de Jesús Palomo, Paco Latorre y Pedro López (que supieron captar la entonación propia de mi susurro, el meloso discurrir de mis ensoñaciones y la luz que siempre quise transmitir con cada uno de mis trabajos. También iluminé -ya que hablamos de luz- a quien diseñó esos "pergaminos" de los que os comentaba antes, Juan Carlos Quesada y, como no, a quien supo representarme ante vosotros como nunca nadie había conseguido antes, el simpar Eduardo Duro He perdido ya la cuenta de los muchos pueblos y ciudades por los que me habéis paseado y sé que quedan muchos más. Mi sueño eterno se siente complacido por vuestra aportación a la historia, al arte y, también, a mi propia existencia que habéis elevado a la categoría, casi, de universal.
Gracias, GRUPO VANDELVIRA, A VOSOTROS Y A TODOS LOS QUE SE HAN ACERCADO A "SALUDARME" EN CADA UNA DE LAS EXPOSICIONES. OS veo desde mi palco celeste y os aplaudo, al igual que vosotros aplaudís mi obra. Aquí en las alturas se habla mucho de vuestras actividades y, a buen seguro, se os tendrán en cuenta. Lo sé. Seguid, amigos, amigas, mis sueños os acompañan...

lunes, 10 de febrero de 2025

"A Caperucita no le gusta el final" En el centenario de CARMEN MARTÍN GAITE.

 Mi artículo dominical en DIARIO JAÉN.

“A Caperucita no le gusta el final”

En el centenario de Carmen Martín Gaite.

Pedro A. López Yera

 


Una frase de Carmen Martín Gaite en “Caperucita en Manhattan” deja caer que “a fuerza de no contar las cosas, la memoria se oxida”. Y lo afirma en relación con la historia de Gloria Star, en realidad, Rebeca Little, la abuela de la protagonista, Sara Allen. Quizá como fruto de esa afirmación me vuelvo a ver en Manhattan, hace unos años, paseando por Brooklyn y fijando mi mirada, quizá por deformación profesional, en los niños con los que nos cruzábamos. En un momento, un flash perdido en la memoria, una chavalilla pecosa me recordó a esa Sara que había descubierto en el libro. No había vuelto a recrear aquella escena hasta este tiempo en que los medios me recuerdan que 2025 es el “año de Carmen Martín Gaite” ya que es el centenario de su nacimiento y el cuarto de siglo desde que nos dejó allende el cambio de milenio.

Decía Machado, por boca de Juan de Mairena, que “pensar es deambular de calle en calle, de calleja en callejón, hasta dar con un callejón sin salida” y Carmen eligió esa cita como introducción a su “Ritmo lento”. Y con esa cadencia vuelvo una y otra vez, en un íntimo ejercicio de memoria, a recorrer aquel Brooklyn en que me miré en los ojillos esquivos -que no se percataron de mi paso- de aquella supuesta Sara, aquella caperucita que, con mirada de sueño interrumpido, correteaba frente a mi quizá haciendo real otra de las afirmaciones de la autora: “cuando la estatua de la Libertad cierra los ojos, les pasa a los niños sin sueño de Brooklyn la antorcha de su vigilia”. Quizá Sara no había dormido bien aquella noche o, probablemente, era mi imagen literaria la que proyecté en ella, pero allí estaba en mitad de ese Nueva York atrayente, cinematográficamente dispuesto a engullirnos y dispuesto a dejar una huella indeleble entrelazada en la neurona viajera que todo lo atesora.

Carmen Martín Gaite atesoraba algo más que recuerdos, amaba la libertad con todas y cada una de sus facetas, inmiscuyendo las unas con las otras en un maremágnum nacido de la influencia de sus padres con libros, independencia e igualdad. ¿Qué podría florecer de ese germen?  Lógicamente un espíritu libre, una “chica rara” por usar una añeja denominación que circulaba por aquella España oscura que, sin embargo, disponía de luces intermitentes que iluminaban la bohemia, las tertulias literarias y los avances de un futuro que quizá, solo quizá, se sospechaba como más o menos inminente.

