viernes, 29 de noviembre de 2024

FRANCISCA DE PEDRAZA, UNA PIONERA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL SIGLO XVII

 Mi artículo en DIARIO JAÉN ayer jueves.


Francisca de Pedraza.
Una pionera contra la violencia de género en el XVII.
Francisca, un nombre de mujer. Sencillo, de los que han ido superando la barrera de los siglos permaneciendo ahí, fijo, en los registros de las niñas nacidas. El apellido ha ido cambiando y definiendo épocas, familias, avatares históricos, dinastías y cualesquiera otras metas volantes de la historia.
Hoy vamos a detenernos en el siglo XVII y en una Francisca que vivió en tierras castellanas, en Alcalá de Henares concretamente. Su apellido, “de Pedraza” quizá no nos dice nada si no incidimos en todo lo que vivió, sufrió y significó en aquel tiempo en que la ley, las costumbres y la concepción de ser hombre y ser mujer tanto se diferencian de las actuales. O, quizá, no tanto, si atendemos a ciertos comportamientos que florecen a nuestro alrededor. Nos paramos frente a su estampa y nos dejamos mecer por su recuerdo en una fecha significativa: 25 de noviembre. Es decir, el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer.
Un telón, el de Salala Paca, nos ha dejado mirar por las rendijas de la historia para darnos de bruces con la vida de Francisca. El montaje, de Producciones 099, se nos ha presentado en ese híbrido que podríamos llamar “teatro leído” y que permite al espectador vestir y dejar moverse a los actores al ritmo y manera que su percepción les ofrece. La ropa de calle se deja caer a los pocos instantes del comienzo para mostrarnos, de la manera que cada espectador decide, los ropajes, tocados, mantos y complementos con que el siglo XVII nos abduce. Y los textos fluyen en mitad de una casa, de un convento, bajo el rumor de un árbol, escuchando en un “a lo lejos” soñado el sonido del mar o en los áridos estrados de una corte de justicia.
Francisca se nos muestra, en el inicio, como esa joven inquieta que vive y sueña con el mundo que existe más allá del convento en que vive, huérfana y al amparo de la comunidad. Pero pronto, cuando la edad supuestamente se lo permite, será entregada, en toda la extensión de la palabra, a un hombre, a un marido, a un tal Jerónimo de Jaras, con el que ella imaginó desarrollarse como mujer, como persona, más allá de los muros conventuales. Sabemos que no fue así. Por el contrario, aquel marido le hizo ver la cruel que podía ser, en realidad, la vida para una mujer. Golpes, insultos, violaciones y todo tipo de malos tratos fueron el cotidiano devenir de su matrimonio. Y todo ello con la más total impunidad para el agresor ungido por el sacramento matrimonial. Cuando ya no pudo soportarlo más tomó una decisión. Y no fue huir ni dejarse morir. No. Acudió a la justicia. Algo muy poco usual en la época. Recorrió todos los estamentos judiciales, de la ordinaria a la eclesiástica e incluso, finalmente, a la universitaria. Y allí en aquellas instancias mostró su rostro y su cuerpo repleto de golpes, hematomas y huellas, en fin, del maltrato recibido. Sabía que la justicia, el mundo entero, estaba diseñado por y para los hombres, pero no se dejó vencer.
Una y otra vez las sentencias terminaban con unas recomendaciones al marido agresor que solían recoger términos como honestidad, amor, consideración… y que condenaban en realidad a Francisca a volver al infierno del hogar, a seguir sufriendo junto a Jerónimo, su marido. De nada servía que apelara a su condición de madre o la constatación de que algún embarazo se malogró, precisamente, por los golpes recibidos.
Cuentan que, en un último intento de recuperar su libertad y su dignidad como mujer y persona, solicitó una cédula del nuncio del Papa en España para cambiar sus peticiones a otra jurisdicción, la universitaria.
Y allí, tras el fracaso de la justicia ordinaria y la eclesiástica, en la Universidad de Alcalá, se desarrolló un nuevo juicio pidiendo el divorcio. Al frente del tribunal se encontraba Álvaro de Ayala, famoso rector de reconocida solvencia. Y, casi milagrosamente, en 1624, tras un triste, doloroso y cruel recorrido, Francisca de Pedraza obtiene la sentencia que esperaba: divorcio y devolución de la dote junto con una orden de alejamiento que indicaba que “prohibimos y mandamos al dicho Jerónimo de Jaras que no inquiete ni moleste a la dicha Francisca de Pedraza, por sí ni por sus parientes ni por otra interpósita persona”.
Sentada en aquel estrado, la mente de Francisca volvió a 1614 cuando quiso huir del convento, pero él la llevó de vuelta al hogar mientras la justicia le decía que solo debía pegar a su mujer lo necesario para que fuese obediente.
Cuatro años más tarde, siguió visionando en su recuerdo, presentó el caso ante el Corregidor de Alcalá, pero nada consigue salvo que el confesor le recomiende resignación cristiana. En 1620 va al Palacio Arzobispal, pero se le deniega la petición de divorcio. Las lágrimas recorren su rostro al recordar que dos años después, embarazada de nuevo, es golpeada a patadas con tal fuerza que el feto nace violentamente y cae a la acera. Nada consigue al plantear esta situación a pesar de los testigos que aporta a la causa.
Francisca miró, en mitad de esos recuerdos, y en la sala del juicio, a Jerónimo que le devolvió la mirada con tintes de odio. De hecho, no conforme con la sentencia y sabiendo que el rector dejaría el cargo en un año, recurrió la sentencia pasado ese tiempo aunque el nuevo rector, Dionisio Pérez Manrique de Lara, confirmó la sentencia.
Este caso fue el primero. Francisca fue la primera mujer en conseguir una sentencia favorable de divorcio por lo que hoy llamamos Violencia de género. Su historia se ha recordado en multitud de publicaciones, obras de arte e incluso en una suite orquestal amén de llevar su nombre el “Premio Francisca de Pedraza contra la violencia de género”.
El estreno de FRANCISCA en un día tan señalado ha sido, sin duda, una propuesta valiente y que nos hace ahondar en nuestra postura como sociedad ante este tipo de situaciones ante las que no siempre hemos sabido reaccionar como deberíamos. Tras el telón, tras el teatro, siempre hay una pincelada que nos hace pensar. Y, en esta ocasión, especialmente. Gracias a Carmen Gámez por programar la obra y continuar con el programa EN FEMENINO con propuestas de gran calado.

