Entre Walt Whitman, la América junto al Hudson y el Son de los negros en Cuba están los pétalos del tiempo, fundidos en la huida de la orilla del cieno, como diría Lorca, camino de la bacanal de la naturaleza muerta que sobrevive siempre al soplo de la pluma del poeta.
Las flores son también versos. Ellas lo saben y se dejan acariciar por el calendario que las deja exhaustas con el solo aire que circula entre poemas escritos con la tinta transida que Federico exprime.
Y nosotros, los lectores, los que olfateamos flores, versos y poemas, quizá también lo seamos. Como me gusta siempre recordar, ya lo dijo Gil de Biedma: Pensé que quería ser poeta, pero en realidad lo que añoraba era ser poema…
Pues eso.
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