MARIENA GAITÁN. IN MEMORIAM.
Cuando alguien que ha dedicado su vida a que florezca la de
los demás nos deja, algo especial se nos
rompe dentro. Mariena, ese torbellino de acción, cariño y entrega, ha
emprendido el viaje hacia otras aulas celestes en las que ofrendar su
magisterio tierno, elegante, vivo, puro. Es imposible no echar la vista atrás y
recordarla entre sus párvulos como una “Mama Grande” salida del más feliz de
los cuentos. Su verbo era veloz, tanto como su mano al extenderse. Su manera de
enfrentarse a ese difícil universo en que unos pequeños habitantes acaban de
romper el lazo atávico con sus mamás para descubrir que la escuela es ya su
segunda casa, estaba anclado a la vida sin falsos o melosos disfraces. Mariena
enseñaba a vivir con todo lo que eso conlleva. Pero no solo a sus alumnos de
Infantil. También a quienes compartimos con ella aula, labor y amistad.
Hay un eco que no se apaga tras el paso de Mariena por
nuestras vidas. Hay un hueco dentro de nuestra conciencia de maestros que ella
supo llenar y ese halo que desprendía, esa familiaridad, esa sonrisa franca, no
nos han de abandonar mientras el faro del recuerdo nos mantenga alerta.
Difícil será no escuchar tu voz ni encontrarte por los
pasillos del Colegio. Ese del que jubilaste tu trabajo pero no tu esencia. Tus
amigos del Ramón Calatayud, como los de otros centros por los que dejaste esa huella
que te caracterizaba, te sabemos a la puerta del cielo de los buenos maestros dando lecciones
al santo portero y, por supuesto, organizando todas y cada una de las estancias
del Paraíso apenas segundos de haber tomado posesión. Así eras. Así eres. Un
vendaval de los que zarandean conciencias y de los que, tras su paso, una calma
reflexiva y autentica te invita a pensar, a decidir, a ser mejor.
El dolor de tu marcha, la lágrima furtiva y el corazón
encogido que sé que notas en nosotros, no ha de entristecerte, Mariena. Ve
hacia esa luz cuyo resplandor sé que nos devolverás de la misma forma que nos
quisiste. Sé feliz en el eterno sendero que ya estás recorriendo. Nosotros te
prometemos serlo también. O al menos intentarlo.
Seguro que las miradas de tus muchos alumnos, sus manos, sus
caras, van prendidas en tu retina, en tu cerebro, de forma indeleble. Hoy, creo
que lo sabes, no lloran por dejar a su madre tras la reja del colegio. Lloran
por ti. Por su “seño”, por quien les abrió las puertas a esa vida que existía
más allá del calor de su hogar. También en ellos quedará guardada tu huella, tu
paso, tu sonrisa.
Gracias por todo lo que nos diste, por lo que compartiste
con nosotros, por ser nuestra amiga, por querernos. Por ser como fuiste.
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