domingo, 17 de noviembre de 2024

¡NO MUERAS, BIBLIOTECA!

 Hace algunos días se celebró el Día de la Biblioteca aunque poca "algarabía" creó la efeméride en los medios. Ayer sábado, en mi columna de Opinión en DIARIO JAÉN, la "Biblio" era la prota absoluta.

Os la dejo.



¡No mueras, Biblioteca!
En mis muchos años de idas y venidas por esas aulas, colegios y escuelas, recuerdo haber gestionado, echado a andar o reorganizado varias bibliotecas escolares en mis destinos docentes. Una labor, a veces ingrata, otras de fervoroso gozo y la mayoría de lucha por mantener vivo el afán lector en el alumnado que, en ocasiones, tenía más a mano otras maneras de “diversión” no siempre compatibles con los objetivos curriculares o, en especial, con su proceso formativo.
Volvería a sumergirme en aquellos planes en los que colaboré activamente como el llamado “Lectura y Biblioteca” o las campañas “Leer, la mejor lección de tu vida”, “Damos la cara por los libros” o aquellas fantasías de ser “los niños libro” o subirnos todos al “AVE lector” recorriendo las aulas invitando a la Biblioteca. Ahora, sin embargo, aunque no debamos generalizar, las bibliotecas escolares, e incluso las públicas, nacionales o municipales, están atravesando un particular desierto al que las han encaminado ora los recortes presupuestarios, ora la influencia de las redes y la información destilada en los entresijos de internet. Un periódico nacional titulaba recientemente “¿Hacia un país sin Bibliotecas?” y la sola lectura de esa interrogación ya nos deja un irrefrenable poso de amargura e impotencia. El titular continuaba y no precisamente dando un toque positivo al tema: “La crisis silenciosa de un servicio esencial”. Al menos se certifica que una Biblioteca es un servicio prioritario, sustancial y básico en el ámbito cultural de una comunidad.
Me asalta la archiconocida frase de Borges afirmando que “soy incapaz de imaginar un mundo sin libros” a la que añado “ni sin lectores, ni sin Bibliotecas”. Al parecer existe una normativa en el régimen local que impone a los municipios de más de 5.000 habitantes un parque, un sistema de tratamiento de residuos y… una biblioteca. Como en otros muchos aspectos de leyes aparentemente favorecedoras para el crecimiento personal del ciudadano, no solo hay que “obligar” a que exista la biblioteca, sino que se necesita una dotación económica suficiente, un sistema de “publicidad” que la acerque a los lectores y, aunque este punto suele olvidarse, un personal preparado para su funcionamiento real práctico. No solo se necesita un funcionario que abra y cierre las puertas y vigile las entradas y salidas de los volúmenes consultados. Es necesario que esa persona anime, favorezca, aliente, estimule e incite a la lectura y a la búsqueda de la información exponiendo posibilidades, temas, sugerencias, etc. Muy pocas cuentan con este tipo de personal y si existe se le considera más bien un auxiliar de servicio en lugar de alguien íntimamente ligado al desarrollo educativo y cultural del centro o de la comunidad.
Es obvio que las Bibliotecas deben, lógicamente, adaptarse a los tiempos y convertirse en lugares esenciales para el aprendizaje y la cultura introduciendo en su funcionamiento aspectos que les hagan relevantes en tanto en cuanto promuevan distintos cauces de acceso a la información en todas sus facetas. ¿Y si se convirtieran en una especie de reducto de confianza en el que ofertar claves para enfrentarse a la desinformación, la manipulación o el desamparo de la cultura en general como lugares de encuentro y colaboración?
No podemos dejarlas morir.

viernes, 15 de noviembre de 2024

"MIQUIÑO MÍO DEL ALMA" (GALDÓS ENAMORADO)

 Se asomaba este pasado jueves a DIARIO JAÉN mi artículo sobre Galdós y Emilia Pardo Bazán al hilo del estreno de GALDÓS ENAMORADO. Os dejo el texto.




