sábado, 11 de marzo de 2017

Amar en tiempos difíciles: José y Dulce: unos padres entregados.


José López Hervás y Dulce Yera Romero.
“Amar en tiempos difíciles”

José y Dulce. Nuestros padres. Una pareja que hizo realidad esa especie de coletilla literaria de “amar en tiempos difíciles”. Un tiempo en que la emigración estaba a la orden del día si querías progresar, e incluso sobrevivir. Una época aquella de la mitad de los cincuenta en la que el horizonte no mostraba nada sólido a lo que aferrarse y había que lanzarse sin miedo a recorrerlo para hallar destellos de futuro.

José y Dulce, miembro él del muy antiguo y leal cuerpo de Camineros del Estado; esforzada ama de su casa  ella, siempre dispuesta a ahorrar una parte del exiguo estipendio que proporcionaba el cuidado de las famosas “cinco leguas” que cada caminero tenía a su cuidado para hacer florecer a su familia.

Del luminoso pero inerme sur al frío y húmedo norte. De su Mancha Real del alma a aquellas Vascongadas que parecían estar situadas más allá del fin de los mundos conocidos. De la cálida sombra de los olivos familiares al gélido amanecer norteño. Un cambio aterrador y, sin embargo, germen de esperanza.

Vidas de trabajo sin límite, de penurias económicas, de anhelos geográficos y de llantinas al hilo de las canciones de una radio comprada con esfuerzo y que se convertía en ventana o mejor, en tobogán, para deslizarse hacia abajo, hacia el propio terruño que se imaginaba más allá del Jaizquibel o de las inmundas riberas del Oria.

José y Dulce arañaron poco a poco el ímpetu y las pesetas  necesarias para volver al Sur. Marcharon con un bebé de apenas meses y volvieron con un chaval preadolescente y otro bebé al que apenas dio tiempo a desarrollar ningún gen vasco y que se sumergió enseguida en la acogedora calina sureña.

Añoraban el sur cuando la nieve cubría sus recuerdos y recordaban el norte cuando se asentaron de nuevo en sus esencias mientras él seguía cuidando leguas, caminos y carreteras nacionales y ella se dedicaba a nosotros como si nada más importara a su alrededor. Hoy, cuando ya descansan en esa tierra a la que tanto echaron en falta, aquel pasado que los hizo fuertes sobrevuela aun nuestra existencia. Sé que allá en los astrales senderos de las buenas personas, él sigue velando por sus cinco leguas de cielo y por nuestros pasos aquí abajo. Ella, como siempre, nos dedica su amplia sonrisa a cada instante, nos aprieta fuerte en su regazo y hay momentos del día en que aun podemos aspirar ese aroma que desprendía y que hacía honor a su nombre.

José y Dulce, allá donde estáis sé que no perdéis detalle de nuestras aventuras cotidianas, que vuestra mano, vuestros ojos, se aprestan a obviarnos obstáculos y a impulsar soluciones que limen algunos de nuestros problemas. Y nosotros, los que os quisimos y os seguimos queriendo y recordando, os agradecemos día a día ese esfuerzo con el que conseguisteis levantar alta la cabeza y cimentar lo que ahora somos. Gracias, papá. Gracias, mamá. Volveremos a vernos.

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