Y era escribiendo como Carmen, Carmiña, se dejaba fluir. No me resisto a reproducir una de sus ideas al respecto: “si pudiéramos hablar bien con toda la gente que queremos, tal como queremos, con tiempo para disfrutar de ello en un plazo narrativo, en una pausa segura para ser escuchados y escuchar, quizá no escribiríamos”. Es decir, la escritura era para ella ese escalón en el que ascender o descansar, abrirse o dejar entrar en lo íntimo, en lo ofrecido a los demás… “Escribir es como coser, las puntadas son las palabras” y esas palabras florecieron “Entre visillos”, “Lo raro es vivir”, “Las ataduras”, “El cuarto de atrás”, “El cuento de nunca acabar”, “Nubosidad variable”, “Irse de casa” o “Usos amorosos de la postguerra española”. De este último libro, un exhaustivo compendio de las costumbres del momento, recojo esta anécdota que la autora incluye en el libro: “En mi juventud oí contar, dándolo, por cierto, el caso de una señorita —no sé si de Palencia o de Valladolid—, que le había aguantado al novio tal cantidad de desaires y de humillaciones que nadie se explicaba cómo no lo mandaba a paseo. Impertérrita ante las críticas de los familiares y los consejos de las amigas, apuró sin embargo basta las heces el cáliz de aquel noviazgo y logró finalmente, a base de pertinacia y disimulo acerca de sus verdaderos planes, vestirse de tules blancos y recorrer solemnemente el camino hasta el altar a los sones de la marcha nupcial de Mendelssohn. Una vez concluida la ceremonia y conseguido ante testigos el «sí» que pronunciaron los labios de su prometido, cuando le tocó a ella el turno de contestar si lo quería por esposo, se hizo un silencio expectante. «¡No, señor!», se la oyó pronunciar al fin con voz segura y bien timbrada, dirigiéndose al cura. Y, volviéndose acto seguido a todos los circunstantes que llenaban la iglesia, añadió con énfasis, haciendo un gesto teatral que los abarcaba con la mano: «¡Y si he llegado hasta aquí, es para que sepan todos ustedes que si me quedo soltera es porque me da la gana!» Dicho lo cual, se agarró la cola del vestido de novia con la mano derecha y desanduvo con taconeo resuelto el camino que la había llevado hasta el tribunal de Dios para dirimir su juicio ante los hombres”.

Carmen había contraído matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio y fueron la “pareja literaria” española más conocida de la segunda mitad del siglo XX, aunque sus peripecias personales tuvieron episodios muy dolorosos. Con apenas siete meses falleció su hijo, Miguel, y años después su hija Marta.

La relación con ella quizá impregnó la dedicatoria de los “Usos amorosos…” que antes mencionaba: “Para todas las mujeres españolas, entre cincuenta y sesenta años, que no entienden a sus hijos. Y para sus hijos, que no las entienden a ellas”.

Hablando de hijos y de lo que podemos ir avanzándoles, vuelvo por un instante a la chica “Caperucita” de Manhattan y su amor por los libros, por las historias… “Sara, antes de saber leer bien, a aquellos cuentos les añadía cosas y les inventaba finales diferentes. La viñeta que más le gustaba era la que representaba el encuentro de Caperucita Roja con el lobo en un claro del bosque; cogía toda una página y no podía dejarla de mirar. En aquel dibujo, el lobo tenía una cara tan buena, tan de estar pidiendo cariño, que Caperucita, claro, le contestaba fiándose de él, con una sonrisa encantadora. Sara también se fiaba de él, no le daba ningún miedo, era imposible que un animal tan simpático se pudiera comer a nadie. El final estaba equivocado. También el de Alicia, cuando dice que todo ha sido un sueño, para qué lo tiene que decir. Ni tampoco Robinson debe volver al mundo civilizado, si estaba tan contento en la isla. Lo que menos le gustaba a Sara eran los finales.”

Quizá a Carmen tampoco. La vida, la libertad, el amor… “Nunca está uno libre; el que no está atado a algo, no vive... Las verdaderas ataduras son las que uno escoge, las que se busca y se pone uno solo, pudiendo no tenerlas”.

Y, en el silencio del adiós, una dedicatoria que no deja lugar a dudas: “A mi madre, que nunca me forzó a ninguna cosa, que parecía que no me estaba enseñando nada…”  ¿No es eso, acaso, la libertad?

Toca recomenzar y diseñar un nuevo futuro. Quizá tomando el ferry en Battery Park como Sara, como Caperucita, como Carmen.

 

 

 

domingo, 9 de febrero de 2025

Veinticinco céntimos

 Mi columna de Opinión ayer sábado en DIARIO JAÉN me llevaba a interesarme por esos libros que nos han acompañado toda la vida. ¿Qué será de ellos?

Veinticinco céntimos.

Pedro López Yera

¿Sabes que esa tienda que acaban de abrir compra libros usados? Me lo comenta ese amigo que es consciente de que tu casa ya no dispone de resquicio alguno para albergar ni un solo volumen más a pesar de que la sigues alimentando con todo aquel libro que te regalan o compras compulsivamente con el ánimo de hacerlo tuyo, disfrutarlo aun sin tiempo para leerlo y atesorarlo como lo que en realidad es: parte de ti.