“Miquiño mío del alma”
(Doña Emilia y don Benito, amores con sobre y sello)
El escenario del Infanta Leonor nos ha permitido adentrarnos en el universo enamorado “por correspondencia” entre doña Emilia Pardo Bazán y don Benito Pérez Galdós. Sus cartas, sus emociones escritas, soñadas y viajeras de buzón en buzón, han dado forma, de la mano de Alfonso Zurro -aun recordada su visita a la Salala Paca con motivo del estreno de una de sus versiones de Shakespeare, “La violación de Lucrecia”- a un entramado totalmente teatral en el que los actores son los actores y no los personajes. Dicho así suena a trabalenguas, pero he ahí la magia de esta propuesta, de este artificio si queremos definirlo así, que juega con el “teatro dentro del teatro” al más clásico de los estilos.
Las cartas, el tercer personaje si pensamos en que los protagonistas son dos, Emilia y Benito, Benito y Emilia, van y vienen en una lectura incandescente que huye de la posible indiferencia y aúna lo escrito con lo real, lo pensado con lo trasladado, la letra con el espíritu que la conforma. Aunque prácticamente solo conservamos las cartas de ella, su lectura nos da idea de las respuestas y de esa relación íntima en el sentido literario y en el personal que mantuvieron.
Se publicaron recopiladas en un libro y, en muchas ocasiones, los medios se han encargado de dejarnos “con la miel en la boca” ofreciendo pequeñas pinceladas como esta que no me resisto a compartir: “Miquiño, mi bien: me están volviendo tarumba tus cartitas. Creo que jamás escribiste con tanta sencillez, con una gracia más bonita y más tierna. No sé las veces que he leído esta última epístola, ni el bien que me hizo, ni cuánto se me humedecieron los ojos... Un beso del fondo del alma” (…//…) “Pánfilo de mi corazón: rabio también por echarte encima la vista y los brazos y el cuerpote todo. Te aplastaré. Después hablaremos dulcemente de literatura y de la Academia y de tonterías. ¡Pero antes morderé tu carrillito!”.
Cierto estremecimiento “jocoso” puede sacudirnos al imaginar la oronda figura de doña Emilia “aplastando” como bien dice, a don Benito. Unos juegos a los que la palabra nos ilumina y nos acerca dejándonos exhaustos. De ese ir y venir de sensaciones tratan las conversaciones de Emilio Gutiérrez Caba y María José Goyanes en el escenario. Zurro nos lo apunta: “Quizá esto sólo sea un sueño, un sueño en el que hemos colocado a Don Benito Pérez Galdós y a Doña Emilia Pardo Bazán para que dialoguen, charlen, y nos cuenten cosas sin los encorsetamientos de fingidos realismos decimonónicos. Un sueño para trasladar al espectador actual por el ayer, el hoy y el mañana de nuestros protagonistas. ¿Qué será de ellos dentro de cien o doscientos años? Imaginemos... Soñamos, y sabemos que Don Benito y Doña Emilia se amaron, nosotros también amamos su literatura, su historia, esa pasión oculta, imposible, en una España pueblerina, caduca, manipulada, preocupante…
Zurro nos invita, con su dramaturgia, a jugar, además, con el tiempo, con ese momento en que la narrativa puede saltar sobre él, desdoblarlo, ir y venir, incluso llevarlo al otro lado del imaginario y disfrutar con los personajes, con los actores, con nuestra propia percepción de lo sucedido, de lo imaginado, de lo real. De hecho, no nos enfrentamos a una propuesta literaria en el más cerrado de sus conceptos. Por el contrario, nos llega un lenguaje coloquial que huye de artificios como antes indicábamos. Las voces, los sentimientos, la realidad, se impone y los “enamorados” dan rienda suelta a lo que piensan, opinan y exclaman, todo en un ambiente de cordial encuentro en el que, quizá influenciados por su imagen y por ese prejuicio que arrastramos al conocer su biografía, su lenguaje y su empaque, es Emilia quien parece más potente y “arrebatadora” frente a un Benito más apagado o menos apasionado. Probablemente es solo una sensación ya que ambos personajes, y ambos actores, no lo olvidemos, impregnan de magistral forma el texto, lo que significa y lo que nos traslada.
Hay, también, ventanas a la historia que los rodeó. El Pazo de Meirás, por ejemplo, acabó en manos de Franco y su esposa, doña Carmen, y ese detalle no pasa inadvertido en los diálogos dejándonos un poso de hilarante descanso entre la seriedad que se supone a aquella relación que, no lo olvidemos, encajaba poco en la sociedad del momento, poco dada a esa libertad que transmiten las cartas de las que trata la obra. Por cierto, corre un rumor sin posibilidad de confirmación que afirma que las cartas que Benito escribió a Emilia no aparecen ya que… tachin, tachin… las quemó Carmen Polo escandalizada cuando llegó al Pazo. ¿Pudo ser? Tal vez.
Los actores tras los personajes no nos son desconocidos. Los empezamos a conocer, los que ya peinamos la edad suficiente, en aquellos Estudios 1 de la Tele en blanco y negro. Tanto ella como él venían, vienen, de familias de renombre en los escenarios y han compartido cartel en muchas ocasiones. Incluso en las pantallas. Me viene a la memoria su imagen de jovenzuelos en aquella película, “Los chicos del Preu” que, por obvias razones, muchos recordarán e incluso se verán reflejados en los estudiantes, que incluían incluso a nuestra Karina y a Camilo Sesto, enfrentándose al catedrático “hueso” de turno.
Pero volvamos al escenario. Ese “metateatro” o “neolectura teatral”, como denominan los críticos a este tipo de montaje, nos ha dejado ese ensayo previo a lo que sería el verdadero espectáculo con Marta Gutiérrez-Aba como introductora. Y, gracias a Alfonso Zurro, hemos podido imaginar dónde estarían hoy Emilia y Benito y cómo habría evolucionado esa relación que nos queda corta, por cuanto solo conocemos “las palabras enamoradas” de una de las partes del dúo. Quizá, haciéndonos uno con ellos, nos dejamos llevar por su “inocente esperanza” de que lo que tuvieron que soportar, machismo, maledicencia, hipocresía, se haya disipado con el paso del tiempo. ¿Ha sido así? Se admiten opiniones.

lunes, 11 de noviembre de 2024

¡Quiero ser TEATRO!




