sábado, 11 de marzo de 2017

Mariena Gaitán. Maestra en los Cielos.


MARIENA GAITÁN. IN MEMORIAM.
Cuando alguien que ha dedicado su vida a que florezca la de los demás nos deja,  algo especial se nos rompe dentro. Mariena, ese torbellino de acción, cariño y entrega, ha emprendido el viaje hacia otras aulas celestes en las que ofrendar su magisterio tierno, elegante, vivo, puro. Es imposible no echar la vista atrás y recordarla entre sus párvulos como una “Mama Grande” salida del más feliz de los cuentos. Su verbo era veloz, tanto como su mano al extenderse. Su manera de enfrentarse a ese difícil universo en que unos pequeños habitantes acaban de romper el lazo atávico con sus mamás para descubrir que la escuela es ya su segunda casa, estaba anclado a la vida sin falsos o melosos disfraces. Mariena enseñaba a vivir con todo lo que eso conlleva. Pero no solo a sus alumnos de Infantil. También a quienes compartimos con ella aula, labor y amistad.

Hay un eco que no se apaga tras el paso de Mariena por nuestras vidas. Hay un hueco dentro de nuestra conciencia de maestros que ella supo llenar y ese halo que desprendía, esa familiaridad, esa sonrisa franca, no nos han de abandonar mientras el faro del recuerdo nos mantenga alerta.

Difícil será no escuchar tu voz ni encontrarte por los pasillos del Colegio. Ese del que jubilaste tu trabajo pero no tu esencia. Tus amigos del Ramón Calatayud, como los de otros centros por los que dejaste esa huella que te caracterizaba, te sabemos a la puerta del  cielo de los buenos maestros dando lecciones al santo portero y, por supuesto, organizando todas y cada una de las estancias del Paraíso apenas segundos de haber tomado posesión. Así eras. Así eres. Un vendaval de los que zarandean conciencias y de los que, tras su paso, una calma reflexiva y autentica te invita a pensar, a decidir, a ser mejor.

El dolor de tu marcha, la lágrima furtiva y el corazón encogido que sé que notas en nosotros, no ha de entristecerte, Mariena. Ve hacia esa luz cuyo resplandor sé que nos devolverás de la misma forma que nos quisiste. Sé feliz en el eterno sendero que ya estás recorriendo. Nosotros te prometemos serlo también. O al menos intentarlo.

Seguro que las miradas de tus muchos alumnos, sus manos, sus caras, van prendidas en tu retina, en tu cerebro, de forma indeleble. Hoy, creo que lo sabes, no lloran por dejar a su madre tras la reja del colegio. Lloran por ti. Por su “seño”, por quien les abrió las puertas a esa vida que existía más allá del calor de su hogar. También en ellos quedará guardada tu huella, tu paso, tu sonrisa.

Gracias por todo lo que nos diste, por lo que compartiste con nosotros, por ser nuestra amiga, por querernos. Por ser como fuiste.

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