El concepto “libro usado” me parece especialmente despectivo. Un libro no se usa, se lee, se aspira, se desea… es un compañero que nunca defrauda.  Normalmente la compra de libros digamos, leídos, viajados, se disfraza con añagazas como… libera espacio, deshazte de lo que ya has leído, despréndete de los que no te ilusionaron lo suficiente y frases similares. Pero para quien de verdad los siente como algo que forma parte de su propio yo, no son válidas. No se abandona un libro en una caja de incierto destino. Si ya te lo has inyectado en vena nada ni nadie puede separarlo de ti. Y si está esperando que lo hagas, tampoco. 

Reconozco que, en un ataque de irresponsable traición, he paseado hasta ese recinto en que los libros abandonados esperan, como las mascotas añorantes de un arrumaco tierno, que alguien los quiera y los lleve a un nuevo hogar. Y allí, frente a ellos, he imaginado las vidas y circunstancias de quienes decidieron que ya no tenían alma ni corazón para ellos. Novelas, poemarios, libros de viaje, ensayos, Best Sellers de efímera presencia, cuentos infantiles… todos parecen guiñarte un poco el lomo ajado -algunos parecen impolutamente abandonados sin abrir y eso duele todavía más- como pidiendo una segunda oportunidad. Abres uno, al azar, y el alma se te revuelve en un chispazo de melancolía inmisericorde: “Nunca olvides que compré este libro para ti. No hay mejor poema que despertar en tus ojos” Y debajo, una firma que, aunque ilegible, te parece descifrar como “Aurelio”. Estás a punto de acercarte a la caja y llevarte aquella colección de versos, pero no lo haces. No puedes traicionar a ese Aurelio y, mucho menos, a la destinataria que, quién sabe la causa, decidió que ya no le interesaba ser “poema”. Muchos otros libros tienen una firma, una fecha, un pico doblado en varias páginas. Son libros “vividos” que rezuman emociones más allá de sus textos. Algunos tienen, incluso, alguna pequeña mancha ya seca por el avatar del calendario y no puedes dejar de imaginar que, tal vez, fue una lágrima, una salpicadura de comedor o dormitorio, una gota de ilusión apasionada y encuadernada. 

Decididamente no puedo abandonar mis libros y exponerlos en pública subasta. Me acompañarán siempre hasta que el último suspiro nos haga separarnos y ya no seamos parte indisoluble el uno de los otros y viceversa. Lo que haya que acontecer después ya corresponde a la línea sucesoria, esa a la que has imbuido siempre que has podido el amor por los libros. 

En un último escarceo antes de abandonar el escenario “del crimen” preguntas por el precio que abonan por los libros abandonados. Veinticinco céntimos por volumen, te dicen. Todos iguales, sin distinción. Y en ese momento huyes despavorido. ¿Ese es el precio que resume todo lo que un libro ha significado y sigue significando? Una lágrima, esta vez, tuya, cae a la acera mientras te marchas sin mirar atrás.

lunes, 3 de febrero de 2025

"La piedra... el testamento de mi alma" Los SUEÑOS DE VANDELVIRA llegan a Linares.

 Los SUEÑOS DE VANDELVIRA, ahora en LINARES, nos dejan otra visión de la vida y obra de nuestro genial arquitecto y maestro cantero. Mi artículo de ayer domingo en DIARIO JAÉN.