Me acabo de dar cuenta. Quiero estar ahí arriba. Ese es mi sitio. O lo será. Quiero mirar frente a frente a las butacas, oír respirar a quienes las ocupan, saber que están observándome, atentos a un texto que les traslada emoción. Quiero pisar las tablas y escuchar el leve crujido que las hace gritar en silencio tras tantos años sirviendo de balcón hacia dentro y hacia fuera. El escenario es algo más que un cubículo de solo tres paredes. Tiene una cuarta que, dicen, es de cristal transparente pero que, a veces, se vuelve translúcido y otras opaco. Es el ojo del espectador quien lo transforma a su libre albedrío, a golpe de sus propias vivencias, de su forma de ser y de entender lo que le rodea. Un texto, una dramaturgia, un poema escénico lo es en tanto en cuanto despierta el alma apagada de quien se acerca a sentirlo, disfrutarlo, sufrirlo, digerirlo. Y yo quiero ser quien provoque todo eso en la mirada, el latido, la respiración de quién llega ante mi y toma asiento dispuesto a vivir a mi través durante los minutos que van desde que el telón se levanta hasta que vuelve a caer. Ese tiempo no me pertenece a mi ni a ellos. Es el tiempo del teatro, de esa realidad alternativa, distinta, imaginada, que solo ahí funciona, solo ahí existe. Yo quiero ser teatro. Y os invito a verme, a haceros uno conmigo, a dejar que vuestro propio telón se levante y os deje ser otro. ¿No quieres ser tú también teatro?



Entre tumbas anda "el juego" (Noches de Santos y Difuntos)

 Como todos los SANTOS tienen octava -ya lo dice el refranero popular- ayer domingo se hacía eco DIARIO JAÉN de mi artículo ENTRE TUMBAS ANDA "EL JUEGO" en relación con las noches de Santos y de Difuntos que hemos vivido no hace demasiado.

Os lo dejo.

Entre tumbas anda “el juego”
(Noches de santos y difuntos)
Pocos lugares existen que conciten tal cantidad de sentimientos, estímulos, nostalgias y recuerdos que un cementerio. Esa última morada para la que ya nacemos con el billete de ida preparado se nos antoja un lejano horizonte al que es largo y complicado llegar pero la vida, ese ingrediente básico para realizar el camino, ese dual espejismo que nos hace mirarnos en la futura lápida de epitafio soñado, nos permite circunvalar la senda e ilusionarnos con las pequeñas o grandes historias que nos harán llegar, bien con la frente alta y la conciencia fragante, bien con el ánimo engatusado por el deslumbre de lo absurdamente fútil.
De una u otra forma la llegada a ese escenario tras el que el telón ya no vuelve a levantarse sirve a menudo como espejo que, precisamente sobre las tablas del teatro o en el fulgor lumínico de las pantallas, nos enfrenta a una realidad endulzada o enrabietada en la que nos resistimos a ser protagonistas, pero en la que jugamos al despiste con guiños que nos acercan y alejan a la vez al futuro más o menos cercano que mora, eterno, tras las puertas de los cementerios.
Vagabundear entre tumbas, recorrer nichos y lápidas, dialogar con el ausente, ofrendar flores al recuerdo… son actividades propias de los camposantos y, como tales, han formado parte de guiones, textos y dramaturgias varias a lo largo del tiempo.
Ahondando en la memoria me asalta la visión de aquel panteón descrito por Antonio Gala en “Los verdes campos del Edén”. Un lugar de encuentro, de algarabía, por el que se van asomando personajes de muy diverso desarraigo llamados por Juan que, buscando la tumba de su abuelo, toma posesión de la misma sintiendo que solo a esa tierra puede llamarla suya.
Otra escena mítica nos lleva al viejo oeste americano, aunque no hayamos salido, para filmarla, de Burgos. Estamos ya escuchando la inmortal banda sonora de Ennio Morricone y vemos llegar a tres personajes, Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef, es decir, “El bueno, el feo y el malo” y el cementerio de Sad Hill huele a pólvora recordando, por su circular emplazamiento, al fragor de los gladiadores en el coliseo romano.
Si cambiamos a Morricone por Jerry Goldsmith nos encontramos con “La profecía” y con una escena “de cementerio” de las que quedan grabadas en el subconsciente quizá como la de Poltergeist, fruto de construir sobre un antiguo cementerio. Si de música hablamos no podemos obviar “Thriller” de Michael Jackson y su fantasmagórico videoclip. Los primeros compases son inolvidables ( It's close to midnight and something evil's lurking in the dark under the moonlight you see a sight that almost stops your heart. You try to scream…) y nos llevan al otro gran grupo de asiduos de noches de difuntos: zombis, aparecidos, fantasmas y otros ectoplasmas dispuestos a hacernos ¿sufrir? ¿disfrutar? en Halloween, noches de difuntos y, en nuestra tierra, también de “todos los santos”. Tampoco olvidemos a Coco y su paseo por la “Tierra de los Muertos” guitarra en ristre mientras volvemos a ser niños de nuevo.
Recogidos ya en la cercanía que nos permite respirar con la tranquilidad de lo conocido, llegamos al escenario de la Salala Paca y nos damos de bruces con el “Tosantos Cabaret”, una visita a la tumba materna que deviene en jarana festiva. Beli Cáceres, de Lunátika Atarazana, se enfunda la piel de Julieta, hija de una difunta Beatriz, que se enfrenta entre risas, reproches, confesiones y deseos a su propia existencia, a cómo la imaginó, cómo es realmente y cómo desearía vivirla.
La música y el baile se apoderan del espectador que, por el arte de la magia de la fecha y la hora, pasa a ser uno de los habitantes del camposanto y que, son “reconocidos” por una asombrada protagonista que pasea entre ellos recuperando anécdotas vividas o soñadas.
Todo sucede en el intervalo de una noche que aprisiona a Julieta en el cementerio al cerrarse las puertas y no permitirle salir mientras su “querido” esposo pugna por escapar, al bar de la esquina, y zafarse del cuidado de los niños.
Un detalle que nos recuerda que la obra, subtitulada “Tragicomedias de mujer” da paso al ciclo EN FEMENINO que se desarrolla en la mencionada Salala Paca y que nos deparará -y nos ha deparado- obras como “LA CURIOSA VIDA DE MADAME CURIE Y OTRAS MUJERES DE CIENCIA”, entre ellas Hypatia de Alejandría, original de Tomás Afán y codirigida por el autor y por Carmen Gámez con la interpretación de Vivi Alcántara y Carlos Aceituno o “FRANCISCA”, la agitada vida de Francisca de Pedraza, que ya en 1624 consiguió un veredicto de violencia contra la mujer por parte del Tribunal de la Universidad de Alcalá, interpretada por Elena Rey tras su paso por el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Además, se ha proyectado el documental FEMINAS: MUJER, MINERÍA Y DESGARRO, dirigido por Luisje Moyano dedicado a las mujeres mineras de la zona de El Bierzo.
La programación de la Sala incluirá próximamente nuevas propuestas del Festival de Teatro Clásico que ya presentó a DON JUAN TENORIO y que traerá al escenario jiennense una sorprendente versión que del QUIJOTE presenta Bambalina Teatre, que ya ha obtenido diferentes distinciones en Polonia, Rumanía o Cuba en sus giras mundiales. Finalizará noviembre con un nuevo acercamiento al MIO CID por la compañía madrileña Teatro del Finikito. El telón no para de trabajar.
(En la imagen, Beli Cáceres en un "imaginado" momento de la representación)

