lunes, 30 de septiembre de 2024

La actriz y el tiempo

 



Todavía resuena el clamor del aplauso. Esa especie de neblina del público saliendo y dejando en el ambiente los comentarios casi susurrados que les ha inspirado la representación. Cada vez que salgo al escenario se diría que vuelvo a renacer y son ellos, el público, quiénes me alimentan y me impulsan día tras día. En ocasiones la obra termina pero, en lugar de abandonar el teatro, sigo en el escenario cuando oigo a mis compañeros de reparto en los camerinos. Paseo por el decorado, toco el atrezzo, mimo los cortinajes, respiro el ambiente en el que vive la mujer a la que interpreto y, por instantes casi infinitesimales soy ella más allá del papel. Sé que es un error, que el personaje empieza y termina con cada representación, pero no puedo evitarlo. La luz parpadea y el tiempo retrocede a aquel momento en que está ambientada la obra. El calendario atrasa casi un siglo y yo con él. Vivo sumergida en el espacio que un autor decidió regalarme, en el tiempo en que vivió esa mujer en la que me convierto. Y no puedo ni quiero abandonarla, abandonarme. Necesito ese juego del espejo antañón y desconchado en el que puedo verme sin ser vista, observar desde el ángulo perdido de la historia, soñar en mitad de una vigilia insomne.

Quizá ese es el verdadero tormento de la actriz. Los personajes, o al menos este, me subyugan hasta el punto de atravesar mi cuerpo e instalarse en él. No sé si debería preocuparme o solo dejarme llevar.

En unos minutos oiré al personal de sala avisar para que salgamos. Y la realidad me invadirá de nuevo. Mañana volveré. Y volveré a ser…

Pedro A. López Yera

domingo, 29 de septiembre de 2024

Tras el telón del olvido (Teatro en el Día Mundial del Alzheimer)

 

Mi colaboración en DIARIO JAÉN ayer sábado 28 de septiembre.

Tras el telón del olvido.

(Teatro en el Día Mundial del Alzheimer)

Pedro Antonio López Yera




La recoleta Salala Paca nos ha dejado, con motivo del Día Mundial del Alzheimer, una pincelada de ese humor con ácido retrogusto que te deja la sonrisa congelada y el alma en vilo. Se trata de la representación de “Llévame a Benidorm”, con Rocío Solís y Alejandra Guiol en los papeles de esas dos ancianas, Mila y Luisa, que luchan con el recuerdo, la realidad pasada, inventada o soñada y se mecen en sus propias vivencias aderezándolas con lo que nunca fue, lo que pretendieron que fuera y lo que realmente vivieron y sufrieron en esas “carnes” ahora diluidas entre menús de residencia, músicas que las transportan y las zarandean o fotos de quienes pasan a ser héroes de la pantalla a latido cercano aunque olvidado.

Las actrices, en un colorido juego entre la contención y el desenfreno buscado, nos hacen atravesar sus vidas dejándonos, entre el resquicio que permanece virgen en sus neuronas “alteradas”, ser partícipes en su viaje hacia una Arcadia disfrazada de paraíso para “ancianos” que no es sino la Benidorm de los folletos de agencia turística.

Pero entre esa vorágine de huida hacia adelante nos topamos con los destellos de un recuerdo que tiene páginas literarias y miradas a las pantallas de un cine que les dejó huella. A ellas y a nosotros, los espectadores.

Así nos enteramos que Mila fue profesora de Lengua, de “Lenguas muertas” como ella misma comenta entre rictus de amarga risa contenida. Y de esas vivencias brota Shakespeare en mitad de un diálogo que termina con un doloroso grito: “Tengo mucho que decir, pero no encuentro las palabras”. “Y un tapón en el pecho que me impide soltarlas”.

Otro de sus flashes tiene celuloide prendido: Desde Thelma y Louise hasta el monólogo de Roy Batty (el replicante interpretado por Rutger Hauer) en Blade Runner, el recuerdo camina a golpe de fotograma e impulsa a las protagonistas a escapar de su realidad casi carcelaria con el convencimiento de que vivimos, viven, en la memoria del otro, de la compañera con la que lo vivido tiene siempre sentido a pesar de estar desdibujado por la enfermedad. Quizá el planteamiento nos hace afirmarnos en esa idea: la memoria tiene sentido cuando se comparte y se enfrenta a la ¿realidad? que solo tiene valor, precisamente, cuando eso sucede.

Indefectiblemente, al cerrar los ojos por un instante, el espectador -me reconozco en esta afirmación- recuerda otras visitas al mundo del olvido en escenarios y pantallas. No hace demasiado el excelso José María Pou desgranaba en “El Padre” la historia de alguien que ve poco a poco desaparecer lo que ha dado soporte a su vida. Un papel que ya había interpretado Anthony Hopkins en el cine.

Otra película inolvidable, con una Julianne Moore en estado de gracia es “Siempre Alice”. Una profesora universitaria, esta vez de Neurología en contraposición con nuestra Mila, que enseñaba Filología, y enfrentada a la lenta pero paulatina pérdida de identidad mientras nos la cuenta en primera persona.

El trío Héctor Alterio, Norma Aleandro y Ricardo Darín también luchan contra el Alzheimer en “El hijo de la novia” y Bruce Dern, en una iniciática -por cuanto casi no tiene relación con el hijo que lo acompaña en esa road-movie que es “Nebraska”- navega también por el recuerdo a lomos de las cuatro ruedas que podrían enfrentarle a una realidad no siempre concordante con lo esperado.

El amor de pareja también, o especialmente, se ve envuelto en la difícil tesitura de enfrentarse al olvido. Julie Christie, en “Lejos de ella” acaba de celebrar las bodas de oro cuando se topa con el Alzheimer progresivo. ¿Supera la prueba a fuerza de cariño y comprensión?

