domingo, 20 de octubre de 2024

Abducidos por Vandelvira


 Nuestro amigo Andrés, Andrés de Vandelvira, nos deja esta carta que he escrito bajo su influencia. En Diario JAÉN, ayer domingo, pudisteis disfrutarla. Hoy os la dejo para que sus palabras tengan todavía más eco y que su obra se difunda una y mil veces.

Abducidos por Vandelvira.
(Una “carta” de Andrés de Vandelvira cuando están a punto de cumplirse 450 años de su muerte)
Reconozco, amigos y amigas, que llevaba mucho tiempo sin dedicar una mirada a vuestros esfuerzos por seguir “levantando” mi obra por esas tierras de Jaén en las que tanto trabajé y disfruté. Hoy, empujado por esa molicie celestial a la que no logro acostumbrarme, he dedicado un buen rato, que no sabría calibrar con vuestra medida del tiempo, a dar un garbeo - ¿se sigue diciendo así? – entre esos paneles que paseáis allende templos, salas de exposiciones, sacristías o habitáculos dados a lo que ahora llamáis “cultura”.
Os reconozco que cada vez que me paseo por esos dibujos tan definitorios de mis trabajos me quedo extasiado e, incluso, a veces me parece que no fui yo quien construyó esas iglesias, esos puentes, esos palacios. En esos momentos en que “salgo” de mi propio espíritu para ver desde el otro lado todo aquello que construí, diseñé e impulsé, me vuelvo a ver paseando entre mis pupilos y el polvo de la piedra cortada me inunda de nuevo provocándome una nostalgia infinita. Nunca podré agradecer a Juan Eduardo -personaje cuyo nombre me recuerda a algún noble que conocí- el que se haya fijado en mis diseños para elaborar este glorioso pasaporte a la inmortalidad de mis obras. Si, para la inmortalidad, ya que nadie que haya disfrutado de estas visiones dibujadas podrá olvidar ya nunca mi nombre y mi empeño en levantar templos y torres hacia el cielo de Nuestro Señor.
Precisamente en ese evanescente momento en que no sé si soy yo mismo me asalta la imagen de alguien que me representó no ha muchos meses. Pocas veces en la historia he tenido el honor de ser el modelo para algún desfile, película o documental. Veis que ya tengo cierto dominio con vuestras tecnologías. Desde aquí arriba nos asombra mucho ese dominio que tenéis de las imágenes y si la comparamos con nuestra forma de plasmar los diseños, pues se nos cae el alma a los pies, nunca mejor dicho lo de alma, aunque pies, lo que se dice pies, hace ya siglos que no necesito usarlos como bien sabéis. Pero no quiero distraerme. Decía que no hace demasiado tiempo alguien tuvo a bien “ser yo” ante vosotros. Y reconozco que lo hizo tan adecuadamente que tuve que llamar a mi vera a algunos conocidos que por aquí arriba pululan para que no se perdieran el momento en que “volví a la vida” por unos minutos. Creo recordar que el nombre de tal artista era Eduardo Duro. Vuelve a aparecer ese nombre, Eduardo, que, tal parece estaba destinado a formar parte de la historia con la que me conocéis y, espero, me seguirán conociendo los que han de venir. Alguien dijo que “Nunca hubo un Vandelvira como Eduardo Duro” Y, “válgame el cielo” que así es.
Otro detalle que no me deja respirar -si es que mis pulmones necesitaran aire todavía- es el de esa abducción que llevé a cabo con la aquiescencia de Nuestro Señor, a quien no penséis que le gustan mucho estas historias “sobrenaturales” como diríais vosotros, y que me permitió hilvanar mis ideas, sentimientos, deseos y anhelos en ese grupo que lleva mi nombre y a cuyos miembros, Jesus, Paco y Pedro, me permití sondear y plantar en sus mentes lo que ellos han dado en llamar “sueños”. Sé que piensan que tras arduas horas de trabajo han pergeñado esos maravillosos textos que acompañan a los dibujos, pero no, he sido yo mismo, Andrés de Vandelvira, quien ha guiado sus plumas, que ahora son como teclas con letras, para que mi voz se siga escuchando allende los siglos. También guie la mano de Juan Carlos, ese genio que ha dado forma al todo que me representa, al color, la textura, el diseño, las letras, -tipografía lo llamáis- que os retrotraen a mi tiempo. Todo unido, ensamblado, adherido al recuerdo y lanzado hacia un futuro en el que nunca pensé estar presente.
Sé que todos ellos no paran en su labor de agitar mi memoria. Me llevan y me traen por esos caminos por los que en muchas ocasiones circulé cargado de planos y proyectos. Me presentan a un público que espera ansioso descubrirme y saber cómo se gestaron esas obras de las que aun hoy día -ya he perdido la cuenta del siglo en el que estáis- están presentes en sus vidas.
El año próximo de vuestro calendario, me dicen por aquí, se cumplen 450 años de mi partida hasta este palco desde el que os diviso complacido. Y sé que no pasará desapercibida esa efeméride para vosotros, amigos, que lleváis mi nombre por bandera. Os lo agradezco una vez más y me pongo a vuestra disposición, aunque no os daréis cuenta de que hurgo en vuestras cabezas con la buena intención de colaborar en esos empeños que os fijáis como meta.
Es tiempo de que vuelva a mi eterno descanso, pero habéis de saber que se me hace un poco tedioso y solo el saber de vuestras andanzas, que en realidad son las mías, es lo que me mantiene alerta y ojo avizor.
No desfallezcáis, por favor. Aquí me tenéis para lo que menester fuese. Palabra de Vandelvira.

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