sábado, 9 de noviembre de 2024

ENTRE BARRO Y LODO

 


¿Cómo ha sido posible? ¿Dónde está mi casa? ¿Mis libros? Menos mal que mis padres y mi hermana pequeña están bien. Ella no ha querido salir. Está muy asustada y mi madre la consuela a todas horas. No tenemos casi nada para comer. Mi padre está ahí detrás quitando barro, sacando algunos muebles, intentando que parezca que tras el trabajo vendrá la normalidad pero creo que no será así.

Dicen que vienen máquinas y soldados para arreglar un poco todo esto pero no llegan. O será que yo no los veo. Solo oigo el rastreo de las palas y el chapoteo del barro. Creo que ese sonido no podré olvidarlo nunca. Y tampoco olvidaré la poca vergüenza - mi madre me hace gestos de que no diga estas cosas- de esos que se llaman los políticos. He oído en una radio -la tele es ya una también una figura de barro reseco- que dicen que todo se arreglará, que van a dar no sé cuantos millones, que lo han hecho todo bien, que la culpa no es suya, que tardaron en darse cuentas pero es que estaban haciendo cosas más importantes...
Mi hermanilla se acaba de acercar y me ha cogido la mano, Mejor que no veáis su carita de miedo, de no saber qué pasa y eso que no creo que se imagine lo que nos queda por pasar.
De verdad que no sé qué pensar. Tengo que volver a la escuela pero está también destrozada. Y uno de mis amigos, Luismi, no se sabe dónde puede estar. El agua nos ha destrozado y nadie puso freno a lo que iba a pasar. Supongo que no podrán dormir tranquilos y, encima, algunos vienen a contarnos milongas y hacerse fotos. Qué vergüenza y qué pena. ¿Cuándo podré volver a ser el que era? ¿Cuándo viviremos de nuevo otra vez, como antes?
¿Nadie piensa ayudarnos de verdad? ¿Saben esas gentes a lo que sabe el barro? ¿Alguna vez han sentido pegadas al cuerpo las ropas mojadas de lodo? ¿Se han visto sin un vaso de agua para beber? ¿Se han encontrado sin baños para hacer pis o ducharse? Mi padre me llama. Voy a ayudarle. No dejéis de pensar en nosotros, en ayudarnos, en mandarnos lo que podáis. ¿Dónde estará el libro que estaba leyendo todas las noches? ¿Dónde el osito de mi hermana? ¿Dónde estará nuestra vida en un tiempo?

MUJERES OLVIDADAS POR LA CIENCIA (Y POR LA HISTORIA)

Aprovechando el estreno del texto de Tomás Afán "LA CURIOSA VIDA DE MADAME CURIE Y OTRAS MUJERES DE CIENCIA, escribí para DIARIO JAÉN esta crónica de las muchas, demasiadas, mujeres que en muchos campos, no solo el científico, han sido olvidadas, traicionadas o despreciadas a lo largo de nuestra historia.



Os dejo el texto.