“LA PIEDRA… TESTAMENTO DE MI ALMA”
“La piedra es el testamento de mi alma. Y os la sigo ofreciendo siglos después” así habla el propio Andrés de Vandelvira en su ensoñación sobre Linares dentro de la gran exposición itinerante que bajo el título “Los Sueños de Vandelvira” está recorriendo buena parte de las tierras giennenses amén de otras localidades como Alcaraz, cuna del genial arquitecto y maestro cantero.
El panel dedicado a la localidad, con uno de los majestuosos dibujos de Juan Eduardo Latorre, nos deja, literalmente, atravesar no ya los recios sillares que, como en él afirma el propio Vandelvira, “fui llamado para edificar un templo de nueva factura sobre el antiguo gótico, aunque conservé algunos elementos de la cantería original” sino que el propio latido de ese alma que siempre guio sus manos, sus trazas, sus diseños, se nos muestra con tal intensidad que podemos sentirlo frente a nosotros, incluso su aliento, su dolor, sus sentimientos más íntimos: “Permitidme que respire hondo y trate de alejar de mi mente el dantesco espectáculo que aconteció en vuestra Guerra. No puedo imaginar mi obra siendo asaltada e incendiada ni ver la cúpula caer bajo el fuego…”
Y con “su” alma a flor de piel en Linares se ha inaugurado la muestra que recoge su paso por nuestra tierra con un emotivo acto al que han acudido, en representación de la corporación municipal la alcaldesa, Auxi del Olmo, la concejala de cultura, Susana Ferrer y varios técnicos del ayuntamiento. Por parte del Grupo Vandelvira, autores de los paneles de que consta la exposición, han asistido Juan Eduardo Latorre, alma mater de los dibujos; Pedro Antonio López Yera Vocal de relaciones con los Medios, uno de los “abducidos” por Vandelvira para dar voz a sus “sueños” con distintos textos; Joaquín Sánchez Joaquin Sanchez Estrella , Vocal de relaciones institucionales y dos miembros de la asociación: Manuel Navarro Jaramillo y Cristóbal Orihuela Mingorance en representación de los socios. Los distintos paneles de la exposición cuentan, además de los autores ya citados, con textos de Jesus Palomo y Francisco Latorre Mengíbar secretario y presidente de la Asociación respectivamente, corriendo el diseño general a cargo del artista gráfico Juan Carlos Quesada Garrido.
Tras una primera toma de contacto, los representantes municipales han iniciado un recorrido por los paneles expuestos interesándose por distintos aspectos tanto de la arquitectura allí plasmada como de anécdotas históricas o detalles de las distintas obras vandelvirianas.
Se ha incidido en el momento histórico en que la hoy Basílica Menor de Santa María de la Asunción comenzó a construirse apenas cuatro años después de la concesión a Linares por parte de Felipe II del privilegio del villazgo, momento en que se independizó de Baeza, de quien dependía desde la conquista de Fernando III. También de aquellos veinte mil ducados que su Real Majestad solicitó a cambio de tal privilegio.
El edificio que acoge la muestra, el Pósito como antes indicábamos, es un antiguo depósito de grano del XVIII que, a lo largo del tiempo ha sido prisión y centro educativo transformándose en la actualidad en centro cultural y de interpretación de la ciudad de Linares. El recinto acoge distintas experiencias museográficas tanto de la historia local como de expresiones artísticas como el toreo, el flamenco o las salas dedicadas al cantante Raphael.
Según información de la concejala de cultura se están gestionando distintas visitas guiadas de grupos locales con especial incidencia en centros educativos lo que enorgullece especialmente al Grupo Vandelvira por cuanto su labor de divulgación del arte, la cultura y las costumbres jaeneras tiene como objetivo principal, precisamente, llegar a las nuevas generaciones y acercarlas a lo que los siglos nos han ido legando.
Para terminar el acto el grupo Vandelvira fue invitado a visitar la Basílica de Santa María de la Asunción para ahondar más, si cabe, en la vida y obra del arquitecto renacentista.
La muestra quedará abierta en el Pósito hasta el próximo 9 de febrero en que continuará su periplo por la provincia tras haber visitado ya Úbeda, Baeza, Alcaraz, Sabiote, Canena, Villacarrilo, Huelma, Benatae, La Guardia, Segura de la Sierra o La Iruela entre otras localidades. Está en estudio la presentación en San Clemente (Cuenca), localidad en la que las trazas de su casa Consistorial se deben a Vandelvira. Asimismo, dentro de las celebraciones del 450 aniversario de la muerte del arquitecto y maestro cantero la muestra recalará de nuevo en la capital, en las salas de los Baños del Naranjo, junto con una serie de actividades, conferencias, etc. que se están programando y que, en breve, se darán a conocer.
El adiós a Linares del Grupo tras la inauguración se mece en otras de las frases que el propio Vandelvira “susurra” en su panel: “Sé que cuando os recogéis al amparo de estos muros sois capaces de vislumbrar la antigua mezquita, la primigenia iglesia, el templo gótico y el esplendor renacentista y me consuela que el devenir del tiempo haya permitido que un Papa de vuestro tiempo, Su Santidad Francisco, elevara el templo a la categoría de Basílica Menor”.
Y, con solo entornar los ojos, el propio Vandelvira nos despide con su peculiar gesto que para nosotros siempre estará ya unido a la magistral interpretación que del personaje ha interpretado en distintas inauguraciones de la muestra como Jaén y Úbeda el actor Eduardo Duro López, colaborador del Grupo en varias ocasiones. Como nos gusta afirmar, “nunca hubo un Vandelvira como el de Eduardo Duro”. Su espíritu sigue paseando entre los paneles que nos cuentan sus sueños…
FOTO 1. Corporación municipal y Grupo Vandelvira durante la inauguración en Linares.
FOTO 2. Panorámica de la muestra en la sala de exposiciones temporales del Pósito con la ensoñación de la figura de Vandelvira encarnada por el actor Eduardo Duro.

sábado, 1 de febrero de 2025

Los "argumentaristas"

 Mi columna de Opinión ayer viernes en DIARIO JAÉN va por ese territorio falsario y manipulador de los argumentarios con que los políticos, los partidos y toda su cohorte, tratan de hacernos comulgar con ruedas de molino.


