¿Cómo
quedan las aulas cuando quien las ha querido debe abandonarlas? ¿Qué recuerdo
queda prendido en las miradas ansiosas de crecer de un grupo de niños y niñas
cuando hemos de decirles adiós?
¿Qué
sienten quienes han estado “a las órdenes” de alguien que siempre ha destacado
por su apoyo incondicional a las propuestas presentadas y su proverbial sentido
del deber?
Preguntas
todas ellas que me asaltan cuando la noticia de la jubilación de mi buen
compañero, director y amigo Fernando Redrao me llena de esa desazón que conozco
tan en carne viva desde que el zarpazo miasténico me obligó a dejar la
enseñanza.
Fernando,
siguiendo la estela de Antonio Parras, su antecesor, cogió la antorcha
rayudiana (“Palabro” derivado del nombre del centro escolar “Ramón Calatayud” y
que se usó para titular la revista RAYUD cuya dirección tuve el honor de
desarrollar) y ha recorrido con ella senderos a veces tortuosos pero siempre con
el espíritu a flor de piel y la mano tendida hacia niños, familias y
compañeros. Ahora, cuando cede el paso y se retira a sus cuarteles de ese
invierno que a todos nos sobreviene, no tengo por menos que decirle, aunque sé
que lo sabe, que me siento muy orgulloso de haber pertenecido a sus “huestes”,
de haber compartido aulas, patios, despachos, confidencias, currículos,
memorias, artículos, sonrisas y abrazos con alguien como él.
Don
Fernando, aun en su puesto directivo,
nunca ha dejado de ser ese tradicional maestro a quien los niños quieren.
Alguien que, desde su faceta deportiva, ha arrasado en campeonatos, obtenido
galardones y respirado el aire libre compartiendo pulmones y pulso con los
chavales que corrían a su alrededor y que, seguro, llevan una parte de él en el
rincón más festivo de su memoria infantil.
Los
últimos tiempos, enredados por burocracias, desencuentros oficiales y alguna que otra lacerante deslealtad no
pueden teñir de olvido su labor y obviar su apoyo a iniciativas de las que
abren el aula a otras realidades, su siempre perenne ardor diligente y ese
impulso que siempre sentí siendo maestro a su lado.
Gracias,
Fernando, por tu dedicación, tu esfuerzo y tu trabajo. Sabes que se te quiere.
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