Mujeres “olvidadas” por la ciencia.
La historia, escrita desde el lado masculino, ha tendido en demasiadas ocasiones a “ocultar” cuando no a despreciar directamente el legado de un gran número de mujeres que, sin embargo, han colaborado -y muy intensamente- al desarrollo no solo de la ciencia sino de muchos otros aspectos de nuestra civilización. Bien es cierto que últimamente se está corrigiendo esa tendencia y algunos de sus nombres ya nos van siendo conocidos, pero quedan olvidos que restañar y aportes que poner en valor.
Si mencionamos a Maria Winkelmann-Kirch, Marie-Anne Pierrette Paulze-Lavoisier, Hedy Lamarr, Lise Meitner, Maria Salomea Skłodowska-Curie, Henrietta Leavitt, Chien-Shiung Wu, Marianne Grunberg-Manago, Jocelyn Bell Burnell, Rosalind Franklin, Hipatia de Alejandría o Ida Tacke, por mencionar solo a algunas, es muy probable que no sepamos prácticamente nada de la mayoría de ellas a pesar de sus inconmensurables estudios, investigaciones y descubrimientos.
Entre esos nombres se esconden, por ejemplo, la primera mujer en descubrir un cometa, la que puso las bases de nuestras redes wifi, la descubridora de la fisión nuclear, la que completó el Sistema Periódico de los Elementos, una pionera en la cristalografía de rayos X, la descubridora de elementos de nuestro código genético, la primera gran matemática de la historia, la madre de la química moderna, una primera estudiosa de la radiactividad o aquella que nos enfrentó a los púlsares con todo lo que eso significó en el estudio del universo. Sin ellas nuestros avances y progreso no serían tal y como los conocemos hoy.
El problema es que muchos de esos logros, no todos, pero bastantes, se adjudicaron injustamente a sus esposos, a los investigadores con los que trabajaron o a quienes dirigían sus tesis o trabajos. Hombres todos ellos, claro. Esta dolorosa circunstancia no solo se ha dado en el campo científico, sino que es de una “abundancia” que debería hacernos sonrojar y tratar de resarcir el olvido y el injusto posicionamiento de estas mujeres en nuestra historia. Por mencionar algún ejemplo, aun en otras facetas no científicas, recordemos a nuestra María Lejárraga que escribía las obras que firmaba su marido Gregorio Martínez Sierra o Margaret Keane, la pintora de los ojos grandes, cuyos cuadros firmaba Walter, su marido. (A este respecto no está de más hacer constar que el Museo Provincial de Jaén tiene, precisamente, dos obras de esta pintora entre sus fondos expuestos, aunque durante años estuvieron en los almacenes y solo salieron para una pequeña exposición temporal).
El cine se ha hecho eco en varias ocasiones de la vida de estas mujeres y de sus distintas circunstancias. Recordemos algunas de esas películas: “Ágora” (2009) de Alejandro Amenábar, sobre Hipatia de Alejandría con Rachel Weisz; “Marie Curie” (2017) de Charles Berling con Karolina Gruszka y “Radioactive” (2019) de Marjane Satrapi; “Figuras Ocultas” (2016) de Theodore Melfi sobre tres matemáticas afroamericanas de la NASA: Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson que incidieron de manera fundamental en la llegada del hombre a la luna, pero que fueron eclipsadas por sus compañeros masculinos; “Descifrando el Enigma” (2014) de Morten Tyldum, sobre la criptoanalista británica Joan Clarke cuya labor no fue reconocida quedando Alan Turing como el que descifró los códigos de la máquina Enigma en la Segunda Guerra Mundial o, por no extendernos demasiado, “La buena esposa” (2017) de Björn Runge con Glenn Close y Jonathan Pryce encarnando a un matrimonio en el que no queda claro quien es el autor reconocido con el Nobel de Literatura.
Hablando de premios Nobel, Lise Meitner colaboró estrechamente con Otto Hahn, ganador del Nobel en 1944 pero él nunca reconoció la autoría de ella. Rosalind Franklin fue una de las colaboradoras del trabajo de James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins sobre moléculas de ADN, pero ellos se llevaron el Nobel en 1962. Otro caso que nos pilla más de cerca es el de Marianne Grunberg-Manago, que descubrió, junto con Severo Ochoa, una enzima de nuestro código genético. El premio, una vez más, fue para él, que no lo compartió con su compañera. Jocelyn Bell encontró la primera radioseñal de un púlsar, pero como trabajaba en su tesis dirigida por Antony Hewish a él le dieron el Nobel de Física. Al menos Dorothy Hodgkin recibió el Nobel de Química en 1964; Ada Yonath Nobel de Química en 2009; Frances Hamilton obtuvo también el de Química en 2018 y Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna, de nuevo el Nobel de Química en 2020. El “medallero” femenino está alcanzando, afortunadamente, cotas impensables hace unos años.
Un caso especial es el de Marie Curie, al que Tomás Afán ha dedicado la obra “La curiosa vida de Madame Curie y de otras mujeres de Ciencia”. Esta obra, dentro del Ciclo EN FEMENINO, organizado y diseñado por Carmen Gámez, se ha representado en varias funciones, una de ellas para alumnos y alumnas de Secundaria en la Salala Paca de nuestra capital. Plantear y abrir esta temática a las nuevas generaciones es un empeño a todas luces encomiable.
Madame Curie, como se la conoce, alcanzó dos veces el premio Nobel, el de Física en 1903 por sus investigaciones sobre la radiación junto con Henri Becquerel y el de Química en 1911 al haber descubierto el Radio y el Polonio. A pesar de su fama como investigadora, o tal vez por ello, su labor siempre fue boicoteada por sus compañeros masculinos de tal modo que cuando se rumoreó que podía ser candidata a la Academia francesa de la Ciencia, los miembros, todos varones, votaron para prohibir la entrada de las mujeres en la institución.
Pero otra sorpresa nos aguarda en la vida de Marie Curie. Su hija Irène Joliot-Curie ganó en 1935 el Nobel de Química, que compartió con su marido. Sus trabajos estudiaban la radioactividad inducida y la radioactividad artificial. Nunca más se ha producido en la historia de los Nobel que una madre y una hija alcancen el galardón.
Volviendo a la representación de la obra de Tomás Afán, los intérpretes, Vivi Alcántara y Carlos Aceituno nos llevan a pasear, entre humor y canciones, por las vidas de esas mujeres absolutamente excepcionales que no siempre alcanzaron el reconocimiento merecido. De Madame Curie a Hipatia pasando por Madame Lavoisier o Rosalind Franklin todas ellas se ven homenajeadas en cuanto a su figura y a su legado. A lo largo de la representación se nos invita a reflexionar sobre la resiliencia y el esfuerzo que se necesita, siendo mujer, para alcanzar el reconocimiento en el ámbito científico y en muchos otros. El concepto “EN FEMENINO” es algo a divulgar, interiorizar y aplicar social y personalmente y, para ello, el teatro, la educación, la cultura, nos brindan un excelente cauce para conseguirlo.