Los “argumentaristas”
La de “argumentarista” es una profesión al alza, sin duda. Cada partido necesita mantener su “relato” por encima del resto y, sobre todo, por encima de la verdad, excluyéndola si menester fuese. Para ello es imprescindible un “rebaño” de argumentaristas, entendido como sinónimo de grupo encauzado en una sola dirección de opinión y manipulación.
Si lo pensamos, es un oficio difícil para el que se necesita disponer de conciencia laxa, ideas fluctuantes, ideología prístina y, especialmente, cara dura. Sí, se necesita carecer del más esencial de los escrúpulos, del filtro de la sensatez, de una ética más o menos estricta, del pudor ante lo inaceptable, de la moralidad en su más amplio espectro o, sencillamente, tener las neuronas lo suficientemente “dirigidas”, incluso las pituitarias, como para poder afirmar lo que afirman sin que un ligero tinte “colorao” se abra paso en sus mejillas.
Los argumentaristas son aquellos que ofrecen, previa solicitud del líder, cabecilla, asesor en jefe o superior jerárquico, a todos -y todas- los que han de dar la cara en los medios o ante audiencias de distinto calibre, un catálogo de afirmaciones tendentes a enderezar el rumbo, aclimatar vendavales, evitar que el tanto se lo apunte el contrario o, en el mejor de los casos, distribuir ruedas de molino en sus muchas variedades para que puedan comulgar con ellas aquellos a quienes se las dedican, es decir, nosotros, el “pueblo”.
Y para ello no se privan de nada. Ni los argumentaristas ni quienes difunden sus argumentarios. Es un círculo vicioso, un ciclo sin fin, una rueda como la de los pobrecillos roedores que giran y giran en su jaula. Sería interesante poder observar la cara de intenso placer del argumentarista cuando ve, escucha, intuye o se percata de que sus palabras están siendo pronunciadas, en cascada, por una ministra de cualquier ramo, un asesor de renombre, un periodista dado a extender mano y bolsillo, una directora general, un editorialista del oficialismo o, -ya palabras mayores- el presidente del gobierno o una de las autoridades “premium” como las que presiden las cámaras o los parlamentos de las autonomías de la piel de toro.
El gozo de estas personas ha de ser inmenso cuando, con apenas horas de diferencia, los prebostes indican que tal o cual ley es inconstitucional para colocarla bajo el manto constitucional sin mayor problema al darse la vuelta y afirmándolo con el aplomo que el argumentarista ha diseñado en su diabólico plan. Y no solo dando vueltas a la constitucionalidad. En ocasiones se afirma que nunca, jamás, se hará tal cosa, pero, argumentario en mano, se descubre que sí, que se podía hacer, que se hace y que todo aquel que se refiera a la primera opción está equivocado, es un fascista de tomo y lomo o difunde barro, lodo y esos mil otros sinónimos de bulo a que tan aficionados son la mano del argumentarista y la boca del político de turno. Un día le niegas a alguien un concierto económico y al día siguiente se lo concedes a otro. Sin rubor ni vergüenza gracias al argumentario que te pasan bajo la mesa.
Lo que te parece delito una mañana resulta ser un modelo de comportamiento a la hora de comer. Las corruptelas que la justicia te descubre solo te sirven para atacar al juez y no para enderezar la senda. Si una ley no te gusta, la cambias y nos cuelas, de nuevo, las sabias, justas, melosas y “vomitivas” afirmaciones del argumentario confiando o asegurando plenamente que quienes las recibimos somos portadores de altos grados de irracionalidad y que las daremos por buenas si, claro, coinciden con la ideología que las promueve. Ah, he ahí el quid de la cuestión: el océano ideológico compone las aguas en las que navegan los argumentarios y, por tanto, la vida diaria del político anclado antes a su poltrona que a la existencia del ciudadano que le pide soluciones a sus problemas cotidianos. La realidad va por un lado y las afirmaciones del político con su argumentario bajo el brazo, por otro.