Hablábamos antes del recuerdo musical de Mila en su residencia, “Los Panchos, otra vez, no…” y también partiendo de la música recordamos -buen verbo si hablamos de este tema- a la primera película como director de Dustin Hoffman. Estamos en una residencia, de nuevo, en la que conviven viejas glorias de la música cuando una de ellas empieza el lento declive del olvido.  Sus compañeros deciden ayudarla más allá de los celos, rencillas y envidias que acarrearon en sus vidas profesionales. Michael Gambon, Billy Connolly, Tom Courtenay, Pauline Collins y Maggie Smith nos deleitan en “El cuarteto” con el concierto de sus vidas. Aquí, como en “Llévame a Benidorm”, el humor equilibra y ayuda a entender el drama que rodea la historia.

Un giro a la historia más o menos reciente lo encontramos en “Remember” de Atom Egoyan. Vemos a un judío de 90 años, superviviente del Holocausto y con evidentes síntomas de la enfermedad que se empeña en encontrar a un criminal de guerra nazi que fue responsable de la muerte de su familia. Una vez más, la realidad puede distar mucho de lo imaginado.

Una entrañable cinta, ¿Y tú quién eres?, Manuel Alexandre y José Luis López Vázquez se encuentran en una residencia, escenario reincidente, donde sus vidas van a cambiar. Se da la circunstancia de que el director, Antonio Mercero, ya tenía a su vez, síntomas del Alzheimer y tuvieron que ayudarle a terminar la película.

El listado sería interminable y Mila y Luisa están ya preparándose para su viaje mientras un universo de estrellas vestidas de pompas de jabón baña sus sueños. Para terminar el recorrido me quedo con aquel robot que protagoniza “Un amigo para Frank” con Frank Langella que es un enfermo a quien su hijo regala este simpático acompañante mecánico para que le cuide. Un personaje clave en la historia es Susan Sarandon, la bibliotecaria. Y con ella cerramos el círculo con la Louise de “Thelma y Louise” que con Geena Davis¡, Thelma” sirven en cierto modo de modelo al viaje de nuestras Mila y Luisa hacia el soñado Benidorm con el acordeón de María Jesús de fondo.

Ya lo dice Luisa…” Yo me parezco un poco a Susan Sarandon” provocando la risa de Mila. Y cuando el telón del olvido está a punto de caer, nuestras protagonistas nos anclan al asiento mientras susurran al universo que “ninguna supernova pide permiso para explotar”.

Y, en efecto, nuestro aplauso, puestos en pie, explota mientras la luz del escenario y la de Mila y Luisa, se apagan.

Otro éxito que añadir a la programación de Salala Paca que ya nos invita a próximas experiencias como la exquisita “Florence Foster, la peor cantante d ópera del mundo” con Amada Santos y Oliver Gil.

Estaremos atentos. Siempre hay una sorpresa detrás del telón. También nosotros hemos visto “cosas que vosotros no creeríais”, escenarios abiertos más allá de Orión, rayos-C brillar en la oscuridad de las tablas iluminando a actores entregados…  Todos esos momentos no se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Son ya parte inseparablemente unida a nuestra conciencia de espectadores adictos al teatro. Es tiempo de vivir. ¿Nos vamos con vosotras e Benidorm?

Perdones del ayer.

 Mi columna "SOMBRAS" en DIARIO JAÉN ayer sábado 28 de septiembre.

Perdones del ayer

Pedro A. López Yera




Existe últimamente una corriente que se empeña en mirar a la historia con ojos actuales y, por

tanto, discrepar, cuando no, alborotar, manipular o sencillamente reprochar actuaciones que,

en su momento, se realizaron de acuerdo a las costumbres, normas o circunstancias al uso.

Suele ocurrir que, entrando en política, esos exabruptos se multiplican cuando hay ríos

revueltos y se busca pescar votos o aplausos que reviertan luego en beneficios varios. Las

épocas coloniales que muchos países cercanos -y el nuestro-, protagonizaron en siglos

pretéritos se consideran ahora terribles encarnaciones del mal y, aunque con mirada de hoy

podríamos discrepar de determinadas acciones que conllevaron, no podemos olvidar en qué

mundo sucedieron. Si ya en libros y películas de épocas anteriores se está cayendo en

planteamientos que se aproximan bastante a la censura, imaginemos lo que pasa con nuestro

pasado europeo en manos de estos nuevos “correctores políticamente correctos” valga la

redundancia. ¿Hablamos de México? ¿500 años después? La denigrante leyenda negra… ¡vive!

Poetas con niños.



 Siempre me enternecen sobremanera este tipo de imágenes en las que los poetas aparecen rodeados de niños. Da igual si se han acercado a saludarles, si son sus hijos, vecinos o familiares de amigos. Son niños y niñas que se encuentran de tú a tú con la poesía, con el verso. Quizá ninguno de ellos siguió luego esos caminos literarios pero ese instante en que su mirada se cruzó con los ojos de Federico, de Juan Ramón, de Rosa Chacel, de Rosalía de Castro, quedó plasmado, recogido, congelado en el minutero de la historia y ahí permanece con aires de inmortalidad. La poesía no tiene fecha de caducidad ni de consumo preferente. La poesía, como decía Apuleyo Soto, "es una niña" y como tal se nos muestra y "juega" con nosotros.

Dejad que los niños se acerquen a la poesía, que la disfruten, la practiquen, la lean, la escriban... dejemos que se aficionen a "ser poetas" o, quizá, en palabras de Gil de Biedma, "ser versos".