En la foto vemos, de izquierda a derecha y de arriba a abajo a Carlos Aceituno y Vivi Alcántara en el escenario, Madame Curie, Madame Lavoisier, Rosalind Franklin y a Tomás Afán comentando la obra con el alumnado de Secundaria asistente a la representación.

INSTALADOS EN EL VÉRTIGO

 MI columna de Opinión en DIARIO JAÉN, ayer viernes, nos dejaba frente a ese vértigo que nos hace formar parte de una historia a la que no siempre comprendemos ni apoyamos y en la que, sin embargo, estamos "instalados" sin que en ocasiones tomemos conciencia de ello. Gracias a ese gen perdido que nos hace humanos sí que hay momentos en que, sencillamente, lo somos.



Os la dejo:
INSTALADOS EN EL VÉRTIGO.
Pedro López Yera

Se diría que es una perogrullada pensar que vivimos inmersos en eso que llamamos “la Historia”, así con mayúscula, es decir, que estamos dentro de esa rueda en la que se suceden procesos, transformaciones o “adelantos” a los que no podemos sustraernos.

Sin embargo, tal y como afirmaba Leonardo Padura en un artículo reciente, tomar conciencia de ese lugar en la Historia no es algo que nos haya acompañado siempre a la Humanidad. Según su apreciación, no fue hasta finales del XVIII o principios del XIX cuando realmente nos topamos con esa sensación de estar en mitad de las transformaciones de la sociedad.

Nuestros ancestros, quizá por su esperanza de vida o por la lentitud del movimiento de los procesos históricos, vivían su parcela más o menos individual del tiempo que les tocó con muy pocos cambios. Quizá una guerra o algún desastre natural eran los acontecimientos más llamativos que podían sugerir nuevas opciones sociales. Sin embargo, ya en el XVIII, ciertos grupos humanos vivieron la creación de los Estados Unidos a partir de las antiguas colonias o, por citar un ejemplo casi universal, la Revolución Francesa que hizo tambalear los hasta entonces sólidos cimientos no solo del país y que en menos de cincuenta años atravesó todos los estamentos conocidos para instaurar nuevos horizontes. Alguien nacido unos años antes de 1789 pudo conocer el derrocamiento de la monarquía, la Convención, el Directorio, el Imperio, la Restauración y nuevos impulsos revolucionarios. Y todo ello tuvo que influir en su forma de verse dentro de esa explosión histórica de consecuencias imparables. Afirma Padura que, no solo aquellos ciudadanos adquirieron esa percepción del transcurso -en vivo- de la Historia, sino que también alcanzaron la noción de su responsabilidad social en relación con ese avance.

El tiempo, como bien sabemos, avanza a velocidades casi insoportables y es capaz de dejarnos aparcados a la orilla de la Historia sin que para ello tengamos que esforzarnos demasiado. La rapidez con la que se desarrollan los cambios actualmente a nuestro alrededor puede chocar con nuestra capacidad de comprensión y obligarnos a tratar de abrirnos hacia posibilidades que no habíamos considerado antes. Pensemos en España y echemos una mirada al pasado cercano. Una dictadura de muchos años devino en la Transición, ya con mayúscula también, y luego en una democracia consolidada. Un cambio que, en sus inicios, produjo dudas y sentimientos encontrados no por la nostalgia de lo ya terminado sino por la inquietud de lo que había de llegar. Y ahí estábamos, sabiéndonos en pequeña o gran medida como protagonistas, quizá en papeles secundarios, pero anclados con fuerza al impulso de avanzar.

Vivimos en la Historia y podemos sentirla, comentarla y aplicar el bálsamo de los errores asumidos para no repetirlos a pesar de que siempre existen quienes colocan obstáculos en uno y otro sentido. Alrededor nos rodearon grandes “titulares”: dos guerras mundiales que acabaron redistribuyendo fronteras y levantando muros y algo más allá, al este, vimos florecer el tiempo comunista en Rusia para luego verlo caer arrastrando a todos los satélites que le circundaban. Siguió otra paz cogida con alfileres a la que llamamos, para variar, “guerra fría” y a ella se le sumaron sin apenas intermedio otras en los Balcanes o revoluciones islámicas que todavía producen cierto escalofrío. Todo ha sucedido en un periodo tan corto que permite que la misma persona lo haya vivido todo. No podemos desprendernos, como nuestros antepasados, de la capa que nos hace ser y estar en un momento determinado ya que esos momentos, en la actualidad, son de tal magnitud que nos arrastran, nos recolocan o nos impulsan de modos inimaginables tiempo atrás.

