lunes, 7 de octubre de 2024

Mimetizada con la puerta del corral. Mimetizada con la vida...

 


Acaso no podáis distinguirme. Estoy en la puerta del corral de mi casa. Mil veces han salido por aquí mi marido y mis hijos con las bestias para irse al campo. Ahora, ya, mi Eufrasio descansa en paz en el cementerio en un nicho que voy a arreglar todas las semanas. Y mis hijos se fueron. El Paco se lio con la Romualda, la del trapero, y se escaparon hace ya un par de años. Ni una carta me ha mandado el muy desagradecido. El Eufrasio, el mayor, que por eso le puso su nombre el padre, se casó aquí en la casería de los Romerales, con la hija del patrón, Quica, y se marcharon de mayorales a la finca que la familia de ella tiene en no sé qué pueblo de la provincia de Toledo. Ya la memoria me falla y no me acuerdo.

Muchas tardes me quedo aquí, quieta, en la puerta del corral y pongo atención para ver si los escucho preparar los arreos de las bestias. Pero no los oigo. No están. Solo quedo yo. Y no sé si duraré mucho. En ocasiones me apoyo en el portón y cruzo las manos imaginándome que ya me llevan en la caja para el cementerio. Tengo apalabrado que me metan con mi Eufrasio y así seguiremos juntos ya para siempre.
Me llamo Hermenegilda, pero todos me dicen Gildilla, la del Eufrasio. Y sigo aquí, en mi portón. Esperando que el Señor me lleve. Hoy parece que va a llover…
@ Pedro Ayera

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