Vivimos instalados en el vértigo de la Historia. Intuimos, ¿sufrimos?, cambios y dudamos sin nos llevarán en la dirección correcta o en la contraria. Quizá haya que buscar la respuesta en la Inteligencia artificial que es, ya, un nuevo vértigo al que controlar.

martes, 5 de noviembre de 2024

MUJER, MINERÍA Y DESGARRO. FÉMINAS, un documental de LUISJE MOYANO.

 Recogía ayer Diario JAÉN mi crónica del estreno de FÉMINAS en la Salala Paca presentado por Carmen Gámez y con la asistencia del director, Luisje Moyano, el guionista Raúl Cueto y algunas de las actrices del corto PESTIÑOS que completó la velada. Os dejo el texto.

MUJER, MINERÍA Y DESGARRO
(La mujer en las minas de carbón de El Bierzo como base del documental de Luisje Moyano)
La Salala Paca se transforma de nuevo en sala de proyecciones para ofrecer el documental FÉMINAS, dirigido por Luisje Moyano. Si desbrozamos ese título nos encontramos con la fe y con las minas y eso permite que nos hagamos una idea de lo que el director pretende transmitir a la vez que formamos ese sustantivo que se usa como sinónimo de mujer.
Cuenta el director que, para unas localizaciones que necesitaba para su película “Camino negro” llegó con el equipo a la comarca de El Bierzo. La historia del film recogerá el ambiente de la cuenca minera leonesa con toda la problemática del momento, los primeros años 70, en el que se produjeron manifestaciones y protestas en aras de mejoras en las condiciones laborales de los mineros del carbón. En esa labor de búsqueda, Luisje se topó con un grupo de mujeres, “con el alma marcada por el carbón” como él mismo las define y el empuje de su descubrimiento fue de tal calado que decidió recoger sus andanzas, sus vidas, sus desvelos, en un documental que ahora se estrena en Jaén.
Se da la curiosa circunstancia de que también en la zona se filmó el capítulo piloto de la serie “La cuarta bestia” basada en el libro del escritor jiennense Luis Miguel Sánchez Tostado y que recoge un episodio de la crónica negra española relacionado con la localidad de Castillo de Locubín en 1898 y cuya víctima apareció en Moclín, Granada, en el llamado Cortijo Pedernales.
Pero volviendo al recorrido por El Bierzo del equipo de Luisje Moyano, el encuentro con varias mujeres como Olimpia Otero, Hortensia Riesco o Rosario Giráldez hicieron que los planes cambiaran y decidieran emprender la grabación del documental que nos ocupa. La base de la película “Camino negro” era el libro de María Luisa Picado Silva y también aparece con su testimonio en las imágenes que, con un cierto tono poético, van desgranándose en la pantalla con la locución de la actriz la actriz Cristina Mediero , muy relacionada con Jaén, que pone la voz en off para ir introduciendo los testimonios de todas esas mujeres de las cuencas mineras del Sil, Fabero y Laciana recogidas en Páramo del Sil, Toreno, Matarrosa, Fabero o Villablino entre otros puntos de la zona.
La música está muy presente en la obra y, curiosamente, es el único hombre que aparece, Javier Rodríguez Sotuela, el llamado “cura rojo” de Matarrosa del Sil, quien se encarga de poner las últimas notas con su guitarra. Este sacerdote, en el difícil escenario de aquellos convulsos momentos, tomó postura y se alineó con los mineros cambiando “santos por pancartas” en palabras de Luisje que le entrevista como punto final del documental.
La obra está coproducida por el Grupo Editorial Angels Fortune, Fortune Films Productions, y por TANE Producciones, la productora de Luisje Moyano y Emilio Schargorodsky.
Su proyección en la Salala Paca se encuadra dentro del ciclo EN FEMENINO que presentará distintas propuestas teatrales y cinematográficas relacionadas con el papel de la mujer en la historia. Próximamente se representará la obra FRANCISCA sobre la vida de Francisca de Pedraza, primera mujer que consiguió que un tribunal emitiera una sentencia por violencia contra la mujer en el siglo XVII o la original propuesta de Tomás Afán LA CURIOSA VIDA DE MADAME CURIE Y OTRAS MUJERES DE CIENCIA sobre el borrado y el vacío de la mujer y sus logros en la historia. Está interpretada por Vivi Alcántara y Carlos Aceituno.
También “rondando” el tema EN FEMENINO la proyección de MUJER, MINERÍA Y DESGARRO estará acompañada por el corto PESTIÑOS, dirigido asimismo por Luisje Moyano y basado en el relato “Proselitismo íntimo” de Luis Miguel Sánchez Tostado, colaborador con el director en otros proyectos como antes hemos mencionado. El cortometraje, que está interpretado por varias actrices y actores de la tierra, como Ana Galán, Pedro Jiménez-Vallejo, Ana Ifigenia y Manuela Torrijos , nos va dejando las confesiones de unas amigas sobre sus relaciones con sus últimos novios. Un desternillante tono de comedia da buena cuenta de las aventuras de estas mujeres. El texto original fue galardonado con el premio DULCINEA en Zaragoza en la última edición.